viernes, 24 de agosto de 2018

Reparar no es reabrir heridas sino cerrarlas / Guillermo Herrera *

Todos los países del mundo (excepto España) que han sufrido en sus propias carnes el desgarro interno de una guerra civil entre hermanos han tenido que iniciar, tarde o temprano, un proceso de reparación a las familias de las víctimas.
 
Este proceso no se llevó a cabo en España debido a la amnistía que se promulgó durante la transición. Dicha amnistía violó los acuerdos internacionales que había firmado España, porque los delitos de sangre nunca prescriben en derecho internacional. Por eso se cargaron al juez Baltasar Garzón, por intentar aplicar el derecho internacional en España.

Argentina también promulgó su Ley de Punto Final para los que violaron derechos humanos en su dictadura militar, pero tuvo que rectificar porque era incompatible con el derecho internacional. Aquí no se ha rectificado nada en España. No puede ser que no se hayan juzgado los crímenes del franquismo y que la ley de Amnistía se haya convertido en una ley de punto final.

Todo proceso de reparación nacional requiere dos virtudes de las que carecemos los españoles: la humildad y la capacidad de perdonar, porque aquí somos demasiado arrogantes y rencorosos. Hay que ser muy valiente para salir a la palestra y decir con lágrimas en los ojos “lo siento mucho; me equivoqué; perdónenme por favor” como se hizo en la Sudáfrica de Mandela con la Comisión de la Verdad.

PSICOTERAPIA
Esto no puede ser nunca una venganza ni una revancha, sino más bien una psicoterapia colectiva o un psicodrama social. También Argentina inició su proceso de reparación a las víctimas de la dictadura militar, pero aquí seguimos en Babia: “Hay una España que llora y otra España que bosteza” dijo Antonio Machado.

Un sistema podría ser la anulación de los juicios militares sumarísimos que se hicieron al terminar la guerra civil con fusilamientos masivos en las tapias de los cementerios, no siempre por delitos de sangre, sino en muchos casos por el simple hecho de tener el carnet de un partido político o de un sindicato, o por haber sido maestro de la República. Matar a la gente sólo por su forma de pensar es lo mismo que hacía la satánica Inquisición.

Dicen los historiadores que, después de la guerra civil, los ganadores fusilaron a diez veces más personas que los perdedores antes de la guerra civil, lo que evidencia una venganza brutal. Pero no sé si hubiera sido peor en caso contrario, con el precedente de las purgas de Stalin.

ANULACIÓN DE JUICIOS
Actualmente el Gobierno y el PSOE están dispuestos no solo a exhumar los restos del dictador Francisco Franco, sino también a desarrollar otras exigencias históricas de las víctimas del franquismo como la anulación de los juicios de la dictadura.

El Gobierno de Zapatero sentenció en la ley de memoria la ilegitimidad de esos tribunales militares que hicieron los juicios sumarísimos, pero no anuló las sentencias por miedo a provocar “inseguridad jurídica”. Unidos Podemos, ha ido más lejos planteando una revisión de la Ley de Amnistía, aunque asegura que apoyará cualquier medida que profundice la memoria histórica.

Por otro lado la exhumación de los restos de Franco es un requerimiento de varios organismos internacionales, como la propia Naciones Unidas, ya que no es normal, cuando se cumplen 40 años de la Constitución y 43 de la muerte de Franco, que este país tenga un mausoleo dedicado a un dictador.

Sin embargo hay enemigos de España, como el multimillonario George Soros, cuyo interés no es precisamente la reparación de las familias de las víctimas sino la división y el enfrentamiento entre los españoles para sacar tajada de este río revuelto.

COMISIÓN DE LA VERDAD
Yo no soy quien para decirle a nadie cómo se debe realizar este proceso de reparación en España, ni para entrar en polémicas de rencores y agravios entre rojos y azules, pero puedo señalar el ejemplo de otros países como Sudáfrica o Argentina.

La Comisión para la Verdad y la Reconciliación fue un organismo oficial creado por el gobierno de Sudáfrica en 1.995 que buscaba alcanzar la justicia restaurativa después del fin del régimen del ‘apartheid’. Se creó a partir de dos premisas fundamentales: la búsqueda de la verdad y la procuración de medidas para la reconciliación.

Las personas que eran identificadas como víctimas de graves violaciones a los derechos humanos eran invitadas a prestar declaración sobre sus experiencias. Muchas de estas víctimas ofrecieron sus relatos en audiencias públicas. Los autores de los hechos violentos también podían confesar sus crímenes, y eran sus propias víctimas las que decidían si concederles la impunidad. El tribunal de la CVR nunca funcionó como equipo judicial, sino como intermediario entre víctimas y agresores.

La Comisión se fundamentó en la Ley para la Promoción de la Unidad Nacional y la Reconciliación, sancionada en 1.995. Fue encabezada por el arzobispo Desmond Tutu, quien estableció como lema de la misma: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón.”

Este ejemplo se ha convertido en un modelo para posteriores organismos que han usado el nombre de Comisión para la Verdad y la Reconciliación en distintos países que salían de períodos de violencia, dictadura o guerra civil como Argentina, Chile, El Salvador y Guatemala. 

Concretamente, Argentina ha tenido una experiencia de reparación económica en los casos de violaciones graves de los derechos humanos. Pero cada país debe seguir su propio camino de reparación, porque está claro que si el tema sigue coleando en España es porque todavía quedan heridas sin cerrar.


(*) Periodista

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