sábado, 24 de marzo de 2018

Creo en el cuarto poder / Jerónimo Tristante *

Una prensa libre, junto con la absoluta independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, son lo mayor garantía para tener un sistema plural y justo. En España, desde aquella horrible frase atribuida a Alfonso Guerra de «Montesquieu ha muerto», fuimos muchos los que perdimos la esperanza de que esto pudiera funcionar como lo hacen las democracias históricas del mundo occidental. 

De la prensa en el franquismo, ni hablamos; los que se dedicaban a contar noticias hacían lo que podían y gracias, pero es que después de aquella censura llegó algo peor, la autocensura.

Una obsesión. Es una auténtica obsesión de nuestros políticos. El 'tole tole' eterno. Quieren controlar los medios de comunicación. En nuestra ya no tan joven democracia hemos vivido momentos en que la prensa libre ha destapado grandes asuntos pero, en general, la cosa ha ido empeorando año tras año. La maquinaria de los partidos puesta al servicio de la verdad única ha ido minando día a día la moral de aquellos periodistas empeñados en demostrar que el valor más importante para ellos es la independencia. 

Tengo muchos amigos periodistas y sé lo que han sufrido - y siguen sufriendo- en estos últimos años. La crisis económica fue la puntilla que diezmó las redacciones y que otorgó al poder la potestad de ser el máximo inversor publicitario en unos medios que necesitan, lógicamente, de la publicidad institucional para seguir trabajando. El periodista autónomo medio gana menos de mil euros.

Desinformación. Esto provoca que teniendo más medios de comunicación que nunca, estemos desinformados hasta grado extremo. Me di cuenta de ello el otro día, cuando escuchando la radio, encuestaban a los oyentes sobre qué había pasado en Lavapiés. Los ciudadanos que hicieron aportes manifestaron algo escalofriante: «no podían saberlo dado que unos medios decían una cosa y otros otra. Y los políticos, igual». Me dio que pensar porque, ¿quién puede creer lo que diga un diputado del PP? ¿Quién va a creer lo que diga uno de Podemos? 

Esto es, ya de por sí, lamentable; pero luego vienen los medios: unos decían que el senegalés murió perseguido, otros que fue un infarto, simplemente. Y mientras tanto, los ciudadanos en la inopia. Cualquiera con dos dedos de frente entiende que, aunque el infarto hubiera aparecido tras una persecución policial, este se produjo por una cardiopatía congénita e igual podía haberle ocurrido subiendo unas cajas a casa o haciendo otro esfuerzo. Pero es que, además, se produce tras un ataque epiléptico cuando caminaba con un amigo.

¿Y los ciudadanos con qué nos quedamos? Las intromisiones de los políticos, el chantaje con la publicidad institucional, «las líneas editoriales» de los grandes grupos, los accionistas... Todo esto coloca al periodista ante tamañas presiones, que se les hace imposible contar bien lo que ocurre. Vivimos con ordenadores, internet, Twitter y su puta madre, y resulta que en el siglo XIX la gente se enteraba mejor de las cosas. Si un periodista decía que a un tío le había caído un ladrillo, es que le había caído un ladrillo. Y punto.

Corren tiempos en que desaparecen columnas de nuestros periódicos porque hay artículos certeros que molestan al poder y se presiona -sin complejos- al medio donde ejerce esa persona para que deje de «causar molestias». Esta semana una columna muy seguida a nivel regional ha caído y me consta que no ha sido culpa del propio periódico. Una sociedad desinformada es una sociedad que queda a merced de los bandidos. Yo soy afortunado, me dan libertad para escribir lo que quiera, aquí y en otros periódicos en los que he colaborado. Pero no todos los medios actúan así.

Valen por lo que callan. Recuerden aquella famosa frase de José María García y no olviden nuestros señores políticos que los periodistas hacen bien su trabajo. Yo conozco a muchos y sé que ellos lo saben todo. Investigan, preguntan, se mueven y, repito, lo saben todo. Otra cosa es que lo puedan contar porque, a veces, hay que tener cuidado con lo que puede ser demandable; otras, hay que proteger una fuente, y en otros casos sufren presiones. 

La maldita crisis atenaza a grandísimos profesionales que sufren más presión que en el franquismo, porque no hay peor censura que la autocensura. Los lectores y los oyentes deben defender a esos periodistas independientes. Entiendo el miedo de esos jefes que saben que enfrentarse al poder puede hundir su periódico, su emisora o su tele. Entiendo por lo que pasan ellos y sus periodistas y sé cómo hacen encaje de bolillos para poder contarnos las cosas que nos cuentan. Y yo, se lo agradezco.



(*) Escritor y profesor de Secundaria



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