Empieza a haber suficientes elementos para sostener que Pedro Sánchez ha decidido implosionar la investidura que se iniciará el próximo lunes e ir a unas nuevas elecciones el próximo 10 de noviembre
si Pablo Iglesias no pasa por el aro. Aunque parezca inverosímil en
cualquiera de los cánones políticos de un país europeo, la negativa a un
gobierno de coalición en España está a punto de dilapidar los buenos
resultados que obtuvo la izquierda el pasado 28 de abril.
La entrevista
de este inicio de semana de Pedro Sánchez ha puesto más negro sobre
blanco el único objetivo del PSOE en estos momentos: forzar al máximo la
máquina para que Pablo Iglesias no sea ministro y haya
un gobierno monocolor o, como máximo, con un toque morado suave en
alguna cartera menor, aquellas que no son consideradas carteras de
Estado, como sí que lo son Defensa, Exteriores, Justicia o Interior.
Para mantener este discurso, Sánchez está dispuesto a todo, no solo a
dejar a Podemos fuera del Ejecutivo. También a recurrir al discurso de Mariano Rajoy defendiendo
en España un gobierno que no dependa de las fuerzas independentistas y
que, llegado el caso, pueda aplicar nuevamente el 155.
¿Haría eso
Podemos?, se interroga una y otra vez para desacreditarlos. Un gobierno
que tenga en su frontispicio la unidad de España por
encima de resultados electorales o de intentar una solución negociada al
mal llamado conflicto catalán, que, como se ve una y otra vez, es cada
vez más un conflicto español.
De ahí que Sánchez recurra a PP y Cs
lanzándoles el guante para que se abstengan y los votos de Podemos no
acaben teniendo valor aritmético en la investidura. De hecho, Sánchez
nunca ha querido un gobierno de coalición, ni un acuerdo parlamentario
estable por más que a esto segundo difícilmente podía negarse.
Desde el
principio ha intentado una mayoría de investidura sabiendo que no hay
una mayoría que le pueda presentar una moción de censura en cuatro años y
que cuanto menos compromisos asuma más fácil lo tendrá para poder
practicar una geometría variable con el resto de partidos: iniciativas
sociales con Podemos, temas económicos y, sobre todo, la disciplina
presupuestaria que impone la UE con PP y/o Ciudadanos y los
nombramientos estratégicos en el CGPJ u otros de esta dimensión, como
siempre con el PP.
Lo que trata de soslayar Sánchez es que con sus 123 escaños está muy lejos de la mayoría del Congreso de los Diputados,
que son 176 diputados. Eso no sería un obstáculo en cualquier otro
país, pero en España sí. El diálogo, los acuerdos y los pactos quedan
lejos de la cultura política.
De ahí que una consulta democrática como la de Iglesias a las bases de Podemos,
Sánchez la considere una mascarada democrática, simplemente porque
supone que el resultado no le gustará. Y que dé por rotas unas
negociaciones con Iglesias que nunca hubo. La ventaja en la política
española es que una encuesta lo puede cambiar todo y lo que hoy está
roto mañana puede ser diferente.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario