jueves, 9 de abril de 2020

Un servidor público con principios y una gran persona / José Tomás Bernal-Quirós *

Daniel Cáceres Hernández-Ros nació en 1945 en Salas (Oviedo), donde su padre ejercía de notario, y tras su fallecimiento, años después, Daniel Cáceres regresó a Murcia con su madre y hermanos, donde establecerían ya para siempre su residencia, en la que su conocida familia Hernández-Ros era una verdadera institución. Una madre virtuosa, María Teresa, arropada por la familia, que llegó a ser longeva y que sacó adelante y educó ejemplarmente a sus siete hijos, todos como él, competentes profesionales. 
 
Formado en el colegio de Capuchinos en su infancia, cursó los estudios universitarios de Derecho en la Universidad de Murcia con excelente expediente, a cuyo término marchó a Madrid, como era imprescindible entonces, para preparar las oposiciones de Registros. 

Retornó a Murcia en 1972, e ingresó en el cuerpo de Registradores en las oposiciones de los años 1973/1974, por el Registro de Olvera-Grazalema y posteriormente por los de Mancha Real, Vera y Yecla, hasta llegar a Murcia en 1985, donde desempeñó el cargo de Delegado Provincial de Murcia desde 2006 a 2010. En esos años sacó a relucir sus habilidades para el trato con las instituciones y su talante constructivo y dialogante. Se jubiló en el año 2016.

Tuvo en su momento ofrecimientos para colaborar en la sede central del Colegio Nacional, ofertas que siempre aparcó por su apego a la tierra y especialmente a la familia –su mujer Mercedes, muy unida a él y sus cuatro hijos (Mercedes, Daniel, Juan y Javier), y últimamente nietos, que cariñosamente idolatraba–. En algunas ocasiones de trascendencia, Daniel hacía llegar su opinión para su posible toma en consideración.

En todos los destinos, dada su educación y amabilidad, tenía amigos y echaba fácilmente raíces, que luego se traducían en amistades duraderas, y que a la larga, ya en Murcia, motivaban periódicas visitas.

Como aficiones, quizás la mas intensa fue el mar. Primero el Mediterráneo de su infancia en Torrevieja y la pesca desde los muelles del puerto, las rocas o el faro. Posteriormente, en La Ribera, el Mar Menor y sus cálidos baños, convertido en un experto de sus numerosas y en ocasión exclusivas especies marinas. Esta era parte de su faceta humana, como lo era la tertulia entre amigos.

Profesionalmente fue muy competente en la puesta al día de las reformas legislativas y en la búsqueda de soluciones a los diversos problemas que se planteaban, aconsejando las actuaciones necesarias para lograr el amparo registral de los negocios jurídicos sobre la propiedad inmobiliaria. Eficaz organizador y trabajador constante, no había día que no estuviese a disposición del público en su despacho de Centrofama.

Donde su trabajo fue también impagable durante cerca de veinte años fue en la puesta en marcha con otros tres compañeros de lo que sería la primera academia en Murcia de preparación de oposiciones de notarías y registros, que evitaría los traslados a Madrid y a la que se incorporaron estudiantes, además de la Región, de Alicante, Almería, Albacete y otras provincias, hasta alcanzar un número cercano a los cien alumnos, a cargo de más de una docena de preparadores, que desinteresadamente formaban en sus horas libres promociones de uno y otro cuerpo con entera dedicación, y que hoy en día con mayor mérito, por la proliferación de legislación y complejidad jurídica, subsiste y siguen llevando a cabo con éxito los actuales compañeros con la misma entrega y generosidad.

Huía del protagonismo

En reconocimiento de sus cualidades y servicios le fue concedida por el Ministerio de Justicia en 1988 la Cruz de San Raimundo de Peñafort, que recibió con orgullo dentro de su sencillez y humildad, en un homenaje generalizado de compañeros y amigos. La modestia profesional y humana era característica de su ser. Huía del protagonismo, su comportamiento era templado y serio, pero de exquisita educación.

No se puede ocultar el enorme depósito ético que acumulaba en su vida, en su respeto al prójimo y a los principios de actuación, en la profesión y en el trato humano. Hombre de fe, ha conservado hasta su declive la entereza y entrega, en una contenida lucha con su vida diaria, y apoyado en sus firmes principios éticos y religiosos.

Las limitaciones condicionantes del momento han impedido la última despedida y el momento próximo de reflexión personal, compartiendo sentimientos con su doliente familia, pero nada puede ya disminuir o borrar cuanto de bueno había en su persona y habíamos compartido a lo largo de su vida, ni la esperanza de un reencuentro como hermanos.


(*) Registrador 



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