sábado, 30 de diciembre de 2023

Siempre nos quedará París / Miguel López Guzmán

 Debió de ser en aquellos días, cuando los jóvenes de Murcia, allá por los inicios de los setenta del pasado siglo, marchaban al servicio militar. Unos a las Milicias Universitarias, otros a su mili de reemplazo y los menos, como voluntarios. José Reforma Sánchez (’Pito’ para sus muchísimos amigos) perteneció a este último y osado grupo, alistándose en la Legión Española que fundara Millán Astray. Debió de ser allí cuando forjó su temple ante el devenir de la vida y la muerte obligada por la propia vida. Fue allí, en esos días lejanos de juventud cuando José Reforma (’Pito’ para los amigos) alentó las virtudes que le distinguieron en su existencia.

Hombre culto, cronista de a pie de su amada Murcia. Una memoria asombrosa y mente despejada, capaz de realizar con un simple gesto memorístico las operaciones aritméticas más complicadas. Modesto para una inteligencia de su calibre que le hizo gozar de una existencia de éxito en su etapa profesional en el mundo de la banca.

Montañero consumado y, como paradoja, noctámbulo empedernido. Enamorado de Roma, a la que nunca olvidó; juglar de balcones y conocedor como pocos de la Murcia ancestral y más popular. 

Su sentido del humor imperaba, ni un mal gesto, ni un enfado, la sonrisa y el humor de ‘Pito’ deshacían los entuertos más peregrinos. Sus amigos se cuentan por miles, generación tras generación.

Sus anécdotas vividas darían para para la edición de toda una colección de volúmenes: desde el lunar en el torneado muslo de una vedette, hasta la vanidad insultante del político de provincias al que llamaba «señor ministro». Sí, José Reforma fue todo un Valle-Inclán sin pluma ni papel, un caballero sin tacha, amigo de sus amigos.

‘Pito’ fue un innovador en aquella ciudad que mudaba su piel con Franco y después de Franco, lo fue en el aquel barrio neolatino que surgió en los aledaños de la Universidad de Murcia, con José María Galiana en el Momo Club o Ditirambo, en Cheche House, en El Candil de Rafael Párraga, o en la cafetería Dublín de Guillermito Martínez Campuzano. Camarada inseparable de Carlos Valero (Telesón) y tantos lugares con momentos felices

Conversador impenitente, ahí quedaron para la posteridad tus tertulias con José María Párraga, Soren Peñalver, Carlos del Amor, Olga Garre, Antonio Campillo, los eruditos de la redacción de Tribuna la Muralla o la ternura de tus diálogos con Pepico ‘El Pichilate’.

Te has ido, Pepe, y lo has hecho a pecho descubierto, como el mejor de los legionarios, robando y engañando a la muerte. Desde aquel día en el que diagnosticaron la enfermedad maldita y en la que sólo apostaron por meses de vida, allá por los noventa, te decidiste a luchar y lo conseguiste con tu bravura.

El otro día me confesaste tu último paseo en bus, un paseo por tu Murcia, la que conocías palmo a palmo. Allí volvió a estar aquel ‘Pito’ rubio, eternamente joven, con facciones a lo Michael Kent en su papel de Ipcress. 

Recorriste con mirada y memoria tus días de bachiller en el Alfonso X (gracias por legarme tu preciada colección de las Brisas Alfonsinas). Todo ha acabado, ‘Pito’, incluso el sufrimiento al que opusiste tu coraje y tu sentido del humor, muestra inequívoca de tu inteligencia. Ya no habrá más dolor ni más renuncias. Tus amigos ya te echamos de menos y tu silueta permanecerá eterna por la calle de la Trapería, en aquellas primaveras con tu Pulligan a la espalda, tus pantalones de pinzas, tus zapatos Sebago como espejos y tus inseparables Ray-Ban de cristales verdes como la esperanza.

Buen viaje, ‘Pito’, Dios ya te acoge en su seno. Tú lo dijiste, pase lo que pase, «siempre nos quedará París».

Hasta luego, amigo mío. 

 

https://www.laopiniondemurcia.es/comunidad/2023/12/27/muere-jose-reforma-pito-murcia-quedara-paris-96278193.html

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