Sigo en la tarea de rastrear hacia atrás
ese trabajo de clandestinidad organizada de miles de ciudadanos
catalanes, muchos de Ómnium y la ANC, que hizo posible el extraordinario
referéndum del 1 de octubre, cuya dimensión política y moral se
acrecentó con la cruel, sanguinaria e inútil intervención de las fuerzas
antidisturbios. Imágenes de una violencia extrema sobre personas y
cosas que han dado la vuelta al mundo.
Solo Rajoy, sus ministros y el
Rey parecen no haberlas visto. Como no han visto que, a pesar de la
brutalidad policial, el referéndum se celebró. Habiéndose realizado, la
Generalitat lo considera vinculante y piensa materializarlo el próximo
lunes, 9 de octubre. Tan dispuesto está el gobierno a impedirlo que ha
enviado por delante a su vanguardia del Tribunal Constitucional a
suspender un pleno del Parlament que aún no se ha convocado. Y no
debiera ponerse tan nervioso. Al fin y al cabo, una DUI producto de un
referéndum que no se ha producido carece de toda importancia.
El
referéndum y sus consecuencias siguen siendo la comidilla de todos los
mentideros, cenáculos, cabildeos y deliberaciones. Están en todas las
teles (excepto en TVE en donde suelen pasar pogramas de sopas), radios,
diarios, redes. Menos visible, como corresponde, ese otro trabajo previo
de miles de voluntarios, creando una organización clandestina capaz de
burlar los llamados "servicios de información del Estado" y tenerlo todo
preparado para aparecer a las 07:00 del día 1 de octubre en los más de
2100 puntos de votación en toda Cataluña.
La crónica de El Plural
hace referencia a las organizaciones clandestinas durante el franquismo
y seguro que muchos de los más viejos (comprendidos entre los 65 y los
80 años) que son el 30% de Ómnium, por ejemplo, revivieron tiempos
mozos. Y también darían sabios consejos en cuestiones importantes en la
lucha clandestina: nombres de guerra, citas de seguridad, puntos de
vigilancia, uso de claves, etc.
Ellos, en cambio, se habrán adiestrado
en las posibilidades de las nuevas tecnologías, mensajes encriptados,
uso de redes seguras, claves en tuiter, medios de geolocalización, etc.
Vamos, un trabajo que tiene al autor casi flipando porque el secreto
guardado entre miles de personas no se rompió nunca y, al final, la
policía consiguió confiscar cuatro urnas de un total de 6.000 y eso
cuando llegaban al colegio. Los recuerdos de diferentes resistencias se
avivan.
Algunas
papeletas, diez millones, se imprimían al otro lado de la frontera, en
una imprenta de la Catalunya Nord, en Elna, y entraban luego en
vehículos privados por la carretera de Le Perthus. Como en La guerre est finie
pero en proporciones industriales. A su vez, en esta parte de los
países catalanes, la causa era la misma. Por eso, aportan un vídeo
estupendo de cómo se imprimían las papeletas, se embalaban, se cargaban
en coches particulares o furgonetas blancas, cruzaban la frontera con
contraseñas, se distribuían por toda Cataluña, en casas también
particulares, negocios, hasta iglesias y cómo se guardaban hasta el día
D.
Merece la pena verlo.
Sin
duda, una revolución centralizada, muy porosa y diseminada por toda la
sociedad, interprofesional e intergeneracional que empezó en serio hacia
2010, el año de la famosa sentencia del TC, y se manifestó en los
meses, semanas últimas antes del referéndum que ha sacado de quicio al
gobierno español, cuya imagen ha quedado literalmente machacada a los
ojos del mundo entero.
La
CNN también ha emitido un reportaje sobre los preparativos el
referéndum muy interesante pero cuyo enlace he extraviado y en el que
hablan con voluntarios de la ANC con responsabilidades organizativas,
preguntándoles cómo se distribuyeron las urnas y las papeletas. Las
respuestas coinciden con las de otros casos: relaciones personales,
captación de otros seguidores por redes de amistades, encuentros
secretos. Un movimiento organizado que posibilitó un acto de
desobediencia masivo de millones de personas que el Estado, empleándose a
fondo, no ha conseguido evitar. Una revolución.
Un Estado que solo puede imponer su ley a porrazos no tiene cabida en la Europa democrática.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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