martes, 14 de mayo de 2019

El futuro de Vox depende de Cataluña / José Oneto *

De cara a las elecciones municipales autonómicas y europeas, la campaña se desarrolla con un patrón en el que se destaca la pelea entre las llamadas tres derechas, más divididas que en las Generales, y en la que cada una, tiene su propio objetivo. 

El Partido Popular lucha por seguir siendo el primer partido de la oposición, cuyo líder Pablo Casado se juega seguir o no al frente del partido y ser el líder de la oposición. 

Ciudadanos, situado en la derecha liberal, pelea por dar el sorpasso al PP, y convertirse en la alternativa política al PSOE, y Vox, el nuevo fenómeno de la extrema derecha, que pretende conseguir un grupo parlamentario en Europa similar al que consiguió Podemos en las anteriores elecciones europeas y que supuso su despegue como partido político.

No deja de ser curioso que gran parte de la prensa internacional se interese por Vox, hasta el punto de destacar en sus informaciones que las recientes elecciones generales españolas serán recordadas por dos motivos. 

En primer lugar, porque en un momento en el que los partidos socialdemócratas se desmoronaban en el resto del mundo, el PSOE se ha hecho con la mayoría en un parlamento muy fragmentado. Y porque un partido de extrema derecha, Vox irrumpía en el Congreso, por primera vez desde 1978, cuando España recuperó la democracia tras 40 años de dictadura.

“España por fin tiene un partido de extrema derecha en el Congreso” ¿Por qué ha tardado tanto?, se pregunta el periódico norteamericano The Washington Post, que sostiene que Vox no se parece al resto de partidos de derechas de la ola populista en Europa. 

El porcentaje obtenido por Vox, del 10,3%, es muy inferior al de sus homólogos en el resto de Europa, lo que le otorga muy poca influencia política en un futuro próximo. Y eso a pesar de que durante la pasada década España, como sus vecinos, atravesó una crisis económica, un aumento masivo de la inmigración, recientes atentados islamistas y una importante inestabilidad política. 

La pregunta principal, por tanto, es la siguiente: ¿por qué España no ha sucumbido en mayor medida a la política de la derecha radical? ¿Por qué obtuvo Vox tan poco apoyo en comparación con partidos similares en el resto de Europa?

En efecto, España tiene ahora un partido de extrema derecha en el Congreso, poniendo fin a lo que se podría denominar como “la excepción española”. No obstante, según el estudio del Washington Post de los politólogos Fernando Casal Bértoa y Juan Rodríguez Teruel, los perfiles ideológicos y sociológicos de los votantes de Vox son bastante distintos a los de los votantes de la extrema derecha en otros países. 

La mayoría de los electores de la derecha radical en Europa están motivados por la inmigración. Sin embargo, aunque Vox se opone a la inmigración, según estudios recientes, su oposición al secesionismo catalán es su principal motor electoral. De hecho, la inmigración sigue preocupando sorprendentemente poco en España. Lo que indigna al votante más tradicional es el intento de secesión de Cataluña, que ha radicalizado a los partidarios de la unidad en España.

Y lo que tal vez sea más importante: los votantes de Vox tienen una situación económica superior a la de la media de votantes de extrema derecha en Europa. Los votantes de la extrema derecha suelen ser trabajadores desencantados con un bajo nivel de formación, además de pequeños grupos de empresarios y trabajadores del sector servicios. 

Aunque sigue siendo pronto para estar seguros de qué grupos se inclinarán por Vox, los estudios revelan que la formación tuvo un resultado especialmente malo entre la clase tradicional trabajadora. Esto sugiere que -por el momento- no ha llevado a cabo una reorientación política profunda como hicieran sus homólogos europeos. Por ahora, la extrema derecha española parece más una pequeña escisión de la derecha tradicional que una alternativa política con gran potencial electoral.

Además, Vox se centra en políticas económicas tradicionales de la derecha, como bajar los impuestos y el gasto social, algo poco habitual entre los partidos populistas europeos. Normalmente, los populistas de derechas están a favor de aumentar el gasto sólo para los nativos, o se muestran imprecisos sobre sus políticas económicas para atraer tanto a votantes económicamente vulnerables como a electores acomodados que se sienten amenazados por la inmigración.

En ciertos aspectos, el programa culturalmente conservador y enormemente nacionalista de Vox se asemeja más a la vieja extrema derecha española, que a los partidos populistas contemporáneos. Se opone a la secesión, al aborto y al feminismo, defendiendo los roles tradicionales de género y limitadas atribuciones económicas para el gobierno, lo que puede resultar atractivo para un pequeño grupo de personas de la derecha tradicional, pero no así para votantes que sean indistintamente de izquierdas o de derechas, como es el caso de otras formaciones de extrema derecha.

La llegada de Vox al Congreso español, concluye el estudio que publica The Washington Post, es importante, pero todavía no es el típico partido populista europeo de extrema derecha, y no cuenta con una amplia audiencia anti-inmigración a la que dirigirse.

Por el contrario, es probable que Vox y el resto de partidos de derechas en España sigan disputándose los votos. El vencedor dependerá de si el PP logra recuperar su credibilidad y de lo que suceda con los envites secesionistas de Cataluña. Es poco probable que la extrema derecha española protagonice en un futuro próximo una reorientación política del tipo de las que se han vivido en otros países.


(*) Periodista y economista


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