El último Euskobarómetro muestra que un 59% de los vascos
tiene poco o ningún deseo de independencia. Y, por si no quedaba claro,
un 66% rechaza iniciar un proceso similar al catalán en Euskadi. Para
que se den estos porcentajes, es evidente que los ciudadanos vascos
manifiestan su satisfacción por el Estatuto (77%). Resulta indudable que
el final de la lucha armada y la estabilidad que ha supuesto el retorno
al poder del PNV en el 2012 son factores clave para entender el
retroceso de la pulsión independentista en la sociedad vasca.
Eso y el hecho de que su Estatuto fija una financiación privilegiada y un amplio marco competencial. Si a ello le sumamos la habilidad negociadora del PNV, que en el último acuerdo presupuestario en el Congreso consiguió la Y vasca del tren de alta velocidad y mayores recursos económicos, es incuestionable que se ha conseguido una sociedad más cohesionada, que no tiene ningún interés en volver a vivir las tensiones del plan Ibarretxe, que acabó, a medio plazo, con la carrera política de su impulsor y con la pérdida de la lehendakaritza por parte de los nacionalistas.
Sorprende ver la escasa tentación que el proceso catalán
produce en los vascos, que en un 81% consideran que el referéndum del
1-O no podía considerarse plenamente legal y válido. El rechazo de la
declaración unilateral de independencia alcanza el 64% de los
consultados. Casi el mismo porcentaje suspende la actuación de las
instituciones catalanas (63%), si bien son más críticos con el Gobierno
de Rajoy, pues el 81% cree que no ha sabido gestionar el conflicto.
Los vascos están orgullosos de este esfuerzo que han
llevado a cabo en los últimos años por recoser su sociedad, en contraste
con “la cohesión interna de la sociedad catalana, que ha dejado de ser
un objetivo para ser un obstáculo” (López Burniol). Y lo grave es que
este es un asunto que parece preocupar poco en esta campaña.
(*) Periodista y director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario