Daniel Cáceres Hernández-Ros nació en 1945 en Salas (Oviedo), donde su padre ejercía de notario, y
tras su fallecimiento, años después, Daniel Cáceres regresó a Murcia con
su madre y hermanos, donde establecerían ya para siempre su residencia,
en la que su conocida familia Hernández-Ros era una verdadera
institución. Una madre virtuosa, María Teresa, arropada por la familia,
que llegó a ser longeva y que sacó adelante y educó ejemplarmente a sus
siete hijos, todos como él, competentes profesionales.
Formado
en el colegio de Capuchinos en su infancia, cursó los estudios
universitarios de Derecho en la Universidad de Murcia con excelente
expediente, a cuyo término marchó a Madrid, como era imprescindible
entonces, para preparar las oposiciones de Registros.
Retornó a Murcia
en 1972, e ingresó en el cuerpo de Registradores en las oposiciones de
los años 1973/1974, por el Registro de Olvera-Grazalema y posteriormente
por los de Mancha Real, Vera y Yecla, hasta llegar a Murcia en 1985,
donde desempeñó el cargo de Delegado Provincial de Murcia desde 2006 a
2010. En esos años sacó a relucir sus habilidades para el trato con las
instituciones y su talante constructivo y dialogante. Se jubiló en el
año 2016.
Tuvo en su momento ofrecimientos para colaborar en la
sede central del Colegio Nacional, ofertas que siempre aparcó por su
apego a la tierra y especialmente a la familia –su mujer Mercedes, muy
unida a él y sus cuatro hijos (Mercedes, Daniel, Juan y Javier), y
últimamente nietos, que cariñosamente idolatraba–. En algunas ocasiones
de trascendencia, Daniel hacía llegar su opinión para su posible toma en
consideración.
En todos los destinos, dada su educación y
amabilidad, tenía amigos y echaba fácilmente raíces, que luego se
traducían en amistades duraderas, y que a la larga, ya en Murcia,
motivaban periódicas visitas.
Como aficiones, quizás la mas
intensa fue el mar. Primero el Mediterráneo de su infancia en Torrevieja
y la pesca desde los muelles del puerto, las rocas o el faro.
Posteriormente, en La Ribera, el Mar Menor y sus cálidos baños,
convertido en un experto de sus numerosas y en ocasión exclusivas
especies marinas. Esta era parte de su faceta humana, como lo era la
tertulia entre amigos.
Profesionalmente fue muy competente en la
puesta al día de las reformas legislativas y en la búsqueda de
soluciones a los diversos problemas que se planteaban, aconsejando las
actuaciones necesarias para lograr el amparo registral de los negocios
jurídicos sobre la propiedad inmobiliaria. Eficaz organizador y
trabajador constante, no había día que no estuviese a disposición del
público en su despacho de Centrofama.
Donde su trabajo fue también
impagable durante cerca de veinte años fue en la puesta en marcha con
otros tres compañeros de lo que sería la primera academia en Murcia de
preparación de oposiciones de notarías y registros, que evitaría los
traslados a Madrid y a la que se incorporaron estudiantes, además de la
Región, de Alicante, Almería, Albacete y otras provincias, hasta
alcanzar un número cercano a los cien alumnos, a cargo de más de una
docena de preparadores, que desinteresadamente formaban en sus horas
libres promociones de uno y otro cuerpo con entera dedicación, y que hoy
en día con mayor mérito, por la proliferación de legislación y
complejidad jurídica, subsiste y siguen llevando a cabo con éxito los
actuales compañeros con la misma entrega y generosidad.
Huía del protagonismo
En
reconocimiento de sus cualidades y servicios le fue concedida por el
Ministerio de Justicia en 1988 la Cruz de San Raimundo de Peñafort, que
recibió con orgullo dentro de su sencillez y humildad, en un homenaje
generalizado de compañeros y amigos. La modestia profesional y humana
era característica de su ser. Huía del protagonismo, su comportamiento
era templado y serio, pero de exquisita educación.
No se puede
ocultar el enorme depósito ético que acumulaba en su vida, en su respeto
al prójimo y a los principios de actuación, en la profesión y en el
trato humano. Hombre de fe, ha conservado hasta su declive la entereza y
entrega, en una contenida lucha con su vida diaria, y apoyado en sus
firmes principios éticos y religiosos.
Las limitaciones
condicionantes del momento han impedido la última despedida y el
momento próximo de reflexión personal, compartiendo sentimientos con su
doliente familia, pero nada puede ya disminuir o borrar cuanto de bueno
había en su persona y habíamos compartido a lo largo de su vida, ni la
esperanza de un reencuentro como hermanos.
(*) Registrador
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