¿Os confieso una cosa? Hoy hay que hablar de soterramiento, y yo no sé
qué decir. Han pasado más de cinco años desde que el gabinete de Rajoy
decidió (gracias a la mansedumbre de nuestros gobiernos regional y
local) que Murcia merecía muro y superficie. Desde entonces, como tantos
vecinos y siguiendo las iniciativas de la Plataforma Prosoterramiento,
he hecho cuanto estaba en mi mano para impedir la aberración.
Como
vocal en la junta de uno de los distritos afectados (el del Infante),
preparé hasta tres mociones contra el plan. Me he plantado en las vías
todos los martes que he podido, he asistido a todas las manifestaciones.
En este espacio he denunciado a los culpables docenas de veces, así
como en redes, en intervenciones públicas y en toda ocasión que se me ha
presentado, muchas veces frente al disgusto de periodistas que veían
colarse las ´palabras prohibidas´ (soterramiento, superficie,
incumplimiento) en donde preferían silencio.
Ahora que las obras
del muro avanzan finalmente hacia la ciudad, ahora que se anuncia la
construcción de los pasos elevados para peatones en pasos a nivel como
el de Santiago el Mayor, a mí no me quedan ya nuevas palabras ni nuevos
argumentos, y tengo la sensación de que el cansancio y el paso del
tiempo, tras cinco años largos de movilización, es una de las armas con
que tratan de colarnos esta obscenidad de partir la ciudad en dos,
hacernos apencar a los vecinos del lado sur con una infraestructura que
nos condena al puro subdesarrollo.
También ha sido éste un lustro
de manipulación, falsedad y promesas incumplidas. Mientras ciudades
como Orihuela, Logroño o Langreo iban inaugurando o aprobando sus
estaciones soterradas y el trámite para traicionar a Murcia iba
confirmándose, no sé cuántas veces hemos tenido que sufrir anuncios
triunfales en portada –con el futuro perfecto de las notas de prensa del
Gobierno regional– que al poco quedaban en nada. Soluciones
estrafalarias que nunca han pasado de mero proyecto, como la de la
estación provisional en Los Dolores o la ´montaña rusa´ a la altura de
Torre de Romo, iban apareciendo con ademán de trilero, y «enviados
especiales» con cargo iban sucediéndose para asegurarnos soluciones
definitivas, solo unos meses antes de decir digo y emigrar a la dorada
prejubilación.
No saber qué decir no significa, por desgracia
para nuestros mandantes, no saber qué hacer. Si hasta ahora nuestras
razones se han estrellado contra el trámite a marchamartillo para elevar
los muros del AVE sin soterrar, esta vez esos martillos son
perfectamente audibles desde la ciudad. Contra esa aberración de cemento
muere, también, la campaña de despiste puesta en marcha por los
bochornosos políticos que padecemos. Tal vez el tiempo de la
argumentación a distancia ha pasado ya. Nos vemos esta tarde en el paso a
nivel de Torre de Romo. Y no olvidéis la tiendecica de campaña, porque
esta vez nos quedamos.
(*) Filólogo, político y escritor
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/09/06/campamento-soterramiento/857848.html
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