El presidente del Gobierno acaba de anunciar en Santiago de Chile
que, antes de que acabe el año, piensa celebrar en Barcelona un Consejo
de Ministros. El anuncio de Pedro Sánchez viene a sustituir a aquellas
viejas promesas que se alimentaron durante mucho tiempo desde Madrid,
como por ejemplo la de trasladar el Senado a Barcelona —por suerte no
llegó a hacerse nunca—, como propuso en su momento el expresidente José
Luis Rodríguez Zapatero.
Años más tarde, cuando fue escogido secretario
general del PSOE, Sánchez recuperó la idea, y en septiembre de 2015 se
comprometió públicamente en Gavà a trasladar a Barcelona la Cámara Alta.
Vino después Mariano Rajoy, ya sólidamente instalado en la Moncloa,
con su promesa de una lluvia de millones para mejorar la red de
cercanías. Así fue publicitado acriticamente por la prensa escrita
catalana —y criticado por la española— y esa, como otras promesas, cayó
en el olvido más absoluto.
En este caso, hay que reconocerlo, Sánchez ha sido mucho más modesto:
solo ha prometido un Consejo de Ministros en Barcelona. No hay en
democracia tradición de estas reuniones en Catalunya, y tampoco recuerdo
que se hayan celebrado nunca fuera de Madrid. Sí que el general Franco,
en cambio, solía reunir con una cierta periodicidad su gobierno en
Barcelona.
Hasta ocho Consejos de Ministros celebró, el último en junio
de 1970. La prensa de la época, como es normal, los resaltaba con gran
alarde tipográfico. Y, casi siempre, el esquema era el mismo: anuncio de
inversiones en el territorio que eran el avance de decisiones
históricas para los catalanes.
Había mucho humo, y está recogido, por ejemplo, que en el último que
se celebró en el Palacio de Pedralbes, Franco garantizó una Exposición
Universal en 1982, y lo que acabó habiendo fue el mundial de fútbol en
España, con el 'Naranjito' como mascota.
Ahora Sánchez traerá a Barcelona el Consejo de Ministros, y no será
ni para acordar un referéndum ni para anunciar la libertad de los presos
políticos, injustamente en prisión provisional desde hace muchos meses.
O sea, será para hacer propaganda.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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