lunes, 8 de noviembre de 2021

Cuando en Murcia se hablaba catalán


BARCELONA.- Biar (entonces frontera entre el reino de Valencia y el emirato de Murcia), 6 de noviembre de 1264. Hace 757 años. Las tropas catalanas del conde-rey Jaime I iniciaban la conquista del emirato de Murcia. Aquella operación militar culminaría dos años después (1266) con la toma del territorio murciano, la expulsión de buena parte de la población musulmana hacia el reino nazarí de Granada y el establecimiento de 10.000 colonos militarizados catalanes, que trasplantarían su lengua y su cultura, según recuerda el digital catalán y catalanista www.elnacional.cat.  

 Durante tres siglos (XIII en XVI) el catalán fue la lengua mayoritaria del reino cristiano y castellanoleonés de Murcia, sobre todo en las principales ciudades: Murcia, Cartagena y Orihuela (que formó parte hasta 1308). Pero, a partir de 1500, el catalán de Murcia sería progresivamente desterrado por el castellano hasta desaparecer. ¿Qué pasó con el catalán de Murcia?

¿Murcia, en la zona de proyección catalana o castellana?

Los Tratados de Cazorla (1239) y de Almirra (1244) delimitaban la expansión catalanoaragonesa y castellanoleonesa sobre la línea Busot-Biar-la Vila Joiosa (en el norte de la actual provincia de Alicante), y siguiendo la divisoria de las antiguas provincias romanas y visigóticas, Tarraconense y Cartaginense. 

Eso quiere decir que los territorios de los valles de los ríos Vinalopó y Segura y del Campo de Cartagena —es decir, el emirato de Múrcia— quedaban reservados a la expansión castellanoleonesa. Incluso, en el transcurso de la negociación y firma de aquellos tratados, el emirato murciano se había puesto bajo la protección de la Corona castellanoleonesa a cambio del pago de unas onerosas parias. Pero pasadas dos décadas (1264), el poder islámico murciano —aprovechando un escenario generalizado de revueltas en Castilla— se había rebelado contra la avaricia tributaria castellana.

¿Por qué los catalanes invadieron al emirato de Murcia?

El rey castellano Alfonso X, totalmente sobrepasado por los acontecimientos, solicitó la intervención de su suegro Jaime I, que se comprometió a cambio de compensaciones en forma de derechos y propiedades. Y así sería como se iniciaría la empresa catalana en Murcia. Estrictamente catalana, porque mientras que el estamento militar del Principat puso sus recursos bélicos al servicio de aquella empresa; las oligarquías aragonesas —como había pasado en Mallorca (1229) o como pasaría en Sicilia (1282)— se giraron de culo

Esta desgana aragonesa causaría una profunda decepción al conde-rey Jaime I que, acto seguido, proclamaría que "Catalunya era el mejor de los cinco reinos de España"; entendida España —en aquel momento y en aquel contexto— como un concepto geográfico de raíz romana —Hispania— que se refería al conjunto del territorio de la península Ibérica.

La colonización catalana

Según los Libros de Repartimiento (1271-1273), estudiados por los historiadores y catedráticos Torres Fontes y Gual Camarena; el porcentaje de repoblación quedaría de esta forma: en Murcia y en Cartagena, un 50% catalanes, un 20% castellanos y el resto de varios orígenes; en Orihuela, un 25% catalanes, un 20% castellanos, y el resto de varios orígenes; y en Alicante y en Elche, un 60% catalanes, un 20% castellanos y el resto de varios orígenes. 

Según las mismas investigaciones, de los 964 clanes catalanes que participaron en aquella empresa colonizadora, el 66% procedían de la Catalunya nueva (plana de Lleida, Camp de Tarragona y valle del Ebro catalán). Y el grupo de varios orígenes estaría formado por navarros, aragoneses, provenzales, ligures y lombardos. Concretamente los aragoneses representarían, tan solo, el 3% de los beneficiarios del reparto.

¿Los catalanes de Murcia, súbditos del rey castellano o del rey catalán?

Aquel fenómeno colonizador, que nos puede parecer de una gran singularidad; no era ninguna novedad. La transferencia de colonos de un dominio a otro había sido una práctica habitual entre los Estados cristianos peninsulares durante los primeros siglos de la mal llamada "Reconquista". En muchas ocasiones, la presión demográfica en aquellos pequeños Estados se aligeraba y se conciliaba con las empresas expansivas del vecino. 

Por ejemplo, en el siglo XI, Castilla había repoblado los valles de los ríos Arlanza y Arlanzón con vascos. Y al principio del XII, Aragón había repoblado los valles de los ríos Cinca y Matarraña con catalanes. Demasiadas poblaciones trasplantadas que, de la noche a la mañana, habían cambiado el sentido de la obediencia de un rey a otro; pero que no habían visto alterada su tradición cultural. Cuando menos, de forma inmediata. Y eso es lo que pasó con los catalanes de Murcia.

El desplazamiento de la frontera hacia el sur

Pero, en algunas ocasiones, estas transferencias masivas de población tenían algunas consecuencias. Cuando menos, eran un as en la manga para futuras reivindicaciones territoriales. Y eso, también, es lo que pasó con la colonización catalana de Murcia. Pasadas tres décadas (1296) y aprovechando un nuevo escenario de desgobierno en Castilla (la guerra civil que enfrentaba a los dos Fernandos —el niño y el de la Cerda— por el trono de Toledo); el conde-rey Jaime II (nieto de Jaime I) pactó una alianza con el segundo a cambio de la posesión del reino de Murcia

Y sin esperar al resultado del conflicto, desplazó la frontera hasta las aguas del río Segura e incorporó a sus dominios las ciudades y territorios de Alicante, de Elche y de Guardamar. En aquella operación militar, Jaime II contó con la complicidad de la población del territorio, mayoritariamente catalanohablante.

Lengua de calle, pero no de cancillería

Según el historiador y catedrático Rubio Garcia-Mina; entre los siglos XIII y XVI la nueva frontera no fue nunca una divisoria cultural: el catalán fue la lengua mayoritaria de las casas, de las calles, de las plazas, de las tiendas, de los obradores, de las alquerías, de los posos y de las barcas de Alicante y de Elche (Corona catalanoaragonesa) y de Murcia y de Cartagena (Corona castellanoleonesa). Un catalán muy próximo, fonéticamente, al de Valencia, al de Tortosa o al de Lleida

Pero en la parte castellana fue lengua de cancillería solo durante la breve dominación catalana (1296-1308), en tiempos de Ferrer de Cortell, alcalde general de Murcia. Después de la devolución parcial catalana (Murcia, Cartagena y Lorca), la cancillería de Toledo respondería con una profunda y radical castellanización de la administración murciana; el civil, la militar y la eclesiástica.

La herencia catalana

Esta realidad catalana, a ambos lados de la frontera (a pesar de los esfuerzos castellanos para liquidarla) se vería patente —entre otras cosas— por la existencia de un mismo corpus patronímico que ha trascendido a través de los siglos. Otra vez la investigación académica, relaciona una larga lista de apellidos catalanes entre los primeros pobladores cristianos de Murcia y de Cartagena que, en la actualidad, todavía son vigentes. 

Por ejemplo: Amalt,  Ferrer, Fuster, Bernat, Carboner, Castell, Martorell, Paner, Ripoll,  Torner, Deusevol, Argenter, Especier, Graner, Vaquer, Barber, u Ostalric. También el panocho (el dialecto local murciano) —a pesar de su continua aproximación al castellano durante los últimos cuatro siglos— contiene un porcentaje elevadísimo de palabras catalanas. Por ejemplo bajoca, melsa, minso, rosigó, rustidera o iuz (lluç).

¿Quién habla catalán, actualmente, en Murcia?

El panocho fue una lengua viva hasta bien entrado el siglo XVIII. Fue 'la lengua' en las alquerías de Murcia hasta la década de 1720, y en las de Orihuela y de Cartagena hasta la de 1750. En aquel momento ya era un dialecto híbrido —entre el catalán y el castellano— y en retroceso. En aquel contexto, aparecería la figura de Luis Belluga Moncada; obispo de Cartagena, virrey de Murcia y de Valencia y entusiasta partidario del régimen borbónico, que sería uno de los que más perseguiría el uso del panocho, asociándolo a la rusticidad y a la blasfemia.  

El catalán quedaría limitado a una pequeña comarca interior, donde actualmente todavía se vive, situada en el nordeste de Murcia, y denominada el Carxe; el último testimonio de una época en la que en Murcia se hablaba la misma lengua que en Valencia, que en Palma, que en Cagliari, que en Lleida o que en Perpinyà.

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