Uno escucha hoy al consejero de Fomento, responsable de Transportes, José Ramón Díez de Revenga, y le reverberan las palabras de José Ballesta en 2008, cuando el actual alcalde de Murcia
ocupaba ese mismo cargo en el Gobierno de Valcárcel. Han transcurrido
doce años, y estamos en lo mismo. Lo que dice Díez de Revenga más de una
década después es lo mismo que decía Ballesta en su día, pero lo
curioso es que el actual consejero parece decir lo que dice como
reproche a Ballesta en su actual condición de alcalde.
En
síntesis, si atendemos a las hemerotecas, es que no se ha hecho nada en
una década, y ahora Díez de Revenga nos viene con un discurso antiguo
como si fuera novedoso. El actual consejero ni siquiera tendría la
excusa de López Miras para estos casos («yo estaba
tocando la flauta cuando se hablaba de tal cosa»), pues antes de ser
consejero fue director general de Transportes y tenía encomendada la
tarea específica de la modernización de la movilidad urbana. ¿Qué ha
estado haciendo Díez de Revenga hasta llegar al día de hoy en que parece
que todo empieza desde cero, con el proyecto de organizar en dos años
un plan de actualización del transporte en la Región y especialmente en el municipio de Murcia?
Nada ha cambiado para las empresas concesionarias
y menos, a no ser a peor, a mucho peor, para los usuarios, desde que en
2009 se aprobara la Ley de Modernización y en 2015 la Ley del
Transporte, obligadas ambas iniciativas por las exigencias de la Unión
Europea. Es fácil aprobar leyes; desarrollarlas y cumplirlas es otra
cosa. Tiene gracia que en 2016, una enmienda parlamentaria del PSOE, aceptada por Ciudadanos en la etapa en que este partido no se acantaba ante el PP y con la aprobación de éste por seguimiento de la concordia con Cs
que entonces le convenía, incrementara los recursos públicos para la
redacción de un plan director integral del transporte en la Región de
Murcia.
Díez de Revenga, en su etapa como director general, ha
dispuesto, pues, de partidas habilitadas y, sobre todo, tenía la
encomienda política para ingeniar un nuevo modelo en la gestión del
transporte público urbano. Pero nada hizo. Y nada es nada. Si hizo algo, debería explicarlo, pero no puede, porque hizo nada.
La prueba es que ahora lo tiene todo por hacer. Y es como si empezara
de cero. Con el discurso de Ballesta de 2008. Estamos en 2020, y nos
encomienda para 2022.
En doce
años, desde que a las Administraciones les pisaban los pies las nuevas
directivas europeas sobre el sector, hubo tiempo y recursos para
establecer un diseño para Murcia capital y el conjunto de la Región,
pero estaban en otras cosas. Tanto es así que se ha cumplido el plazo
para las concesiones a las empresas públicas y han debido prorrogar los
contratos, tal y como éstas preveían.
Es la tónica general de la
Administración popular; véase el caso de la televisión autonómica. La
concesiones caducan y los concursos para renovarlas salen cuando no hay
más remedio, de prisa y corriendo, aunque los amiguetes suelen estar
siempre advertidos. ¿Cómo explican el retraso en la emisión de
las bases concursales del transporte? ¿Qué o quiénes les han impedido
actuar a tiempo?
No lo sabemos, pues el texto administrativo
sobre la prórroga decretada no está al alcance de los ciudadanos en la
página de Transparencia de la Comunidad Autónoma. Sería interesante
comprobar cómo justifican su propia inoperancia. ¿A qué achacarán el
retraso cuando nadie les impedía iniciar el concurso?
En este asunto hay algo claro: Pedro Sánchez no es el responsable.
Lo de los autobuses urbanos debe ser en lo único que Sánchez no puede
perjudicar a los murcianos, pues carece de competencias. Pero para eso
está el Gobierno regional, que las tiene todas. La discrecionalidad
sobre transporte urbano corresponde a las Administraciones autonómica y
locales, de modo que esta vez Díez de Revenga debe contener sus dedos para salir a Twitter a echar balones fuera y
buscar culpables entre etarras, independentistas y comunistas.
La única
responsabilidad del desastre le corresponde a él. No desde ahora como
consejero, sino desde mucho antes como director general con encargo
específico de abordar la renovación y modernización. Pero como es
inconcebible que este consejero sea responsable de algo que no esté
boicoteado por el Gobierno nacional, sugiere sutilmente que el problema
es también cosa de Ballesta. Parece que el alcalde de Murcia debería
haber hecho un plan, pero Ballesta tal vez supone que el plan general
debiera haberlo diseñado Díez de Revenga. Y mientras tanto, el autobús
no llega a la parada ni de coña.
El intento de tomadura de pelo es
de traca. Basta revisar las hemerotecas para constatar que desde la
primera década del siglo XXI el Gobierno regional del PP nos anuncia con
gran solemnidad un proyecto inmediato de mejora del trasporte público
que se renueva verbalmente, en los mismos términos y conceptos, a cada
poco sin que jamás tenga consecuencia en la vida real de los ciudadanos.
A estas alturas se han gastado más pasta en estudios, proyectos,
planes, picos, palas y legones que en resolver las necesidades de
movilidad de la población. Y en esa línea persisten. Pero, oiga, hay que
admitir que Díaz de Revenga, como activista pepero, es un crack.
(*) Periodista
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