Una encuesta postelectoral un mes después de unas elecciones con
tanta participación como las del 21 de diciembre tiene un interés
limitado. Sobre todo porque la verdadera encuesta, con participación
real, se ha celebrado hace muy pocas semanas. Se preguntará el lector,
si esto es así, por qué hablo de ella.
Fundamentalmente, por el
entusiasmo que ha despertado en el espacio unionista al dar la muestra del Centre d'Estudis d'Opinió
dependiente de la Generalitat que el sí a la independencia había
caído ocho puntos hasta retroceder al 40,8% y el no a la independencia
había subido otros diez hasta ascender al 53,9%.
En esta ocasión,
bienvenido sea el denostado CEO, que, de presunta correa política de
transmisión del independentismo ha pasado a ser, de golpe y porrazo,
dogma de fe. Bienvenido sea, en todo caso, la subida a los altares del
organismo oficial de la Generalitat y centro de opinión reconocido,
ofrezca los datos que ofrezca.
Y ahí van mis conclusiones sobre la Encuesta sobre el contexto político en Catalunya 2018 que ha sido elaborada entre el 10 y el 30 de enero y con una muestra de 1.200 entrevistados.
Primera: Por utilizar un lenguaje directo y que utilizan los
contrarios al procés, el suflé no se ha pinchado. No hay ningún síntoma
del retroceso de los que ganaron las elecciones del 21 de diciembre y,
en todo caso, el pronóstico real no sería este. La horquilla de entre 69
y 74 diputados no pone en riesgo la mayoría absoluta del independentismo en el Parlament, que está en 68 asientos, y permitiría mejorar los 70 escaños del 21-D.
La encuesta otorga en esta ocasión una preeminencia a Esquerra respecto
a Junts per Catalunya, cosa que ciertamente podría llegar a pasar, pero
no porque lo diga el sondeo, sino porque ya los comicios se disputaron
en realidad con un triple empate entre las dos mayores formaciones
independentistas y Ciutadans.
Segunda: desde hace tiempo, el CEO no realiza muestras provinciales
y eso es un grave inconveniente a la hora de repartir los escaños por
circunscripciones. Sobre todo si se dan situaciones tan extremas en dos
de ellas, Girona y Lleida, donde la victoria de Puigdemont fue muy
holgada y con una diferencia de cuatro escaños respecto a los
republicanos y seis frente a C's.
Tercero: la muestra está muy desviada respecto del resultado real.
Eso es fácil que suceda y afecta a la intención de voto directa. Para
eso están los mecanismos de corrección que cada empresa tiene
establecidos. Pero en este caso, es muy radical la diferencia cuando se
pregunta a los encuestados por el recuerdo de voto el 21-D.
Cuarto: no hay un cierre de filas en los teóricos votantes de
Esquerra y de Junts per Catalunya cuando se les pregunta por el apoyo a
la independencia. El independentismo táctico, que es
el que acaba haciendo que una franja del electorado vote a formaciones
independentistas, es algo más bajo en esta encuesta. Pero no se puede
deducir de ello qué harían en un referéndum si el Estado lo llegara a
autorizar. Lo único que sabemos es que estos electores votan a partidos
independentistas y no a los unionistas ni a los comunes.
Resumiendo, no hay cambios reales más allá de los titulares en la
encuesta del CEO, que además se realizó en enero y cuando la confección
del nuevo Govern de la Generalitat parecía una cosa de coser y cantar.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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