Podría dar para una novela ejemplar de no ser porque de ejemplar no tiene nada.
¡Qué
barbaridad, qué desatino, qué modo de dar una patada al tablero de la
transición, el 78 y los verdes prados del Edén! ¡Qué forma tan
descarnada de imponer un orden en beneficio propio por la fuerza bruta!
Conste
que no estamos para menudencias. El Parlamento extremeño está en su muy
legítimo derecho de decidir lo que le parezca. Sin duda. Y el catalán.
Los extremeños quieren aporrear a los catalanes; los catalanes quieren
echar al rey de los extremeños. ¿Por qué unos sí y otros no? Los
Parlamentos son soberanos; todos. No es esa la cuestión.
Tampoco
lo es que el presidente de Extremadura, Fernández Vara, fuera en años
más mozos, militante del PP, lo cual es evidente ahora. Son cosas de los
partidos y si los socialistas piensan que este transferido los
representa, es asunto suyo. Pero tampoco es la cuestión aquí.
Como tampoco lo es el juicio de todo tipo que merezca una decisión de este jaez que trata de perjudicar a una fuente de ingresos propios.
Como tampoco lo es el juicio de todo tipo que merezca una decisión de este jaez que trata de perjudicar a una fuente de ingresos propios.
La
cuestión es que, con toda la legitimidad y legalidad del mundo, el
Parlamento extremeño ha hecho añicos cualquier posibilidad de
entendimiento en el Estado español, ha puesto el conflicto en términos
de todo o nada. Y ha dejado patente la condición colonial de Catalunya
sometida a intervención arbitraria de la metrópoli o dictadura de la
mayoría. Algo estúpido porque, con ello, se legitima el derecho de
autodeterminación que se negaba en un principio por no tratarse de una
colonia.
Y
resulta que sí se trata de una colonia porque solo como una colonia se
puede gobernar un territorio en contra de la voluntad de la mayoría de
sus habitantes. El ataque a la nación catalana activa el derecho de esta
a la legítima defensa recurriendo de un lado a la acción popular y de
otro a la opinión internacional. La metrópoli tiene la batalla perdida.
La decisión del Parlamento es el canto del cisne del artilugio
autonómico del 78.
En el volumen III de su Historia de los heterodoxos españoles,
Menéndez Pelayo termina un agudísimo juicio crítico sobre Donoso
Cortés, ilustre extremeño de Valle de la Serena y, por tanto, pacense,
de este modo: "Todo es en él absoluto, decisivo,magistral; no entiende
de atenuaciones ni de distingos; su frase va todavía más allá que su
pensamiento; jamás concede nada al adversario, y, en su afán de cerrarle
todas las salidas, suele cerrárselas a sí mismo."
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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