Los precios de la vivienda en España han recuperado terreno durante
los tres o cuatro últimos años, cuando llegaron a la zona de mínimos
tras la crisis de los años anteriores. Desde ese punto más bajo, en
torno a 2014 ó 2015, la recuperación ha sido generalizada en todo el
país, en algunas ciudades más fuerte que en otras, pero con subidas de
precios que han superado el 40% y en algunos casos hasta el 50%,
aunque también con subidas más moderadas en otras zonas.
En resumen, la recuperación está siendo sólida aunque todavía resta
margen para que los precios alcancen sus mejores niveles de hace una
década. Lo que resta por completar el ciclo alcista quizás no se
alcance hasta la vuelta de unos cuantos años.
Hay expertos que consideran que, a la vista de cómo está
evolucionando en los últimos años el poder de compra de las familias
españolas, es poco probable que los precios de los pisos alcancen sus
niveles de hace una década, al menos en el corto y medio plazo.
Algunos
analistas creen además que sería poco recomendable una subida hasta
cotas tan altas como las que se vivieron en los años de la expansión más
agresiva del sector inmobiliario, ya que aquellos precios no se
correspondían con la realidad. La prueba de ello es que se hundieron
como nunca lo habían hecho en la historia inmobiliaria española.
El razonable escepticismo sobre una nueva fase de expansión alcista
en los precios de los inmuebles tiene numerosos motivos que lo
justifican.
Uno de ellos se deriva de la conclusión a la que han
llegado muchos ciudadanos corrientes, para quienes el viejo argumento de
que la propiedad inmobiliaria constituía una forma idónea de ahorro
capaz de garantizar una renta futura que supliera la ausencia de
ingresos de otra procedencia (los salariales que se obtienen en un
empleo normal) se ha venido abajo bajo el peso de la realidad.
Los
precios de los alquileres (y, por lo tanto, de las rentas que se pueden
obtener de una propiedad inmobiliaria) han caído en proporciones incluso
superiores a los precios de los inmuebles y su recuperación está
resultando sensiblemente más lenta.
Por otro lado, la experiencia de muchos inversores que apostaron por
la propiedad adquirida mediante crédito barato ha sido bastante
negativa, ya que han tenido que afrontar en algunos momentos un coste
financiero que no podía ser cubierto, ni de lejos, por los ingresos del
alquiler.
Muchas economías familiares han vivido este proceso de
desencanto durante estos años más recientes. Y la posibilidad de que,
aún con tipos hipotecarios bajos y con mayores facilidades bancarias
para conceder financiación, la situación vuelva a repetir los esquemas
del pasado, aparece bastante remota a pesar del reciente aumento de
precios y alquileres en buena parte del país.
El motor de la vivienda no parece que pueda repetir su papel de
generador de rentas para inversores y familias como en el pasado. Los
precios se están recuperando en todas las vertientes del negocio, tanto
el valor de la propiedad como los alquileres. Pero no en la medida
suficiente como para convertirse en una fuente de riqueza inagotable,
que se alimenta de la especulación alcista de los precios de forma
agresiva.
(*) Periodista y economista
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