jueves, 17 de marzo de 2022

Guerra de Ucrania: intelectuales otanistas, siempre con los buenos / Pedro Costa Morata *

Me ha interesado, y mucho, la declaración firmada por un grupo de intelectuales contra la guerra de Ucrania. Primero, porque siempre es encomiable que ciudadanos significativos expresen su horror a la guerra con acciones de protesta, en cualquiera de sus formas; y también porque, a más de una posición anti rusa, más fanática que reflexiva, los firmantes ofrecen una intensa homogeneidad ideológica de derechas.

Estos dignísimos ciudadanos, filósofos, escritores e historiadores en su mayoría muy conocidos, se saltan, como fallo garrafal, aludir a la amenaza inicial y persistente de la OTAN, empeñada desde 1994 en integrar en una “Asociación para la Paz” a todas las nuevas repúblicas surgidas de la descomposición de la URSS (y hasta a Rusia, a la que a continuación empezaron a traicionar); asociación que era un primer paso para acabar integrándolas en su dispositivo militar (que es lo que es la OTAN, no una ONG dedicada a la búsqueda de la paz mundial). 

Amenaza quien pretende modificar el statu quo militar de una región integrando a una parte en una alianza agresiva, y esto es lo que pretende la OTAN con Ucrania, un país que se incrusta en el costado meridional de la Rusia europea. 

Así que, si los argumentos de Putin para justificar la agresión son “mendaces”, según ellos, los que emplea la OTAN para desafiarlo y amenazarlo hemos de pensar que son inocentes y colaborativos. Como eluden citar a la OTAN habrá que suponer que nada tiene que ver con esta crisis y esta guerra. 

Acusan a Putin del alto “grado de deshumanización” alcanzado por su política, seguramente acostumbrados a la amabilidad y fair play de muchos de los regímenes que Estados Unidos y compinches de la OTAN protegen y hasta miman, como Marruecos, Arabia Saudí y las satrapías del Golfo, Egipto e incluso Turquía, miembro de la OTAN. 

Pero aciertan, sin embargo, cuando observan que pretender que “Ucrania es Rusia” constituye “fraude intelectual” (aunque se verían en apuros si se les ocurriera trasladar esa consideración al caso de Cataluña y España, que no veo que ninguno de los firmantes se atrevería a hacer, poniendo en aprietos su lealtad intelectual).

Defraudan, no obstante, como intelectuales en general, por obcecarse en ese otro tópico, facilón y seguidista, atribuido a Putin, de la “restauración del imperio bajo su poder autocrático”, lo que resulta tan facilón que un intelectual comprometido lo debiera obviar. Porque pasar de puntillas sobre los autócratas que aporta la democracia, en la propia Europa y dentro incluso de la OTAN, es una pillería impropia del nivel moral que deben arrogarse.

No falta el ardor guerrero entre nuestros preocupados declarantes, como delata su indignación por la “pasividad reinante” que -teniendo en cuenta el militantismo anti ruso de políticos, periodistas y expertos, en una verdadera feria de acusaciones, insultos y reflexiones sesgadas hacia el mismo lado- querrá decir que los Estados de la OTAN deben de ir a la guerra, ya y en serio, contra Rusia. 

Encaja con esta agresividad el elogio a Pedro Sánchez por su actitud “prudente y determinada” que, aunque son adjetivos que dicen bien poco, pretenden sin duda alguna jalearlo en su (cierta) proclividad al conflicto militar. No tienen bastante, pues, con la provocación de España y sus militares en Letonia y el Báltico desde hace tiempo, acrecida ahora con las visitas y arengas de Sánchez y la ministra-sargento, Margarita Robles. 

Y, desde luego, alcanzar a ver “defensa de la agresión” en las manifestaciones con el lema de “No a la guerra” demuestra una agudeza excepcional, aunque también da a entender inseguridad y cierta incredulidad en lo que ven, lo que ha de desconcertarnos a todos, se mire como se mire.

Que alguien -con tiempo y barajando- indague por la postura hacia la OTAN de este ramillete de intelectuales tan sensibles, cuando la mayor parte del pueblo español se manifestaba (muy) en contra de la integración en ella. Que continúe -pese a la dificultad- inquiriendo qué votaron cuando el referéndum aquel, que ganó el PSOE contra esa mayoría clara, para deducir si se dejaron seducir por el malabarismo de Felipe González. 

Y que podamos saber si -dejando aparte su actitud hacia la OTAN en aquellos años 1980- son las intervenciones militares más recientes de la OTAN (con la inestimable participación de España) en la guerra pirata contra Yugoslavia (1999) y en la invasión y ocupación de Afganistán (2001-2021), con sus crímenes sin cuento, lo que hace de estos intelectuales unos adalides de la crítica a Rusia y (se supone) promotores de una mayor expansión de la OTAN para que pueda extender sus evidentes beneficios de todo tipo; ampliación que, necesariamente, habrá de incluir a esa Ucrania y su régimen, que ellos creerán incomparablemente mucho menos corruptos y más democráticos que el de Rusia.

(Trataba yo, ordenando mis ideas, de revisar la ideología de algunos de los más conocidos miembros de ese grupo, y me encontraba con el raro Fernando Savater, un filósofo pertinaz votante de derechas descolocadas y tenaz creyente en el progreso, a la vez que implacable fustigador de progresistas; o el brillante escritor Félix de Asúa, con su altivo despecho hacia el todo, francamente atraído por la ultraderecha; o el historiador Antonio Elorza, de rostro y pensamiento impenetrables, cuya personalidad o filiación política nunca pudimos entrever sus alumnos de Políticas de la Complutense, ni tampoco es posible lograrlo -siguiendo su abundante producción como articulista- desde entonces. 

 

(*) Ingeniero y profesor universitario

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