Ungido por el verbo patriarcal de Felipe
González (que ahora anda abroncando a la judicatura venezolana y
metiéndose en donde no le llaman) Rivera merece honores de portada de El País. En
ese diario, además, publica una carta en forma de homilia dominical a
los socialistas, o manifiesto patriótico fichteano, titulada A mis compatriotas socialistas
en el que invoca los sacrosantos intereses de la Patria para justificar
su cambio de posición, su claudicación ante Rajoy y la derecha, su
sometimiento, y pretende arrastrar a los socialistas a la misma abyecta
actitud.
Forma parte de la naturaleza esencialmente oportunista del
ideario de C's que solo está firme como una roca en el antinacionalismo
catalán. Ahí no se le conocen vacilaciones ni fisuras. Siempre es "no".
Los catalanes lo conocen bien. Pero esto son menudencias. Quien quiera
calibrar el crédito que merecen las actitudes de Rivera consultará con
provecho una magnífica tribuna de Miguel Ángel Vecino en El Confidencial llamada Cuestión de dignidad. Pues eso, cuestión de dignidad.
Más
importante parece averiguar, si se puede, la razón del proceder de los
partidos políticos, casi todos (excluyo a los nacionalistas) conchabados
para presionar a Pedro Sánchez a fin de que permita un gobierno del PP
con la abstención del PSOE. Parte de la presión más intensa (y menos
ética) procede de las filas del propio PSOE: barones, viejas glorias,
jóvenes ambiciosos, quieren que su partido claudique, como lo ha hecho
C's. No reconocen que esa abstención supondría el fin del PSOE a manos
de Podemos en las siguientes elecciones.
Sin
embargo, considérese la situación fríamente desde el inicio. Estamos en
este punto porque Rajoy no ha sumado un solo voto a sus 137 escaños. Ni
uno solo. No lo quiere nadie. Probablemente ni en su propio partido.
¿No sería lo lógico, dado que a todos importa tanto el superior interés
de España, que Rajoy se retirara y dejara paso a otro candidato del PP
que pudiera formar gobierno? Todos sabemos que sí, que sería lo lógico y
lo que, sin duda, se habría hecho en cualquier otro país democrático.
El propio líder tendría que haber dimitido. En realidad, debió hacerlo
al comienzo de su mandato. A estas alturas, en que el hombre lleva ocho
meses de prórroga en funciones y en situación alegal de enfrentamiento
con el Parlamento, todos sabemos también que no lo hará. Está dispuesto a
sacrificar el país entero a su capricho personal de seguir
desgobernándolo.
¿Y
no da vergüenza a los partidarios de la abstención aceptar esta
circunstancia indigna, en la que un candidato sin crédito ni prestigio,
incapaz de conseguir apoyos, pretende chantajear a los demás,
especialmente al PSOE, para que este haga no lo que conviene al país
sino lo que le conviene a él personalmente? Es evidente que no les da
vergüenza. Se han tragado el marco ideológico de la derecha
neofranquista. Se han rendido y aceptado el criterio de esta, según el
cual le corresponde gobernar porque el Estado, el país, es de su
propiedad. Lo ha heredado de quienes ganaron la guerra, que son los
suyos. Casi se diría que estamos como al comienzo de la transición.
Entonces había que librarse de los franquistas; hoy hay que librarse de
los neofranquistas. Habiendo tragado esto es lógico que no les
dé vergüenza mentir abiertamente ya en el introito de la misa, al
encomendar al presidente de los sobresueldos y al partido de la
corrupción la lucha contra aquellos y contra esta.
Por
eso, la petición del PSOE de una comisión de investigación sobre los
dineros que el PP ha venido repartiendo alegremente durante veinte años
entre los dirigentes del PP, incluido Rajoy, pone las cosas en su sitio.
No se puede permitir que gobierne un señor que está pendiente de
comparecer ante una comisión de investigación por sus presuntos manejos
pasados, de un presidente que mañana puede sentarse a la vera de
Bárcenas. No puede encomendarse la regeneración del país a un partido
corrupto, imputado, con serio déficit democrático y que no tiene la
menor intención de enmendar nada.
No es serio.
NO es NO.
El otro día subí un post titulado Diez consideraciones sobre el anticomunismo
en el que, de modo razonado, exponía mi opinión sobre que el
anticomunismo, lejos de ser una especie de psicosis o muestra de
perversión moral, es una actitud perfectamente legítima y razonable y,
mientras no pretenda imponerse a la fuerza, también respetable.
Como
era de esperar y cumpliendo los vaticinios que hacia Palinuro en el
post, las redes se llenaron de manadas de comunistas atacándome
personalmente con la habitual bateria de insultos, groserías,
barbaridades y mala fe con que proceden estos totalitarios no solo
contra quienes no piensan como ellos sino que, además, llevan su
desfachatez a pensar lo contrario de lo que ellos piensan. Si a lo que
hacen cabe llamarlo pensar y no mero recitar consignas bovinas. Nada
nuevo. Forma parte del modus operandi de esta doctrina: mentir a través
de la propaganda y del control de los medios y tratar de machacar a los
discrepantes. El post había hecho pupa; nadie argumentaba en contrario,
se limitaban a sacar a los matones y jenízaros de turno a insultar. En
efecto, nada nuevo, bastante aburrido, así que procedí bloquear a todos
lo energúmenos que acudieron en manada a verter odio y estupidez
mezclados.
Pero
entonces apareció uno en especial que requiere explicación. El
psiquiatra Enrique González Duro dejó un escrito calumnioso
e insultante en mi muro de FB. Es la segunda vez que este difamador
profesional me acusa de defender los GAL en mi propio muro, que ya hace
falta ser provocador. La otra fue el año pasado: le advertí de que
estaba mintiendo y difamándome y que si seguía lo bloquearía. Siguió; lo
bloqueé y subí el post siguiente, titulado La enésima calumnia de los GAL, aclarando el asunto. Ignoro cómo haya conseguido colarse de nuevo en mi muro, dejando esta basura.
Su reiteración me obliga a hacer ya un
planteamiento más completo y exponer en público el asunto para que se
vea a qué métodos recurren estos sujetos que se dicen de izquierdas
pero, en realidad, son fascistas. Lo que dice González Duro es mentira.
Jamás defendí a los GAL. Ciertamente que por aquellas fechas sí defendí a
los gobiernos socialistas y ello es timbre de gloria para mí porque lo
hice en solitario frente al ataque combinado de la derecha e IU, en la
famosa pinza de Anguita y también contra la cobardía de muchos
socialistas que a la vista de la agresividad de los "antifelipistas",
estaban escondidos. Defendí unos gobiernos que son los únicos que han
hecho algo por modernizar España y hacerla más justa y próspera, al
contrario que esta farfolla del PCE, IU y, ahora, Podemos, que nunca han
hecho otra cosa que hablar, poner palos en las ruedas, dividir a la
izquierda y, como se ve, calumniar a los que los critican.
Jamás
defendí a los GAL, porque separé cuidadosamente mi juicio sobre el
gobierno socialista del terrorismo de Estado. Es más, tengo pruebas de
ello. Fuí de los pocos, poquísimos, que en los años duros de plomo,
pedía ya en 1988 que se investigara todo lo relativo a los GAL, cayera
quien cayera, mientras el resto del personal, incluidos los González
Duro de rigor estaba callados. Lo publiqué en un artículo en El Independiente,
titulado GAL, GANE Gatos y en el que, además criticaba el pragmatismo
de González de la época con lo del gato cuyo color no importa siempre
que cace ratones. Quien quiera leerla, lo encontrará en el post citado
más arriba de La enésima calumnia de los GAL.
Ya
tiene chiste que el único que se alzó desde el principio contra los GAL
(con pruebas) tenga ahora que soportar las calumnias habituales de los
comunistas, incapaces de juego limpio y siempre tratando de arruinar la
reputación de los demás mediante calumnias. Porque lo que hace este
González Duro es imputarme la defensa de un delito y, por lo tanto, un
delito. Le recomiendo que, si cree tener pruebas, las presente en un
juzgado.
De
lo contrario, si no prueba su acusación (ni lo hará porque no puede.
Como buen comunista confía más en el "calumnia que algo queda"), si no
prueba su acusación, digo, yo estaré legitimado para decir que González
Duro es un sinvergüenza, un granuja, un difamador y calumniador, un
típico especimen del juego sucio comunista. Un tipo despreciable.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED