Abrió fuego Albert Rivera. El presidente de Ciudadanos cambió la
cuestión que tenía registrada en el Congreso para preguntar a Pedro
Sánchez por su máster. Pese a las protestas por lo irregular del
procedimiento, Ana Pastor, maestra de ceremonias de la Cámara Baja, la
admitió.
Por supuesto que las Cortes deben prever excepciones a sus
normas cuando el asunto es de urgencia perentoria. Las "dudas
razonables" que esgrimió Rivera, vistas en sus medios de cabecera desde
hace 3 años como mínimo, no parece que entraran en esa categoría.
En el oportunismo, sí. Liquidado el caso Montón, Albert
Rivera venía a salvar al soldado Pablo Casado, pendiente de que el
Supremo decida sobre su imputación por su máster judicializado y plagado de sombras reales.
La meteórica carrera universitaria del nuevo presidente del PP es digna
de entrar en El libro Guinness de los récords.
Por cierto, una medida
imprescindible y urgente es acabar con los aforamientos, esa extendida
anomalía en España. Porque hay justicia más fiable en cualquier juzgado
que en el Tribunal Supremo que nombra el Poder Judicial, nombrado a su
vez por los partidos políticos.
Albert Rivera había vuelto a sentir la comezón de las
"dudas razonables" al leer "algún medio de comunicación". Basta mirar
su Twitter para ver de qué fuentes se nutre, tanto él como el resto de
Ciudadanos. El político que se atrevió a insultar a una periodista tan
digna como Lidia Heredia de TV3 se "informa" a través de Okdiario y el
resto de la caverna, la infracaverna incluso. Y, como aguardando la
batuta programada, saltaron a secundar la jugada.
El periodismo español ha vuelto a cubrir otra de sus
páginas más negras. ABC sale con un despliegue de artículos para arropar
una portada demoledora y rotunda: "Pedro Sánchez plagió su tesis
doctoral". Es mentira. Entre otros, "eldiario.es ha cotejado por sus
medios cada uno de los argumentos de defensa esgrimidos por el Gobierno"
y concluye que los ejemplos citados no justifican la acusación de plagio.
eldiario.es ha demostrado total solvencia y objetividad en los temas de
los títulos académicos fraudulentos. También ha revisado la tesis y con el mismo resultado El Confidencial.
Pero la bola está lanzada y, una vez más, quienes la han tragado se
irán a la tumba afirmando su certeza. El Mundo se apuntó por supuesto.
En la euforia de la cacería participó hasta Arcadi Espada, uno de los
fundadores de Ciudadanos, con un catálogo de insultos intolerable que
concluía con frase lapidaria: "La muy citada fama de Quincey: uno
empieza asesinando y acaba por no ayudar a cruzar la calle a las
viejecitas".
Estos medios siguen agarrando la presa
con los dientes. Más aún, ABC se mantiene en sus trece, poco cuesta.
Ahora han pasado además a las dudas sobre la calidad de la tesis. El
Mundo trae este viernes un artículo digno de ser llevado a las
Facultades para estudiar lo que no es periodismo. Un artículo sin fuentes y con entrecomillados sin nombre
que deja la tesis por los suelos. Parece que su redactora, editores y
dirección no han visto ni siquiera películas donde se explicitan los
mecanismos esenciales del periodismo.
El auténtico
festín se lo dieron y se lo siguen dando las televisiones. Con sus
pizarras, sus pantallas partidas, sus preguntas capciosas que provocan
titular, sus tertulias en las que siempre sientan en el conjunto de la
mesa a sujetos de los que denigran el periodismo. Una profesión que deja
de ser en sus fauces un servicio a la sociedad, y mucho menos un
servicio a la verdad. Su presencia no es pluralidad.
Hay muchos temas de fondo en todo esto. El primero, los títulos
universitarios sembrados de dudas, a la vista de los últimos hallazgos.
No debe ser general, pero los casos descubiertos suponen una mancha
difícil de lavar. Y, por supuesto, hay que aclararlo, publicar los
trabajos y exigir responsabilidades por los fraudes, si los hay. No
ayuda, nada, borrar 5.400 correos del Instituto en entredicho de la Rey Juan Carlos.
El adalid de la honestidad, el ariete justiciero, Albert Rivera, ha perdido en su currículum un doctorado y dos másteres desde que se avistaron sospechas. Y no aciertan ni en las correcciones en las que de doctorado pasó a ser doctorando y ahora ni eso porque
no está matriculado y la Universidad le ha desmentido. Prácticamente,
el viernes ya lo que tenemos entre manos es el 'caso Rivera', en efecto
boomerang.
Sacar la tesis del Presidente del
gobierno, que no estaba sobre la mesa, por "dudas razonables" que Albert
Rivera leyó en "algún medio", revela el trabajo sucio de una derecha
mediática y política indigna. Ese tipo de prensa, esos grupos de poder
capaces de destruir reputaciones sin pestañear, son fábricas de fake
news. Siempre lo hacen en defensa de intereses que nada tienen que ver
con los de la ciudadanía.
La derecha española utiliza
cualquier arma para volver al poder, sin el menor miramiento. No
debates ideológicos que es lo correcto, sino zancadillas. La derecha que
evita sancionar las políticas ultras de Orban en la UE o que se muestra
en toda su verdad a la hora de hablar de Franco. Lean a Carlos Hernández.
Ya no hay distinción entre Albert Rivera y Pablo Casado, ambos trabajan
para la misma causa y con los mismos métodos. En pugna por ver quién de
los dos logra el favor de quienes tanto influyen en el poder
conservador. Rivera suele resucitar de sus descensos con estas
estrategias de diseño, aunque tan mal trabadas que termina haciendo el
ridículo. Al final, si es el caso, gobernarán juntos.
La vía que introduce el tóxico es la opinión. Vemos cómo se agranda por
momentos la burbuja de la opinión que lleva camino de aplastarnos. Noam
Chomsky no deja de repetir que " La gente ya no cree en los hechos".
Y hace tiempo que se observa y que se ve crecer y extenderse como una
metástasis. Edifica su vida en la inestable irrealidad. Cree en lo que
siente, en las opiniones. Las opiniones nos inundan de la mañana a la
noche, todos los días. Sin aportar en la mayoría de los casos,
criterios, hechos, para seguir la veracidad de lo asegurado. Es más
barato de producción y mucho más rentable.
Lo más
curioso es lo monolítico de la opinión en los grandes medios, de la
opinión que disfrazan de información. No responde a la configuración de
la sociedad. Solo los países corruptos tienen esta estructura mediática.
Tan conservadora, tan afín al poder conservador. Menos mal que la
prensa digital está abriendo una brecha y bien potente en su hegemonía.
El periodismo que aprendí, conocí y amé aspiraba a dar información
contrastada, a diversificar las fuentes, a sentar las bases para que el
ciudadano se formara su propio criterio. A dar opinión, diferenciada de
la información, y siempre fundamentada. Entendiendo que esas seguirían
siendo las exigencias de los receptores. No enchufarse al partido de las
tertulias a ver si gana su equipo.
Mi columna aquí es de opinión, que
intento sea honesta, como presumo en mis compañeros. Pero, como todas,
háganme el favor de revisarla. Si todos diéramos al menos un par de
vueltas a los hechos y a las interpretaciones, sería mucho más difícil
colar las trampas.
(*) Periodista
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