martes, 3 de abril de 2018

Carlos Egea, la caída de un mito / Miguel Hernández Valverde

Lo fue todo en la Región de Murcia, no se daba un paso importante ni en San Esteban sin su visto bueno.
"Don Carlos" era idolatrado por toda la clase política regional, incluso la inmensa mayoría de trabajadores de la entidad que presidía tenían entre devoción y admiración por él.

Reconozco que siempre me sedujo la idea de escuchar su teléfono móvil,  tenía curiosidad por saber si cuando lo llamaban sonaba la música de El Padrino, al igual que el de un alto dirigente sindical de la banca.

Eran los años dorados de Cajamurcia,  el dinero brotaba por todos lados, consiguió que los murcianos nos sintiéramos orgullosos de una entidad que ni era nuestra ni defendía nuestros intereses, si no los suyos, pero éramos felices pensando que era nuestra Caja.

Pero los sueños se transformaron en pesadillas. El superávit se convirtió en déficit. De ser la primera entidad en productividad a su intervención pública.

La mayoría de sus trabajadores confiaban en su capitán,  creían en él ante la borrasca en la que la se habían metido con un barco que era grande cuando navegaba por el Mar Menor, pero demasiado pequeño en el océano.

Y llegó a su rescate, otro barco público que hace años se creía un trasatlántico,  pero que se quedó en un barco pirata, grande pero gobernado por piratas.

Ahora dirigido por profesionales que lo único que tienen claro es que antes de venderlo al mejor postor hay que limpiarlo, asearlo y rectificar unos motores con muchos kilómetros.

Y Don Carlos, al igual que hizo el capitán del Costa Concordia, pero con su equipo de oficiales incluido,  ha fletado su particular yate salvavidas,  y mientras no llega el gran trasatlántico privado que los recoja, se relaja de nuevo en el Mar Menor, sin olas ni mareas, como antaño.

Los náufragos que dejó en medio del océano ya son cosas del pasado, y nos olvidaremos de ellos igual que nos olvidamos de otros anteriormente,  y es que por olvidarnos nos olvidamos hasta de los náufragos que mueren de verdad en medio del Mediterráneo.

Por eso hoy más que nunca quiero no olvidar a todos los profesionales que un día creyeron que "La Caja" era suya, y se dejaron parte de su tiempo en mantener el barco a flote,  mientras el comandante cerraba su propio destino, y ahora son ya parte del pasado. 



No hay comentarios: