lunes, 4 de junio de 2007

Un libro sobre el despilfarro político se convierte en fenómeno social en Italia



ROMA.- Es un misterio por qué Italia no se hunde un día de repente. Debe de ser por la gente. Pero está muy claro por qué sus políticos no hacen nada para cambiar las cosas: viven de escándalo, nunca mejor dicho. Es una aristocracia inamovible, eterna y a menudo inútil que saquea las arcas públicas de forma bochornosa. Una casta, como dice el título de un libro de dos periodistas del Corriere della Sera que está barriendo las ventas en Italia. ‘La casta’, de Gian Antonio Stella y Sergio Rizzo, 20 ediciones en un mes, simplemente ha recopilado de forma demoledora las cifras y datos de los gastos de la política.

Es lo que todo el mundo sabe y cada dos días aparece en la prensa en forma de capítulo pintoresco, pero todo seguido causa mucha impresión. Mejor agárrense a la silla, porque es muy fuerte. Un senador cobra unos 12.000 euros al mes. Va gratis en tren, avión y barco, por las autopistas y también al cine. Las dos cámaras del Parlamento son dos agujeros negros que devoran dinero sin rendir cuentas a nadie. Hay un equipo de peluqueros que tocan a uno por ocho senadores y doce diputados. El bar del Senado, un edificio que por alguna razón gasta más agua que toda la ciudad del Vaticano, emplea a 80 personas con un presupuesto que en el mercado serviría para contratar a 200 camareros. El sueldo de un diputado se ha multiplicado por seis desde 1948, en términos reales y contando el efecto de la inflación. Los italianos son los europarlamentarios mejor pagados: unos 35.000 euros al mes. El doble de ingleses y alemanes. Cuatro veces más que los españoles.

Y hay más, claro. Los partidos reciben una generosa financiación, pese a que en un referéndum de 1993, en pleno cabreo nacional por los escándalos de ‘Manos Limpias’, el 90% de los votantes aprobaron abolirla. Pero la casta se inventó el reembolso por gastos electorales. Y ahí tenemos, por ejemplo, al Partido de los Jubilados, fundado en 1999 por el mítico Fatuzzi (por cierto, entonces tenía 42 años), que recibe 180 veces más de lo que gasta en la campaña. Todo vale con tal de meter el cazo en la cosa pública. El comisario para la emergencia hídrica de Calabria (5.000 euros al mes) se sacó de la manga una comisión de diez tipos, entre ellos una florista, un amigo jugador de baloncesto y demás conocidos. Menos mal que, al menos, había un ingeniero.

Asesores externos
Los asesores externos son otro pozo sin fondo. En 2004 se contaron 146.000 expertos en algo. Algunos para cosas muy curiosas, como el estudio sobre “itinerarios gastronómicos del pescado azul” de la Región Emilia. O el famoso caso del ministro de Justicia de Berlusconi, Roberto Castelli, que pese a la gruesa plantilla del ministerio al llegar se vio en la necesidad de echar mano de un nuevo experto en “construcción penitenciaria”. Un amigo suyo. ¿Currículum? Comercio de pescado fresco y congelado. Le renovó siete veces el contrato. En total, unos 200.000 euros.

Un caso que resume la esencia de la idea: Calabria, 2001. El parlamento regional aprueba por unanimidad una ley para poder crear grupos parlamentarios de una sola persona. Al año siguiente había 12. Cada uno con derecho a sede, a 5.000 euros para gastos y a contratar 3 colaboradores. Al final salieron 86 personas con 4.000 euros al mes. La mayoría, parientes. Hubo escándalo, pero en 2005, hacía falta más gente: 200 enchufados más. Familiares por doquier. O el repetido escándalo anual del Columbus Day, el día del descubrimiento de América, en el que mastodónticas delegaciones de las regiones del sur viajan a Nueva York a los actos conmemorativos. La excursión de Campania la componían 160 personas, que costaron más de 600.000 euros, la mitad pagados con fondos europeos para “proyectos operativos regionales”.

Más lujo que Buckingham
El despilfarro recorre toda la escala pública. Dos ejemplos. El presidente de la República es uno de esos jefes de Estado que no pintan mucho, y es improbable que el lector sea capaz de recordar más de dos o tres desde la posguerra, pero en cambio esta institución cuesta cuatro veces más que la Reina de Inglaterra. Tiene el doble de personal que el Elíseo francés. Entre ellos, artesanos de todo tipo, 59 frente a los 15 de Buckingham, como dos imprescindibles relojeros y seis restauradores de tapices. En el otro extremo, en el último escalón, están por ejemplo las circunscripciones municipales de Palermo. Un total de ocho, cada una con un parlamentino de 15 consejeros y presidente, que se lleva más de 4.000 euros y tiene coche oficial con chófer. Cobran por sesión, por cualquier motivo. Como sucedió en un pueblo cercano a Nápoles, para debatir si Plutón es un planeta.

Bueno, y aquí no cabe más. Pero imagínese un libro de 270 páginas. Es todo un manual de cómo chupar del bote en un país con un déficit brutal y único del 105% del PIB, en el que estos individuos hace décadas que piden ajustarse el cinturón y predican sobriedad. Lo peor es que, quien más quien menos, en general se aspira a entrar en el sistema, porque se puede pasar la vida saltando de despachos a consejos de administración públicos sin demostrar ningún mérito, sólo lealtad.

Se calcula que medio millón de personas viven de la política. Aunque lo que querrían la gran mayoría de los italianos es tirar de la cadena y hacer desaparecer a toda esta gentuza. Parece que nada tiene arreglo y hace mucho que es demasiado tarde.

www.lasprovincias.es

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ni Turquía se fiaba de Trillo
Nieves Concostrina
Señor Trillo:
Me dan ganas de asaltar la tribuna del Congreso al más puro estilo Tejero para desmontarle una a una su estúpida teoría del “pío, pío que yo no he sido”.
Yo no llevaría pistola. Mis únicas armas serían cientos de recortes de Prensa, cientos de vídeos y cientos de cortes de audio recopilados desde que aquel mayo de 2003 se estrellara el Yak-42 con 62 militares españoles a bordo.

Tengo muy poco que decirle, señor Trillo, porque ya se lo he dicho en anteriores artículos publicados en febrero, marzo y junio. Le he llamado de todo menos bonito, pero, sobre todo (y me da igual que esto suene pedante), supe desde el principio por dónde iría su principal excusa a la hora de quitarse a 62 muertos de encima: iba a echarle la culpa a Turquía (ediciones 121, 118 y 105). No somos idiotas. Y los turcos, tampoco.

Precisamente porque las autoridades turcas vieron desde el primer momento las precipitadas maniobras del Gobierno español para enterrar cuanto antes el asunto del Yak-42, tuvieron la precaución de tomar muestras de ADN de todos los militares y tripulantes fallecidos en el accidente. Si esas muestras de ADN no hubieran existido ¿cómo cree que se hubieran podido detectar los errores en la identificación?

La Fiscalía turca avisó por activa y por pasiva de que se necesitaba más tiempo para realizar las identificaciones, pero usted y sus generales salieron por pies con los muertos en dirección a Madrid. Asunto tan engorroso había que enterrarlo cuanto antes. Luego, sólo bastó con aguantar unos cuantos insultos de las familias durante los funerales, y eso que aún no sabían que les estaban entregando los muertos cambiados.
Hasta el Rey aguantó a pie firme los gritos de las familias; y, puesto que fue una figura directamente implicada, echo de menos (y mucho) que el señor Don Juan Carlos diga algo.

No entiendo en exceso de actividades de la monarquía. Sólo tengo noticias de viajes oficiales con discursos soporíferos, de idas y venidas de la Familia Real a los Juegos Olímpicos, de bodas, de viajes de novios y de reuniones con amiguetes a bordo de lujosos yates. Así que, teniendo en cuenta que el Rey es jefe supremo de todos los ejércitos, algo debería hacer o decir respecto a esto. Espero que haya tenido tiempo de reflexionar sobre ello en Marivent, porque la “chabola” invita a ello.

No tengo nada más que decir, porque sería repetir lo dicho meses atrás. Sólo mantengo un deseo que ya expresé anteriormente: espero que su conciencia le atormente los días que le quedan de vida por todo el dolor que ha provocado de forma deliberada.
Entone un “mea culpa”, pida perdón, sienta dolor de los pecados, haga propósito de enmienda, relate sus maldades al confesor y cumpla la penitencia. Usted, de todo esto, sabe mucho. Lo malo es que sólo conoce la teoría.
Quede usted con Dios.