Con la reciente
ciclogénesis explosiva en plena sequía, siguen creciendo las evidencias
del cambio climático. Quienes fuimos objeto de ataques y burlas en el
pasado por advertir sobre las catastróficas consecuencias que podrían
derivarse de este complejo fenómeno, nos encantaría habernos equivocado
en nuestros diagnósticos y denuncias, pero, si no reaccionamos de forma
urgente y contundente, es más que probable que nos quedemos cortos en
esas previsiones.
Aunque, afortunadamente, hace
tiempo que no se oye hablar del primo del Sr. Rajoy, la brutalidad del
Sr. Trump retirando nada menos que a los EEUU de los acuerdos de París,
nos demuestra hasta qué punto los intereses a corto plazo de quienes,
siendo pocos, son los más poderosos, pueden empujarnos definitivamente
al abismo.
Dada la gravedad de la situación en que nos encontramos y
la urgencia de una reacción inmediata, en Unidos Podemos nos hemos
puesto manos a la obra para redactar una Ley de Cambio Climático eficaz y justa,
ante el profundo escepticismo que inspira el Gobierno en su compromiso
de traer a la Cámara su propio proyecto, sin fecha, perfiles ni
objetivos claros. Por ello, para debatir sobre las estrategias y puntos
clave que se incluirán en la Ley, celebramos jueves y viernes
el Foro del Clima en el Congreso.
Recordemos que el Gobierno ya saboteó la notable posición de la que
disfrutaba España en materia de energía solar y eólica, con medidas como
el llamado “impuesto al sol”, para atender las insaciables ambiciones
de un oligopolio eléctrico que disfruta de las tasas de beneficio más
boyantes del sector en Europa.
Respecto al coste de
las energías renovables, los datos publicados a nivel internacional
demuestran que el acelerado abaratamiento de la energía solar la hace ya
competitiva, mientras la eólica resulta claramente más barata que las
energías fósiles; y ello a pesar del precio artificialmente barato del
petróleo, que sin duda subirá de cara al futuro. No hay por tanto
argumentos, ni técnicos ni económicos, que justifiquen la actitud del
Gobierno.
Esta actitud solo se explica por razones “políticas”, en el
sentido más perverso del término, como expresión del poder de las
eléctricas sobre el Gobierno. Lejos queda esa “Política”, con
mayúsculas, entendida como el arte de hacer posible y de hacer realidad lo que es necesario y justo.
Asumir de forma decidida el reto de transitar a las energías renovables nos permite hacer de la necesidad virtud: usando ese “petróleo del siglo XXI”,
el viento y el sol que abundan en nuestro país, especialmente en mi
tierra, Aragón; y desarrollando el ingente potencial de trabajo de
calidad que ofrecen estas nuevas tecnologías, desde una matriz
energética descentralizada y democratizable bien distinta a la vigente.
Pero más allá de la necesaria transición energética, la crisis climática nos empuja a cambios profundos del modelo económico, desde la lógica y la visión de la economía circular.
La manifiesta insensatez del modelo económico vigente, obcecado en la
codicia frente a los límites del planeta, se manifiesta en la barbarie
de la minería a cielo abierto, que destruye territorios y paisajes para
sacar un gramo de metal por tonelada removida.
Se manifiesta también en
la insensatez que supone exprimir los hidrocarburos de pizarras
profundas mediante tecnologías de fracking que juegan con la salud de
nuestros hijos, por contaminación tóxica de los acuíferos.
El cambio
climático, que nos fuerza a recuperar la lógica del ciclo solar para
producir la energía que necesitamos, nos debe inducir también a recuperar la sensatez circular de la vida en el reciclado y reutilización de recursos no
renovables; así como en la regeneración de recursos renovables como el
agua, para lograr la sostenibilidad de los ecosistemas que renuevan esos
recursos cada día.
La preocupante sequía que nos afecta podría dar razón a ese refrán de “no hay mal que por bien no venga”,
si sirviera cuanto menos para despertar nuestras conciencias. En el
plazo de 40 años desde que proyectamos nuestros planes hidrológicos, la expectativa de caudales fluviales medios en las cuencas ibéricas se reducirán en un 20% por
el aumento de consumo de las masas vegetales, silvestres y agrarias, y
por aumento de las temperaturas; al tiempo que los ciclos de sequía y
bruscas tormentas serán cada vez más intensos y frecuentes.
Por ello, además de afrontar el reto de la transición energética en el
marco de las estrategias de mitigación, para reducir la envergadura del
cambio climático por venir necesitamos desarrollar estrategias de adaptación que minimicen nuestra vulnerabilidad frente a los impactos inevitables del cambio climático que ya hemos provocado con las emisiones realizadas.
Entre los retos de adaptación destaca en gestión de aguas, el de acabar
con la sobreexplotación de nuestros acuíferos y con el millón largo de
pozos ilegales existente, a fin de recuperar nuestra principal
infraestructura natural de reserva, nuestros pulmones hídricos, para
gestionar las sequías por venir.
Revitalizar nuestro medio rural debe
ser otro frente clave de las estrategias de adaptación, revirtiendo la
despoblación en curso, promoviendo prácticas agroganaderas que recuperen
el tesoro que representa la fertilidad productiva de nuestros suelos, y
desarrollando adecuadas políticas forestales frente a los crecientes
riesgos de incendio.
Estos son algunos de los retos a afrontar
frente al fenómeno de la desertización que avanza en nuestro país por
efecto del Cambio Climático. “Nunca es tarde si la dicha es buena”, dice
el refrán: ¡Reaccionemos!
(*) Profesor titular de la Universidad de Zaragoza
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