Desde el "giro lingüístico" se sabe que
la relación entre el lenguaje y la realidad que denota las relaciones
son complejas. Las palabras no reflejan una realidad que estuviera ahí
independiente de ellas, sino que la construyen. La realidad es (también)
construcción lingüística. Y si el lenguaje cambia, la realidad que
describe, aun siendo la misma realidad, es otra. Entran aquí las
interpretaciones.
Tomen el ejemplo del titular de Público: Puigdemont pincha y deja que un tripartito se sitúe solo a un escaño de la mayoría absoluta. A primera vista, es incomprensible. A segunda, trasluce una interpretación, que es una intención: Puigdemont pincha y deja
un misterioso tripartito (obviamente independentista) a falta de un
solo escaño. Pinchar cuando no ha comenzado la carrera y se le reconocen
22 escaños no tiene mucho sentido. Al mantener (la CUP) o, se supone,
aumentar (ERC) sus resultados, el descenso del voto conjunto
independentista se atribuye a Puigdemont que deja el tripartito a un solo escaño, etc.
Cuestión de lenguaje. No hay referencia anterior. Quien pincha
no puede ser Puigdemont sino el PDeCat o, incluso, la candidatura de
JxC. Pero se responsabiliza a Puigdemont del pinchazo y de la merma de
escaños de la coalición. Es lógico y es justo, pero quizá no sea
realista. No valora (ni puede) la fuerza de atracción de la lista del presidente,
que es grande, como se refleja en el hecho de que el titular le
atribuya a él personalmente el pinchazo y la rsponsabilidad de dejar
malparada la posible coalición indepe. Pero, por eso y con los mismos
datos, un titular alternativo podría ser "Apenas presentada la lista del
presidente tiene 22 escaños y acerca la coalición a la mayoría
absoluta".
Entre
los espíritus que traducen las dos interpretaciones, la gente decidirá
el día 21D. Y en la decisión tendrá gran importancia el factor
liderazgo.
Ha sido necesario que Rufian resaltara
que la constelación Podemos no se ha opuesto al 155 para que los morados
se decidieran a dar el paso de presentar recurso de
inconstitucionalidad. Un mes de retraso y a instancia de parte, por así
decirlo, pero vale. Con su dejadez daban pábulo a la impresión de que
quisieran no comprometerse en cuestion tan conflictiva. Porque,
reconózcase, el 155 tiene mucho apoyo en España y rechazarlo quizá
suponga un coste electoral elevado.
No
es cosa de dejarse llevar por el fariseísmo de la normalidad, según el
cual un recurso de inconstitucionalidad podría prosperar dado que España
es un Estado de derecho y el Tribunal Constitucional (TC), un órgano
independiente. No hay caso. El TC no es un órgano independiente ya que
está básicamente constituido por magistrados apoyados por uno u otro de
los dos partidos dinásticos, ambos firmes defensores del 155 cuya
constitucionalidad se cuestiona. Y España tampoco es un Estado de
derecho desde el momento en que no hay división de poderes ni imperio de
la ley, sino fusión de aquellos e imperio de la ley del embudo.
Quienes
presentan el recurso saben que no prosperará en ningún caso, pues el TC
no irá contra el bloque del 155 y, si va, será en el siglo XXII. La
presentación no es pragmática sino simbólica. Y el símbolo puede salir
electoralmente caro. La culpa es de Rufian, por obligar a Podemos a
pronunciarse y abrir un flanco peligroso de rechazo a un 155 que es
popular en España.
Así
que corresponde una contramedida, un contraataque que haga que, para
los indepes, más dura sea la caída, como dijera con estro profético el
difunto fiscal Maza. Y, en efecto, para señalar posición propia,
independencia de criterio, autonomía de acción, originalidad de la
opción, se ha instalado en un lugar que nunca falla: el centro, la
equidistancia, el juste milieu, vous m'entendez.
Ya sonaba la aristotélica virtud en la cantinela de "ni 155 ni independencia", sino todo lo contrario, vous m'entendez toujours.
Bueno, quizá no sea tan original y, para fortalecerlo, Podemos ha
decidido matizar su criterio con un toque de nacionalismo español:
avisan a PDeCat y ERC de que no los incluirán en el recurso porque son, atención, corresponsables
de la situación. El mismo argumento de Rajoy y Sánchez, el del
maltratador: la responsable de la agresión es la víctima. Estos creen
actuar más sabiamente repartiendo la corresponsabilidad a partes
iguales. Pero de sabiduría aquí no hay nada porque jamás será la víctima
igual al victimario ni quien lo ignore, de izquierda.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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