No existe en el ámbito privado, que yo
sepa, ningún negocio de negociaciones, al modo en que hay negocios de
textiles, hortalizas y miles de cosas más. Tampoco hay en el ámbito
público ningún negociado de negociaciones como hay negociados de
licencias de armas o de patentes. "Negociación" viene de negociar que
cubre una amplia gama de actividades, desde la compraventa directa al
descuento de valores.
Para los efectos aquí, negociar supone tratar
asuntos públicos o privados con vistas a un beneficio. En eso consiste
el negocio, en entrar en tratos, conversaciones (diálogo) con vistas al
propio beneficio. Si es beneficio de ambas partes, miel sobre hojuelas
o, como se dice en la jerga postmoderna, el chinenglish, "win-win".
Del negocio decía López Aranguren en su segunda época, creo recordar, la de la rebeldía, que se trataba del nec otium,
esto es, la negación del ocio que, justamente, suele decirse, es la
condición del juicio sosegado y certero. Al contrario, el negocio
requiere actividad permanente, incesante, incesante negociación que, ya
solo por la enorme multiplicidad de variables que han de tenerse en
cuenta, conduce a veces a confusión, incertidumbre, juicio erróneo y mal
resultado.
Por ejemplo, Dante Fachin critica elípticamente las
declaraciones de Jordi Sánchez y Junqueras, coincidentes en proponer
negociaciones, tildándolas de "negociaciones estériles". Sí, claro, nada más desagradable que la esterilidad cuando se espera descendencia feliz.
Pero
el vaticinio de Dante Fachín no tiene por qué ser más certero que el de
los dos presos políticos que fían a las negociaciones el logro de la
independencia. Desde luego, la posición del Front Republicà de claridad
meridiana despierta mucha simpatía, incluida la de Palinuro, dado que la
considera coincidente con la de JxC: se votará no a todo gobierno que
no reconozca expresa y eficazmente el derecho de autodeterminación de
los catalanes. La advertencia de Dante Fachin afectará en todo caso a
ERC, no a JxC.
Cierto
que los dos cabezas de lista por Barcelona, el de JxC y el de ERC, han
formulado discursos muy similares de carácter negociador, incluso
pactista. Ambos han procurado vincularlos a la firme voluntad de
conseguir el objetivo último de la independencia para evitar las
críticas a lo que pueda considerarse como concesiones y hasta cesiones.
Y, aunque la de Sánchez es algo más radical que la de Junqueras, ambas
se parecen mucho: las negociaciones se darán a lo largo de una serie
imprecisa de años para llegar al final al objetivo.
Muy
similares, desde luego, pero hay una diferencia esencial entre ambos:
Junqueras es el presidente de ERC y con mando en plaza. Sus decisiones
funcionan al estilo del viejo centralismo democrático de los partidos
comunistas. Sánchez, en cambio, es cabeza de lista de JxC por Barcelona y
miembro fundador de la Crida, como lo son los presidentes Puigdemont y
Quim Torra.
Sus decisiones no tienen la fuerza del centralismo
democrático porque JxC no es un partido, sino una amalgama o coalición
de ellos. Sus criterios, muy bien traídos y argumentados como están,
entran en debate con otros en la coalición, en tratos de negociación,
previos a la negociación. En principio la propuesta de JxC es la de
Dante Fachin y por eso este, antes de nada, se amistó con JxC.
La lejanía del otium del
juicio sosegado lleva a estas agitaciones y confusiones que, sin
embargo, muestran la vitalidad del independentismo. Porque la vida es
esto, confusión, incertidumbre, conflicto y azar. La única seguridad de
llegar al final proviene de la voluntad independentista de la mayoría de
los catalanes, que crecerá a velocidad directamente proporcional a la
negativa de Sánchez a reconocerla.
Voluntad plasmada en el mandato del
1-O y del que ninguna organización independentista osará apartarse. Lo
decía el joven Marx: la teoría se convierte en fuerza material cuando
arraiga en la conciencia de las masas. La conciencia de la gente,
diríamos hoy con un lenguaje menos arisco. Es la gente la que marca el
camino.
Se
verá el 28-A, cuando la gente decida entre tres opciones: a) bloqueo a
todo gobierno que no reconozca la autodeterminación; b) mismo bloqueo
acompañado de política activa de desobediencia pacífica en Catalunya; c)
investidura condicionada a una negociación con vistas a un referéndum
de autodeterminación.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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