"Una de las páginas más negras", dice la ministra Robles. Debe de haber
otras. Indaguemos: el golpe de Estado de 1981, el terrorismo etarra, los
GAL, la guerra del Irak y su colofón de Atocha, el gobierno de la
Gürtel, el 155. Por lo menos media docena y en todas ellas ha habido
violencia, atentados, muertos o encarcelamientos.
Nada de eso puede
decirse de "lo que ha pasado en Cataluña" que, según la ministra
consiste en la
huida de Carles Puigdemont, la designación de los consejeros desde
Berlín y el pulso que aún mantiene aquel con la justicia española.
La página será tan negra como Robles quiera pintarla pero en ella no ha
habido violencia y no hablemos de lo demás. La guerra sucia va toda a
cargo del Estado. Los jueces llevan seis meses buscando la violencia,
pero deben de buscarla en la negrura de la página porque no la
encuentran.
Está claro el espíritu dialogante del gobierno de Sánchez. Consiste en
aplicar el modelo del PP (al fin y al cabo, también suyo en la
oposición) con algunos retoques de las injusticias más flagrantes.
Robles cree que debe acercarse a los presos a sus domicilios y Sánchez
lo refrenda, posponiendo la decisión al fin de la instrucción por
aquello de meter a los jueces por medio para disimular la arbitrariedad
política, como si el hecho de llevar más de seis meses de instrucción no
fuera suficientemente monstruoso. Y ya está. La jueza Robles no tiene
empacho en dar cobertura a un proceso puramente político disfrazado de
judicial.
Pero la página negra no la protagonizan quienes recurren a la
arbitrariedad, la represión, la injusticia sino las víctimas.
Privilegios del poder, cuyas metáforas tienen marchamo de autoridad y
hasta legal. Página negra, nada menos. Una dura imagen que evoca la página negra del Tristam Shandy de Sterne con motivo de la muerte del pastor Yorick, alas, poor Carles!
Aunque quizá estuviera pensando más en la mota negra, de la isla del tesoro.
Dejar atrás la "página negra" es lo más sensato puesto que, por
definición, no trae lectura. Se pasa, pues, a la siguiente. Pero la
situación sigue siendo la misma (el prófugo, etc) y, por tanto, la
negrez también. Y así hasta el fin del libro.
La negrura de la ministra es también metafórica, no es un pigmento
físico, sino moral. Dejar atrás la "página negra" de Puigdemont, etc.,
significa simplemente olvidarse de Puigdemont, los exiliados/as y las
presas/os. El vivo al bollo y el exiliado y la presa, al hoyo. Adoptar
puntos de vista morales es lo más frecuente a la hora de cometer
inmoralidades.
Pero la volubilidad de la fortuna hace que la "página negra" de la
ministra sea la "página blanca" en la que está trazada en oro la ruta
independentista. Una página de gloria y también una metáfora. Entre el
blanco y el negro, la escala de grises. Cuál de ellos prevalecerá
depende de cómo actúen las partes. Incluso el blanco total o el negro
total.
Por si acaso, y para que la ministra y su gobierno no olviden la
situación de poder dual que se da, la consellera de presidencia de la
Generalitat, Elsa Artadi, avisa de que la reunión prevista en abstracto
entre Sánchez y Torre se hará para hablar de la autodeterminación y la independencia, dos conceptos que producen un rechazo tan visceral en Sánchez como el nombre de Bárcenas en M. Rajoy.
Nadie en el independentismo catalán está dispuesto a pasar página
mientras haya personas presas y exiliadas por razones políticas. El
gobierno debiera abrir los ojos y ver que "nadie" quiere decir nadie, ni
el pueblo en la calle (por más matones que envíen armados de cutters
a atacar a la gente), ni las organizaciones sociales, culturales,
profesionales, deportivas, económicas musicales o religiosas, ni las
instituciones, ni los políticos, ni, ciertamente, los cargos electos o a
los que se priva de su derecho a elegir o ser elegido.
No es una "página negra", ministra. Es un episodio de una revolución que
son ustedes incapaces de comprender y frente a la cual, digan lo que
digan, ya han perdido.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario