Hay veces en que a Fernando López Miras
le asiste la razón. El ejemplo más inmediato: cuando renuncia a
entrevistarse con Pedro Sánchez en la ronda que éste ha anunciado con
los presidentes de las Comunidades autónomas para consultarles sobre sus
pactos de Gobierno.
Si Sánchez debe hablar con Torra para pulsar el
apoyo a su insvestidura del partido de Puigdemont, que lo haga, pero
anunciar un rodeo con el resto de presidentes autonómicos para
justificar ese encuentro como una etapa más de la ronda es un ejercicio
de cinismo. Ni siquiera los presidentes autonómicos socialistas debieran
aceptar tamaño paripé por respeto a los ciudadanos de sus respectivas
Comunidades.
Y más cuando no tendría nada de extraño que Sánchez se
reuniera con Torra sin buscar otro pretexto que la necesidad del apoyo
del partido al que representa el presidente de la Generalidad catalana.
¿Qué pintaría López Miras en este rosario de consultas? El papel de
testigo falso, junto al resto de sus colegas autonómicos, para que
Sánchez justificara su entrevista con Torra como una convención validada
por el resto, cuando ni siquiera necesitaría esa envoltura.
Poco
importa que la decisión de López Miras obedezca, no ya a una resolución
personal, sino a la consigna nacional de su partido, pues en este caso
tal consigna es absolutamente lógica. Así se las ponían a Fernando VII.
Otra cosa en la que el presidente de la Comunidad ha acertado en los últimos días: la culpa del colapso del Mar Menor
corresponde a la sociedad murciana en su conjunto, ha dicho. El
problema es que lo ha dicho él, pues desde una posición diferente a la
suya tal vez este diagnóstico no sonara de manera tan estridente.
Y es
que el desarrollo de ese resumen esquemático sobre la situación
obligaría a concluir que esto es así porque la sociedad en su conjunto
viene votando masivamente al partido que ahora preside López Miras.
Por
eso digo que el presidente también acierta en esto. Ningún partido de la
oposición se arriesgaría a culpabilizar a los votantes que han
promovido tan extraordinarias mayorías de Gobierno a lo largo de dos
décadas de la responsablidad de los efectos que han traído estas
consecuencias gracias a la confianza prestada por la sociedad murciana.
Por curioso que parezca, López Miras se ha atrevido a decir que la
sociedad es responsable, la misma sociedad que valida su estatus
político; en consecuencia, viene a sugerir que la sociedad se ha
equivocado al confiar en la gestión del partido al que él mismo
representa.
Nadie puede creer que los votantes del
PP apoyaran la liquidación del Mar Menor. O que apostaran por una
gestión del sistema educativo que está a la cola del país. O que los hospitales
y centros sanitarios sean el germen de los brotes de sarna. O que los
índices de pobreza estructural constituyan el santo y seña de esta
Región. O que la excelencia y los logros del sociedad civil, del
dinamismo empresarial y de la vida cultural queden constantemente
empañados por la ineptitud de la clase política gobernante. O que
aceptaran que la corrupción política (véanse los recuelos que asaltan la
actualidad informativa) fuera el modelo normalizado de gestión de la
cosa pública. O que ayer mismo se dijera que ya se ha hecho todo lo que
es posible hacer por Los Alcázares, declarada por la realidad ciudad inundable para todos los siempres.
La
práctica es, pues, que pagamos unos sueldos extraordinarios a una clase
política gobernante cada vez más expandida que tiene por costumbre
ponerse medallas cada vez que recurre a la posverdad para figurar éxitos
y que se desentiende de los problemas al transferirlos a un ente
abstracto al que llaman sociedad, incluso cuando se trate de la sociedad
que ha venido creyendo que los poderes públicos en que confiaba y a los
que financiaba con sus impuestos tenían la capacidad de que presumían
para resolver sus problemas.
La
sociedad murciana en su conjunto es, en efecto, responsable de elegir a
políticos ineptos que en vez de satisfacer sus demandas le transfieren a
ella las consecuencias de su propia ineptitud. En esto acierta López
Miras, a pesar de que la sociedad murciana en su conjunto haya tenido la
precaución de no hacerle ganar ni una sola elección, aunque esté donde
está por el apoyo de otros a los que esa misma sociedad acaba de
pasarles la correspondiente factura por su suicida inercia. A veces las
sociedades despiertan. En su conjunto.
(*) Columnista
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