El alineamiento dels Comuns/Podem con el
frente propuesto por Torrent abre alguna escasa perspectiva que
conviene explorar. En la medida en que no sea una mera pulsión ex abundantia cordis ante
la brutalidad carcelaria del Estado que puede amainar tan presto como
se ha producido, será preciso calibrar su alcance político.
¿Sería
posible una alianza en la que els comuns firmaran la estrategia
indepe o solo a condición de que los indepes renuncien a aquella a
cambio de un régimen más o menos rebozado de autonomía?
Comenzamos
rechazando la segunda opción (alianza con rebaja del objetivo
republicano a autonómico) no solo porque no sea grata a los ojos de
Palinuro, sino porque no es probable, pues las elecciones a dos meses
son una opción atractiva. Se pueden perder o ganar pero, si no se hacen,
el gobierno de marco autonómico está ya perdido. El argumento de que
perder significa también perder lo que ya tenemos, invita a la pregunta
de ¿qué tenemos? Suena la respuesta del abate Sièyes: "nada". ¿Qué
tenemos? Nada si lo que tenemos nos puede ser arrebatado de un plumazo
del 155.
Más
verosímil es la primera opción (comuns con indepes con programa indepe)
que tiene varias ventajas: garantiza estabilidad legislativa, aleja el
fantasma de nuevas elecciones que muchos miran con pavor (no así
Palinuro) y consolidan la mayoría indepe hasta los 78 diputados. Libera
al bloque JxC/ERC de la dependencia de los votos de la CUP, aunque esté
por demostrar que esto sea una ventaja y no un inconveniente.
Es un
típico asunto de tiempo. Si esa alianza se da, la obtención del objetivo
rupturista de la CUP se acerca. Pero solo se acerca. Al margen de si la
alianza con los Comuns aguantaría un aumento de la tensión con
el Estado, está por ver hasta dónde puede llevar su programa el frente
democrático en la consolidación de la República y en el susodicho marco
estatutario.
Al
margen de estas consideraciones, queda por conocer la reacción de los
otros dos palos del trípode indepe ante el encarcelamiento en serie: los
partidos y la gente, incluyendo en "la gente" sus formas de
articulación, ANC, Ómnium y los CDRs. Los dirigentes vuelven a estar
acosados por la persecución de los tribunales; Puigdemont ha abandonado
Finlandia y ha retornado a santuario belga. Los demás exiliados en
similar situación de busca y captura estarán tomando sus medidas.
La
valiente Marta Rovira estará ahora seguramente recibiendo un briefing de
Anna Gabriel sobre los primeros pasos del refugiado. En un par de días a
lo sumo, podrán celebrar un consejo en la cumbre para adoptar medidas y
difundirlas. La intensificación de la guerra del Estado contra el
independentismo catalán requiere una respuesta articulada con el máximo
apoyo posible, desde luego, pero sin ceder en la justicia de sus
pretensiones. Los partidos están obligados a mantener la unidad para
impulsar nuevas medidas de acción colectiva en el marco de la
resistencia pacífica y cívica en defensa del derecho a tener derechos.
Sin
duda, mientras los indepes reorganizan sus melladas filas y determinan
una línea común de acción, el gobierno y sus tribunales procederán a
inhabilitar a todos los procesados para que no puedan formar parte de
lista electoral alguna en el Estado español. Incluso las listas al
Parlamento europeo. Lo cual es absurdo porque si Puigdemont no puede ir
en una lista europea en el Estado español puede ir en una de Flandes o
de Bélgica o de Italia.
La
inhabilitación, asimismo muestra el corto alcance de las medidas
represivas que solo pueden ser personales. La inhabilitación es otro de
esos laberintos en que los jueces españoles muestran la tosquedad de su
concepto. Habrá que ver cómo inhabilita Llarena a Puigdemont para el
ejercicio de presidencia simbólica de la República Catalana, basado en
un acuerdo tácito de la mayoría parlamentaria. Entre tanto, los
dirigentes de los partidos indepes tienen que explicar lo que en los
tiempos del octubre rojo se llamaba "la línea general".
Están
obligados a mostrar el camino y graduar la intensidad de la respuesta. Y
ello no solo porque sea la única forma de sacar a los presos políticos y
hacer retornar a los exiliados sino porque el movimiento en su
conjunto, sintiendo los encarcelamientos como humillaciones más allá de
límite, está conteniendo la presión precisamente en espera de las
orientaciones tácticas. Y no hay camino atrás; solo delante.
Los
dirigentes no sacaron el movimiento de la nada, como dice creer el
nacionalismo español, sino que fue el movimiento el que los puso a ellos
al frente. Y seguirá sacando dirigentes de su seno porque es el propio
movimiento el que dirige; adelante.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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