Cuando dentro de unos 10 años los ingleses, arrepentidos del Brexit,
llamen a las puertas de la UE pidiendo su reingreso, en ese momento la
Reina Isabel II, enemiga de Europa, ya no estará en Buckingham Palace y
su Reino habrá perdido Escocia e Irlanda del Norte y se habrá reducido a
Inglaterra y Gales.
Y para entonces la economía británica y la City de Londres habrán
cedido poder e influencia en el imparable mundo global en el que
habitamos. Y se habrá empobrecido Inglaterra frente a lo que ahora es y
Europa, traicionada por los ingleses, habrá ganado la batalla del Brexit
como era previsible y de esperar.
Y, en ese caso, y visto lo ocurrido y el daño que Gran Bretaña ha
causado a sus ciudadanos y a Europa, la UE se pensará con muchas
reticencias la que será su respuesta a cualquier petición del Gobierno
de Londres. El que se ha bajado del tren continental europeo que seguirá
su camino y gran proyecto democrático frente al peligro bélico y
antisocial de los nacionalismos de los que François Mitterrand dijo:
‘son la guerra’.
Europa continuará hacia una mayor integración política, monetaria y
fiscal, con sus nuevas políticas de Defensa y Seguridad, que serán la
alternativa a la OTAN ‘obsoleta’, como la llamó el presidente Donald
Trump. Este enemigo acérrimo de la democracia y de Europa cuyo nefasto
liderazgo se acabará como mucho en los próximos cuatro años. Como caerá
su imitador inglés Boris Johnson a nada que Inglaterra empiece a pagar
el precio del Brexit.
Fue el primer ministro británico David Cameron quien con temeridad
infinita convocó el 23 de junio de 2016 el referéndum del Brexit y lo
perdió en la era de los populismos y de la venganza social contra todos
los gobernantes del Planeta, que inundó las urnas de Occidente en
respuesta a los destrozos de la crisis financiera internacional que
pagaron los más débiles.
Y es en este tiempo de populismo infernal (de las muy extremas
derechas e izquierdas) que azuzan los ‘brujos’ -autocráticos y fácticos-
en las Redes Sociales más envenenadas de Internet, cuando más brillan y
se hacen más necesarios los valores de la paz, la democracia, el Estado
del Bienestar y del patrimonio histórico y cultural que adorna la idea y
el nacimiento de la Unión Europea.
Pero de esta poderosa nave democrática y solidaria se acaba de bajar,
tras la última campanada de hoy del Big Ben, el Reino Unido de la Gran
Bretaña en busca de su fantasmal imperio que desapareció hace ya mucho
tiempo. Y fue por ello -que muchos ingleses han olvidado- por lo que
Gran Bretaña empezó a llamar a las puertas de la Europa.
Y donde, después de varias intentonas fallidas, que frenó desde
Francia y con razón el general Charles De Gaulle -acusando a Inglaterra
de ser ‘el caballo de Troya de USA en Europa’- cuando por fin el Reino
Unido en 1973 se incorporó al proyecto europeo hace 47 años.
Y ahora, después de haber frenado muchas veces la construcción
europea, los ingleses se acaban de marchar. E incluso pretenderán lograr
un acuerdo comercial beneficioso para ellos (unión Aduanera o libre
cambio), lo que la UE no debe consentir por nada del mundo. Dejándolos
un buen tiempo a las puertas de la Unión que es quien, a partir de
ahora, tiene el absoluto control de la situación y de su mercado
interior.
Los ingleses volverán porque además sus nuevas generaciones (que
votaron mayoritariamente contra el Brexit) así lo querrán. Pero si
regresan y llaman a las puertas de la UE, Europa entonces les impondrá
unas duras condiciones entre las que se deberá incluir una abrumadora
victoria de los europeístas británicos en un nuevo referéndum que aún
tardará mucho tiempo en llegar.
La marcha del Reino Unido de la UE es prueba flagrante de la
imparable decadencia de Inglaterra, caída en manos de los populistas
Johnson y Farage, dos farsantes que pagarán cara ésta su histórica
responsabilidad, mientras Europa avanzará cada vez más unida por el
proceloso mar del Planeta global.
(*) Periodista
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