El soterramiento del ferrocarril en Murcia no es solo la
inversión en obra pública más cuantiosa de la Región (600 millones de
euros). Es también el asunto que ha originado la mayor polémica social
de los últimos años. Después de una eternidad reclamando a la sordina el
enterramiento de las vías, la Plataforma dirigida por Joaquín Contreras
no solo ha conseguido hacerse oír, dentro y fuera de Murcia, sino que
ha empujado a la Administración a agilizar los trabajos, a darles
respaldo presupuestario y a modificar el proyecto técnico hasta
ajustarlo a sus exigencias. No recuerdo otra movilización social tan
exitosa como esta, capaz de congregar un sábado a 50.000 manifestantes y
de pasear su llama por las calles de Murcia durante más de 60 noches
seguidas.
Es innegable que la Plataforma Pro
Soterramiento vive los quince minutos de fama a los que Andy Warhol se
refería en una de sus frases de camiseta. Pero la celebridad del
movimiento vecinal corre en paralelo a la inquietud de amplias capas de
la sociedad de Murcia, que se está mostrando en esto como una sociedad
silenciosa, al igual que una buena parte de Cataluña fue durante la
efusión separatista una sociedad silenciada. La obstinación en oponerse a
que el AVE entre por una vía provisional en superficie mientras se
realiza el soterramiento –pese a que el agujero está ya a punto de
cavarse– suscita en mucha gente el temor a que la beligerancia
persistente de la Plataforma acabe también por frenar el AVE en tanto no
venga soterrado, lo que obligaría a esperar varios años más para viajar
a Madrid en menos de cuatro horas.
Ningún colectivo
cohesionado, influyente, reconocible y libre de sospecha política ha
salido del caparazón para darle o quitarle razones a la Plataforma,
circunstancia que ha llevado al alcalde Ballesta a echar en falta en
algunos de sus discursos una sociedad civil que actúe de contrapeso al
colectivo de los barrios del sur. Pero el alcalde no ha bajado de un
OVNI, y sabe bien que sería una quimera esperar que la sociedad civil
interrumpa su letargo para manifestarse masivamente a favor o en contra.
No lo hará, porque la sociedad civil no existe.
Patronales del turismo y
la hostelería y la Unión de Federaciones Deportivas abandonaron por un
momento el espacio de confort en el que habitan para suscribir el
manifiesto ‘Soterramiento. Esta vez, sí’, de la Federación de
Asociaciones Vecinales de Murcia (FAVMurcia), un documento que, en
síntesis, exige también el enterramiento de las vías, pero que a la vez
plantea –y en esto disiente de la Plataforma– que el AVE llegue cuanto
antes por la vía provisional que Adif ha previsto.
Y en la misma
dirección se han movido igualmente la práctica totalidad de las
organizaciones empresariales y un buen grupo de colegios profesionales.
Ahora bien, todas estas entidades se articulan en torno a la defensa de
intereses gremiales o corporativistas, razón por la cual en ningún caso
puede decirse que representen a una masa crítica que pudiera
identificarse con el concepto comúnmente aceptado de sociedad civil o
que, cuando menos, se aproxime al significado de un hermoso vocablo
árabe utilizado en la huerta, ‘jaricar’, que la asociación Jarique hace
suyo en su objetivo de reforzar la identidad cultural del ‘País
Murciano’, y que viene a describir la unión de hilas de agua por un
mismo canal para regar mejor las tierras de todos.
Lejos de tan bucólico
propósito de unidad de acción, resulta que algunas de las entidades que
han respaldado o censurado el proyecto del soterramiento se hallan
entreveradas por los partidos políticos, de tal suerte que sus
pronunciamientos nacen contaminados.
La federación vecinal FAVMurcia
está presidida por un ex director general del PP, lo que hace difícil
acreditar la sinceridad de su posicionamiento; y lo mismo sucede, del
otro lado, con la Federación de Asociaciones Vecinales de Barrios y
Pedanías, volcada sin ambages en favor de la Plataforma, pero que cuenta
en su directiva con un exconcejal del PSOE. ¿A cuál de estas
federaciones secundar, desde la no militancia y la buena fe ciudadana?
¿A qué organización de defensa de los consumidores apuntarse si algunas
de ellas se disputan en los tribunales las magras subvenciones públicas
de las que depende su subsistencia?
¿Dónde están las universidades públicas?
¿Y dónde los intelectuales?
¿De
qué sociedad civil hablamos en una región pequeña en la que todo el
mundo se conoce y nadie quiere pisar callos? ¿Quién queda por ahí capaz
de poner voz a las inquietudes sociales de naturaleza transversal?
¿Cuándo se ha visto a la sociedad entera movilizarse frente a la
destrucción dolosa del Mar Menor, descontado el loable esfuerzo de una
pequeña plataforma que realiza una labor impagable para salvar la laguna
de la asfixia? ¿Dónde están las universidades públicas, y dónde los
intelectuales, cuando, por ejemplo, se destapan desviaciones del poder?
La mayoría de los grupos sociales surgidos en Murcia con vocación
aglutinadora mueren prematuramente o viven en estado de hibernación, sin
divulgar opiniones comunales capaces de avivar un espíritu crítico y
propiciar, llegado el caso, una reacción social audible y útil como la
que ha logrado galvanizar la Plataforma Pro Soterramiento. El veterano
Foro Ciudadano, situado a la izquierda política, está en proceso de
recomposición, y el último de sus habituales informes sobre ‘El otro
estado de la Región’ data de 2014. Seniors Clubs sufrió una desbandada
general al saberse que su presidente encaminaba sus pasos personales
hacia un partido en ciernes.
La heterogeneidad de Pluralia, que sobre el
papel era el más prometedor de los grupos emergentes, le dificulta
mojarse en asuntos conflictivos, así que se limita a elaborar sesudos
informes para vestir estanterías. ‘Los espectadores’, un equipo de corte
moderado compuesto por 16 jubilados que en su día fueron influyentes en
sus respectivos ámbitos profesionales, constituye hoy lo más parecido a
un ‘lobby’ en la escena regional. Desde hace cuatro años, publica cada
sábado en ‘La Verdad’ un artículo pegado a la actualidad, el último de
ellos, ayer, precisamente para defender el soterramiento y la llegada
provisional del AVE.
Hay más grupos que podrían
contribuir a despertar conciencias y evitar que Murcia caiga en la
anomia social, pero admitamos que la mayoría de ellos están infiltrados
por intereses partidistas y que otros solo despiertan de la siesta al
toque de cornetín. Tal es el panorama en Murcia, donde la Plataforma de
Joaquín Contreras se yergue, triunfante, en solitario. Y sin nadie que
le tosa, so pena de arriesgarse a verse asaeteado en las redes sociales.
(*) Columnista
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