A principios de semana me llegaron señales de que el presidente López
Miras iba a mover ficha. Se especulaba con cambios en el partido o en
el Gobierno regional. En ámbitos empresariales próximos al PP ya
circulaban incluso algunos nombres de potenciales damnificados, aunque
no pasaban de ser meras elucubraciones sobre una posibilidad con razones
de fondo para ser ciertas: la perentoria elección de varios ‘caballos
de refresco’ en el Gobierno para dotarlo de mayor perfil político de
cara a lo que resta hasta las elecciones del próximo año.
Pero Miras no
soltaba prenda ni siquiera a sus colaboradores más cercanos. El mismo
miércoles por la tarde se negaba desde San Esteban a este periódico la
posibilidad de que hubiera cambios inminentes. Tampoco en el PP regional
se sabía el motivo de la convocatoria urgente de su Junta Directiva. Lo
que solo había hablado con Rajoy y Cospedal acabó trascendiendo en la
tarde del jueves para sorpresa de todos los suyos, excepto para el
alcalde de Murcia, José Ballesta, que estaba en el ajo: la convocatoria
de un congreso extraordinario para el 18 de marzo, el primero en la
historia del partido a nivel nacional sin compromisarios y donde el
presidente regional será elegido bajo la fórmula de un afiliado, un
voto.
Miras daba un golpe de efecto con el que empieza a purgar el
pecado original que arrastra, la designación a dedo de forma apresurada
por su antecesor, Pedro Antonio Sánchez, e intenta movilizar al partido
para darle la vuelta a los pronósticos más pesimistas. Si todo
transcurre como parece, López Miras dejará de ser simplemente Fer y se
habrá ganado el liderazgo de los suyos para renovar el ideario del
partido, hacer cambios profundos de modos y personas en el interno del
PP y establecer una relación más estrecha con la sociedad murciana en
base a nuevos objetivos programáticos.
Las palabras del
exvicepresidente Juan Bernal en ‘La Verdad’, cuestionando a principios
de enero no tanto la idoneidad de Miras como su discutible designación a
la búlgara, no cayeron en saco roto. No eran pocos los destacados
militantes populares que compartían esa opinión, aunque ninguno se
atrevía a expresarla, bien por considerarla políticamente inconveniente o
por desidia, comodidad, temor a ser señalado o sencillamente por
cobardía.
«El presidente debe ser elegido por todos los militantes del
partido -aseveró Bernal-. Es un hecho clave que no admite discusión en
los tiempos actuales. El presidente no puede resultar elegido en un
proceso de nombramiento a dedo sin saber muy bien por qué y cómo se ha
hecho. Esa no es la forma en la que queremos tener a un presidente del
PP. Si deseamos que realmente transmita ilusión y confianza, tiene que
ser alguien que pase un proceso de elección dentro del partido».
La
entrevista a Juan Bernal agitó el avispero popular, aterrado por el
vaticinio que figuraba como corolario de sus declaraciones: «El PP lleva
camino de perder las elecciones». Aunque Miras dijo al día siguiente
que no había leído las declaraciones, una solemne torpeza porque no
resulta creíble, tuvo el buen tino de quedarse con lo mollar, a
diferencia de algunos de sus colaboradores, empeñados en desentrañar una
conspiración inexistente, ocupación muy habitual en los cenáculos de la
política murciana en su ala más pacata.
Probablemente fue José Ballesta
quien le hizo ver a Miras la diferencia entre la ‘auctoritas’ y la
‘potestas’, el poder moral basado en el reconocimiento o prestigio de
una persona y el poder político que se impone por la fuerza desde
arriba. Elegido de la misma forma que Pedro Antonio Sánchez, Miras goza
hoy de ‘potestas’, pero tiene que ganarse la ‘auctoritas’ ante quienes
le ven demasiado bisoño y falto de cuajo político como para llevar a
buen puerto un partido desgastado por tantos años en el poder, más
desmovilizado que nunca desde 1995 y, en muchos aspectos, desfasado en
relación a los vertiginosos cambios sociales que vivimos.
Nadie, en
definitiva, terminaba de creerse aquello del ‘nuevo PP’. Apostar por un
congreso abierto, inédito en los populares, es una decisión valiente,
inteligente y acertada de López Miras, que le hace recuperar iniciativa
política y ganar enteros, fuera y dentro del Partido Popular. Su
eventual elección por los militantes sintoniza con una corriente
mayoritaria en la opinión pública, que apuesta por partidos con
democracia interna y dispuestos a primar la meritocracia para poder
llevar a los mejores a la política.
El ‘aggiornamento’ del PP, no
obstante, debe ser profundo porque por primera vez sus votantes tendrán
en 2019 otras opciones que no les suscitan reparos ideológicos
(Ciudadanos y la formación de Alberto Garre). Ahora se le abre al PP una
oportunidad única para, de una vez por todas, asumir un discurso
creíble sobre regeneración democrática, igualdad y medio ambiente..., y
proyectar una visión de futuro para la Región que no incluya solo el
agua y las infraestructuras.
Es muy probable que esa renovación de
ideas y de caras vaya seguida de un inmediato anuncio de los candidatos
para las municipales, al menos en aquellos lugares donde no gobierna, y
de una remodelación, parcial o profunda de la composición del Gobierno
regional, para impulsar el nuevo relato político que surja del congreso
extraordinario.
Después de cuatro presidentes en cuatro años al frente
del Gobierno regional, los populares han tenido que verse al borde del
precipicio para reaccionar y tomar una decisión sensata. Nada tienen
garantizado de antemano, pero al menos se han caído del guindo a tiempo
para intentar enderezar un rumbo que les conducía al desastre.
Políticamente, el asunto empieza a ponerse interesante.
(*) Periodista y director de La Verdad
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