martes, 24 de diciembre de 2019

El efecto Stendhal / Enric Juliana *

Una sentencia firmada en Luxemburgo puede alterar el sistema nervioso de un país muy mal avenido. Esto es Europa: un imperio de nuevo tipo en el que nadie tiene plena soberanía. El día que te va bien, aplaudes, haces sonar el Himno a la alegría en la Puerta del Sol, o colocas la bandera de la Unión en el balcón de la Generalitat. El día que te va mal, sueltas a S antiago Abascal , o envías emisarios catalanes a Moscú a hacer el fantasma en la antesala de Vladímir Putin .

Pertenecer a la Unión Europea no sólo significa cobrar subsidios por los olivos sobrantes y ayudas para las plantas fotovoltaicas –hubo en España quien en una misma jornada arrancaba los olivos e instalaba paneles solares- o percibir fondos para la construcción de magníficas autovías. Durante veinte años (1986-2006), la Comunidad Económica Europea efectuó transferencias a España por un valor anual equivalente al 1% del PIB. En términos comparativos, España ha recibido más dinero de Europa que los países más beneficiados por el Plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial.

Evidentemente, ese enorme caudal de transferencias tuvo sus contrapartidas. Hubo que cerrar industrias y los países con mayor musculatura ganaron clientela para sus productos. Nos compraron casas y nos financiaron la gran fiesta. Los bancos alemanes regaron, sin aviso del riesgo que corríamos, la calamitosa borrachera del crédito inmobiliario. Cuando la burbuja estalló, nos obligaron a modificar la Constitución para dar garantías de pago. La Unión Europa es un contrato con letra pequeña.

La Unión Europea es un imperio de nuevo tipo basado en la legalidad y la separación de poderes, que no es seguro que pueda sobrevivir a las turbulencias mundiales que se avecinan. La Unión Europea ha sido fundamental para la democratización de España, puesto que sin el canon de­mocristiano y socialdemócrata de la guerra fría –y el miedo a que pudiera repetirse lo de Portugal– este país habría evolucionado hace cuarenta años hacia una dictablanda de incierto recorrido, directamente tutelada por Estados Unidos.

No está demás repetir toda esta serie de obviedades ante la espectacular procesión de ceños fruncidos en la prensa de Madrid tras conocerse la sentencia de Luxemburgo y la fulgurante aplicación de la misma a cargo del presidente del Parlamento Europeo, el italiano David Sassoli .

En un momento de crisis de consenso del proyecto europeo, sus instituciones quieren reafirmarse. Esa es la clave. El Tribunal de Luxemburgo ha respondido con claridad a la prejudicial del Tribunal Supremo español para dejar bien sentada su autoridad y fortalecer la autonomía del Parlamento Europeo: los eurodiputados salen directamente del voto, sin filtros reglamentarios nacionales. El florentino Sassoli se crió además en una cultura política basada en la búsqueda del pacto. Poca gente sabe en España lo que significó en Italia la figura de Giorgio La Pira , alcalde católico de Florencia en los cincuenta.

Hay un efecto Stendhal estos días. Cambia el relato y crecen las posibilidades de salir del laberinto. Procesión de ceños fruncidos en Madrid. Generales retirados piden un golpe y menos fantasmas catalanes en Moscú.


(*) Periodista y director de El Nacional


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