El president del Parlament, Roger Torrent, acaba de poner encima de la mesa la propuesta de un govern
de concentración en Catalunya como respuesta a una sentencia
condenatoria contra los miembros del Govern y de las entidades
soberanistas por parte del Tribunal Supremo.
No es la primera vez que
esta fórmula se propone en los últimos tiempos y si fuera posible sería,
sin duda, la respuesta más potente que se podría ofrecer desde el
independentismo al deep state español, ya que englobaría, además del actual ejecutivo conformado por Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, a los comunes y a la CUP.
Una mayoría parlamentaria y social capaz de repetir las grandes
alianzas del 1 y del 3 de octubre de 2017: desde el referéndum a la
respuesta ciudadana a la represión y la falta de libertades. Una vez
expuestas las ventajas de una mayoría de gobierno como esta, no parece
que, por ahora, haya un consenso para caminar en esta dirección.
Básicamente, porque los comunes se sienten enormemente refractarios a
todo lo que es JxCAT, que no dejan de vincular a la antigua
Convergència, y desde que se inició el procés ni una sola vez han
respondido afirmativamente a propuestas relevantes que se le han
formulado, empezando por los presupuestos de la Generalitat. Más
recientemente, los comunes arrebataron la alcaldía de Barcelona a ERC y
al ganador, Ernest Maragall, tras un pacto con la derecha española de Manuel Valls.
En cualquier caso, la propuesta de Torrent deja en el aire otra
pregunta: ¿todos los escenarios están abiertos después de las sentencias
del Supremo? Porque a las pocas horas de la propuesta de Torrent, la
agencia ACN publicó un despacho en el que señalaba que el president Quim
Torra había pedido o insinuado al president del Parlament que igual se
intentaba investir nuevamente al president Carles Puigdemont.
Aunque la noticia fue luego matizada por la Generalitat, queda la duda
de cuáles son las intenciones reales de Torra. No parece inteligente
lanzar globos sonda en estos momentos, si es eso lo que era, aunque
igual no.
Así se entendería que diputados de JxCAT dijeran que las dos cosas, govern
de coalición e investir a Puigdemont, eran compatibles. Sinceramente,
si cuesta ver a los comunes dando apoyo a la primera opción, mucho más
difícil es a la segunda. ¿Y la CUP que tiene que decir de todo esto? ¿La
cumbre independentista de Ginebra de este fin de semana ha caminado en
la misma dirección? Porque sino todo sería un gran contrasentido.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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