lunes, 13 de septiembre de 2021

Pedanías altas de Lorca: devastación física, política y moral / Pedro Costa Morata *

 


Han sido varias horas de recorrido, de descubrimientos, de sobresaltos y, sobre todo, de indignación, mucha indignación para la escueta expedición que montamos para fustigarnos con la indecencia de los consentidores del drama. 

Porque el entorno lorquino de las pedanías altas de Zarcilla de Ramos, Doña Inés, Coy y La Paca ya forma un a modo de planeta estéril y marginal que, pese a su austeridad climático-ambiental, un día no muy lejano reunió condiciones para la vida, tanto la humana como la naturalística, con sus verdes oasis de cimbreantes álamos en torno a las sonoras fuentes, siempre fieles y accesibles; sus discretos ríos de caudal salvífico, flanqueados de junqueras, cañaverales y espadañales; sus lagunas endorreicas y sus ramblas serpenteantes de espesa y muy verde vegetación; su vida alada, sus mamíferos compartiéndolo todo, su flora relicta y resistente, siempre bella…

Pero una visita actual sólo arroja devastación, consumada y en marcha, saqueo de las fuentes y de cualquier mancha verde anteriormente existente, terraplenados salvajes de laderas y de la red hidrográfica… todo ello con la marca omnipresente del abuso, la ilegalidad, la discrecionalidad general y el caos que imponen los empresarios del marraneo ubicuo e implacable, que comparten con sus cómplices, a la sazón, todas (¡todas!) las administraciones públicas, con las que se coaligan para menospreciar y saquear al territorio, a la biodiversidad, al paisaje…  y al ciudadano inerme.

El itinerario fue incompleto, pero ahí van estos datos, por si al fiscal de medio ambiente se le ocurre (que no creo) fijar su atención en estas tierras maltratadas por todas las figuras del Código Penal que versan sobre la protección del medio ambiente y el territorio; si se siente aludido y le pica el amor propio, déjese acompañar por los dignos ciudadanos de las asociaciones locales, que le llevarán por los caminos adecuados para que, pese a su natural indiferente, se le caigan los palos del sombrajo. 

Y señalo al fiscal De Mata (del que, como digo, no me fío ni un pelo, pero es lo que hay) porque los agentes del SEPRONA andan por allí de adorno, concitando una ira que alcanza, como debe ser, a su jefe supremo en la región, el coronel Arribas, de la Guardia civil (que pasa del asunto y se adapta a la inutilidad de sus seprónicos agentes y a la eficacia de la cadena depredadora general, sin trasladar la menor alarma de tanta delincuencia impune a su general o a la directora general del Cuerpo). 

Y miro a los guardianes de la Ley porque el Ayuntamiento de Lorca no ejerce en esas latitudes, entusiasmado como está por la invasión porcina y metido en vereda por un asesor, de nombre Antonio Ibarra –de cuyo poder da razón el que se le llame el “concejal Ibarra”–, principal apoyo de las trapacerías de los implacables criadores de la gran cerdada. 

Tampoco consta la intervención debida de la Confederación Hidrográfica del Segura, principal consentidora del caso que nos ocupa, y no digamos la Consejería ambiental de Antonio Luengo, cuya misión en la vida, de facto, es estimular en la medida de sus posibilidades todo tipo de atentados ambientales, como refleja su activa e impávida agenda diaria.

¡Pero si lo sabe todo el mundo, oigan! Si nosotros no descubrimos nada nuevo en una tierra bajo proceso de demolición de todos los valores que en su día llegó a poseer. 

¿Pero es que ustedes se van a creer que ni los guardas fluviales o forestales, ni la Guardia civil, ni los fiscales, ni la Policía municipal ignoran que el empresario Fernando Francés (FF, “el Francés”, como se le conoce por esos pagos) es el principal autor de esa lista de desafueros, en su mayor parte punibles (si hubiera punidores con ganas, desde luego), que ya ha adquirido varios miles de hectáreas con sus puntos de agua, que ha amasado unas cien mil cabezas de ganado porcino en decenas de granjas que atufan con olores insoportables y violan el paisaje con su insoportable perfil carcelario, que hace lo que le da la gana cuándo, dónde y cómo quiere, con el beneplácito general de quienes debieran pararle los pies? 

¿Se van a creer que nadie de esos dignos cuerpos y entidades tiene información del dique que FF ha hecho para cortar la corriente del río Turrilla y así retenerlo, bombearlo y aniquilarlo, haciendo desaparecer su corriente a partir del paraje de Don Gonzalo? ¡Este exitoso empresario se ha tragado el río Turrilla para que lo sorban sus cerdos! (¡Fiscaaal!).

O la depredación consumada, también en las Casas de Don Gonzalo, ese cortijo de hermosos edificios, comprado por FF, cuya hermosa fuente existente, que formaba un oasis con álamos poderosos y alegre vegetación, ha sido saqueada y su agua derivada, produciendo, entre otras cosas, la muerte de un álamo negro (P. nigra) milenario y catalogado, cuya ruina progresiva contemplaban todos los guardas de la zona sin decir ni pío. 

O los mordiscos que le está dando este mismo ínclito emprendedor al cerro del Tornajo, declarado de interés paleontológico, al que ha empezado a desmochar, y con una fuente histórica, la de Don Juan Pedro, a la que ya parece haberle echado el ojo con el fin de bebérsela entera. 

O la técnica empleada para hacer desaparecer del paisaje esas resistentes manchas de pino repoblado que compra, cerca y deja invadir por sus ganados ovinos que, amontonados, los sobreexplotan, machacan y desecan, por eliminar obstáculos. 

O la acumulación de los purines donde mejor le viene en gana a tan privilegiado empresario, riéndose de la normativa de gestión, que impone estrictos estándares tanto para las emisiones del amoníaco como para la superficie de asimilación de esa porquería (¡normativas a FF!).

También en el Tornajo hay dos grandes granjas, terminadas y declaradas ilegales (cosa rara, porque hay otra muchas, no menos ilegales), sobre las que pesa incluso una orden de demolición, supongo que más por un descuido administrativo que por la voluntad municipal de que se cumpla la ley. Pero me apuesto con ustedes lo que quieran a que ni se derriban ni tardan en ser legalizadas y santificadas, como gesto de “buena voluntad” de unos y otros. Apuesten, venga.

Pero, ¿es que no vamos a ver nunca, en esta Región desesperante, el menor punto de inflexión en la poca vergüenza y en la irresponsabilidad de los implicados en tanto desastre (como este de Lorca, con su millón u medio de cerdos)? 

¿Hay que doblegarse siempre a las iniciativas y ocurrencias de empresarios codiciosos que actúan tan creídos, y sin que les falte razón, de que tienen de su parte a toda la red de poderes públicos que necesitan dominar? 

¿Qué pueden hacer los ciudadanos que se sienten insultados y humillados por este espectáculo empresarial, político y policial, y desconfían por experiencia de los fiscales y de la intervención de la justicia?

La marranería avanza y se extiende por toda la geografía, por las instituciones y por las conciencias. Y hasta la Comunidad de Regantes de Campo Alto, en La Paca, que disfrutó de un suministro de agua de emergencia desde la empresa municipal Aguas de Lorca, ahora trajina (me hablan de Juan García Corbalán, más conocido como Juanillo, un lince) para consolidar esto y hacer negocio con ese suministro a las granjas porcinas (con agua de la red pública y con la aquiescencia del Ayuntamiento, mayoritario en la concesionaria). 

Y a todo esto, miles y miles de criaturas sienten y sufren, hacinadas para ser sacrificadas y enviadas, previo despiece, a la China voraz, sin que inspiren el menor sentimiento de compasión y deshonra en nuestra sociedad.

Hay que apartarse de este horror, hay que hacerlo, tenemos que hacerlo. Que toda esta ignominia quede señalada, para mejor perseguirla y derrotarla.


(*) Activista ambiental, ingeniero, sociólogo y profesor universitario

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