Rajoy había anticipado semanas atrás las características
que debía reunir el nuevo ministro de Economía. Una persona
“competente”, “con ilusión y capacidad de trabajo” y que “no tuviera que estudiarse los temas que iba a encontrar encima de la mesa”.
Con estos requisitos, De Guindos elevó al presidente del Gobierno los nombres de Román Escolano y Emma Navarro.
Según ha podido saber
El Confidencial Digital por
fuentes con acceso a la Moncloa, Mariano Rajoy tuvo claro, desde el
primer momento, que iba a decantarse por el vicepresidente del Banco
Europeo de Inversiones.
Recordó que Escolano ya había dado muestras de anteponer otras prioridades al dinero. En 2012 decidió dejar otro cargo mejor remunerado, el de director de Relaciones Institucionales de BBVA,
por la presidencia del Instituto de Crédito Oficial, lo que le suponía
volver al Gobierno tras su etapa en Moncloa con José María Aznar.
Al aceptar ahora la propuesta, el nuevo ministro de Economía asumía una pérdida de ingresos mensuales de, al menos, 18.000 euros hasta septiembre de 2020.
El BEI planteó resistencia hasta el final
Sin embargo, según las fuentes consultadas por
ECD, el nombramiento de Román Escolano
no ha sido un camino de rosas. Una de las consecuencias más graves ha
estado a punto de suponer un nuevo golpe a la representación económica
internacional de España.
El BEI se resistió a prescindir de su
vicepresidente hasta el final. El nuevo ministro de Economía fue
designado en 2014 como número dos del BEI, tras la dimisión de Magdalena Álvarez.
Antes de la vuelta de Escolano a Madrid, el Gobierno se apresuró a afirmar que confiaba en que España podría mantener este puesto en el Banco Europeo de Inversiones hasta 2020.
Pero surgió entonces otro obstáculo inesperado. España comparte ese asiento con Portugal y el Gobierno luso debía aceptar el nuevo candidato propuesto por Rajoy.
Portugal se cruzó en las conversaciones
Las fuentes a las que ha tenido acceso
ECD
revelan que Moncloa recibió el aviso de que el Ejecutivo del socialista
Antonio Costa se disponía a aprovechar la salida de Román Escolano para
reclamar el puesto.
El pacto con Portugal establece que España tendrá dos turnos
y después le corresponde ocupar el cargo a Portugal. España tiene una
de las ocho vicepresidencias del BEI desde que en 2010 accedió al cargo
Magdalena Álvarez. Debía permanecer hasta 2015. Pero dimitió en 2014
ante la confirmación de su imputación por los ERE de Andalucía.
Entonces la plaza en el consejo del BEI no pasó a Portugal, ya que la ocupó Ramón Escolano, otro español. Y, en principio, se pactó con Portugal que la mantendría hasta 2020.
Sin
embargo, la norma del BEI estipula que el candidato “será nombrado por
el Consejo de Gobernadores del BEI, de acuerdo con la propuesta conjunta
del Reino de España y la República de Portugal”. Y Lisboa ha alegado
ahora que el Gobierno de Zapatero había planteado problemas en 2010,
cuando el representante portugués dejó su puesto.
El BEI exigió la designación de una mujer
Así las cosas, el Banco Europeo de Inversiones se vio obligado a intervenir para lograr una propuesta conjunta de ambos países y recomendó a España la nominación de una mujer para el cargo.
Mariano Rajoy presentó entonces la candidatura de Emma Navarro, secretaria general del Tesoro. Había calibrado,
a través de “contactos discretos”
con altas personalidades del mundo económico, la aceptación que tenía
para el cargo de ministra de Economía. Y los resultados que cosechó
fueron positivos.
Consiguió desvestir un santo y vestir otro
Fuentes conocedoras de las conversaciones explican también a
ECD que Escolano había sido descartado
por el propio presidente en esa ronda de consultas que realizó al mundo
económico en los días previos al anuncio del nuevo ministro.
Luis de Guindos había presentado el nombre del vicepresidente del BEI para sustituirle en el puesto, pero Rajoy no acababa de ver su candidatura. Aseguraba que “era desvestir un santo para vestir otro”.
Solo
cuando lo tuvo todo atado con el BEI y Portugal, el presidente tomó la
decisión definitiva. En ese momento, podía anunciar que “lo que se
ganaba con la presencia de Luis de Guindos en el Banco Central Europeo, no se perdía en otra institución europea, el BEI”.
En caso contrario, sabía que la oposición, especialmente Ciudadanos, le reprocharía el movimiento.