Vamos a ahorrarnos las habituales
observaciones sobre los sondeos, la oportunidad de su publicación, su
posible intencionalidad. Sobre eso está ya todo dicho. Vamos, incluso, a
dar por buenos los resultados de Metroscopia para El País. Lo que nos interesa es el carácter de estas elecciones y sus consecuencias.
Fueron
convocadas vía artículo 155 por el presidente del gobierno, al tiempo
que suspendía la autonomía catalana y destituía a sus gobernantes, la
mitad de los cuales está en la cárcel y la otra mitad en el exilio. Lo
fueron como elecciones autonómicas y debidas a la presión de la Unión
Europea. Es obvio que la consulta no favorece al bloque nacional
español. Lo cual no obsta para que la vicepresidenta se la atribuya,
haciendo de necesidad virtud y pensando que la gente es tonta y no se
entera.
Desde
el primer momento, aun considerando las elecciones ilegales e
ilegítimas en la perspectiva de la legalidad catalana, los indepes
decidieron participar en ellas. Y desde el primer momento también se
entendieron como un referéndum en torno a la cuestión en debate,
independencia sí o no y, más en concreto, consolidación de la República
Catalana ya efímeramente proclamada o renuncia a la independencia. Es
decir, la consulta formalmente autonómica entre diversas opciones
políticas, dadas las circunstancias, se convertía en una elección
dicotómica, un referéndum de hecho.
Cierto
que los indepes han decidido ir por separado, en contradicción con su
idea de la consulta como referéndum, pero se han apresurado a explicar
que se trata de una opción táctica (determinar el apoyo real de cada
partido) que no empece la unidad estratégica. Es decir, las elecciones
del 21D son un referéndum desde el punto de vista de los indepes.
República Catalana sí o no.
Ahora también lo es para el bloque nacional español, según se desprende del lenguaje de El País.
Para este, el "bloque constitucionalista" empata con el
independentista. Semántica. Otros lo llaman "bloque del 155" y otros
"bloque nacional español" y hasta "triunvirato" (Rajoy, Sánchez,
Rivera). El nombre da igual. Lo importante es que todos hablan de
"bloque". Un "bloque" contra otro bloque. Una opción dicotómica. Un
referéndum, se le ponga el nombre que se le ponga.
Si los dos bloques empatan o uno de ellos gana al otro se verá el 21D y por cuánto.
Hay
en esta situación una enseñanza que serviría para algo si quienes han
protagonizado esta historia en los últimos años tuvieran una capacidad
mínima de autocrítica.
¿Acaso
no es evidente que todo el desbarajuste organizado para evitar un
referéndum de autodeterminación pactado no ha servido para nada? ¿No lo
es que las represiones, los apaleamientos, las intervenciones, los
procesos, las algaradas, las agresiones, los encarcelamientos, el
exilio, la parálisis de las administraciones, etc., nos han llevado
precisamente el punto que pretendían evitar, la celebración de un
referéndum de autodeterminación?
¿No
lo es que quien se ha visto obligado a convocar un referéndum que trató
de suprimir a toda costa, incluida la violencia, debiera dimitir? Como
debiera haberlo hecho mucho antes a cuenta de los sobresueldos.
Pero
la política de la derecha consiste en enfrentarse a los hechos
cambiándoles el nombre. Se trata de unas elecciones autonómicas, no de
un referéndum. Para ella, este empecinamiento es base suficiente para
justificar su actitud según sea el resultado. Dicho de otro modo, si el
resultado es favorable a la República Catalana, el bloque nacional
español querrá no aceptarlo y, para ello, habrá de prorrogar ya sine die el artículo 155, lo cual llevará al país a un conflicto con Europa.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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