MADRID.- Un mes después de la abrupta salida de Renzo Fratini, el Vaticano sigue sin nombrar nuevo embajador en España. El ex nuncio se despidió con unas polémicas declaraciones en las que acusaba al Gobierno de Pedro Sánchez de haber "resucitado a Franco", al tiempo que ponía en duda que el general insurrecto hubiera sido un dictador. Hubo tensión diplomática: el Ejecutivo español protestó y obligó a una respuesta de Roma que se desvinculaba de su propio representante, se escribe en www.eldiario.es
La del embajador vaticano no es una
elección inocua. Su trabajo influirá en las relaciones entre ambos
estados marcadas en el corto plazo por la exhumación de Franco y a más
largo plazo por los acuerdos que privilegian la situación de la Iglesia
en España.
Pero, además, el nuncio juega un papel importante en la
renovación del episcopado español. Una cúpula católica envejecida con
muchos de sus pesos pesados al borde de la edad límite (75 años) en la
que aún anidan muchos prelados ultraconservadores resistentes a la acción de Francisco.
Las palabras de Fratini provocaron la protesta oficial
del Gobierno español y una reacción del Vaticano –curiosamente el 18 de
julio, aniversario del golpe de Estado contra la II República– en la que
se desautorizó a Fratini y aseguró que sus palabras eran "exclusivamente a título personal" y no reflejaban la opinión de la Iglesia católica.
Criba papal
Desde
entonces, la Santa Sede trabaja denodadamente, y en estrecha
comunicación con el Gobierno en funciones, según fuentes eclesiales,
para designar un nuevo nombre para una de las embajadas papales más
relevantes del mundo.
Es el propio Papa quien está
llevando a cabo la criba entre los numerosos nombres que han llegado a
su despacho, tanto desde la Secretaría de Estado vaticana como desde la
Casa de la Iglesia –sede la Conferencia Episcopal Española–. Alguno,
incluso, ha sido sugerido desde La Moncloa, afirman estas fuentes.
Lo
que parece claro es que el sucesor de Fratini no se inmiscuirá en la
política española, y se centrará, tal y como desea Francisco, en
preparar el relevo en el Episcopado español marcado por ser uno de los
más reaccionarios (junto al polaco) de toda Europa.
Todo ello, con la
mirada puesta en marzo de 2020, cuando tendrán lugar las elecciones a la
presidencia de la Conferencia Episcopal y la posible organización de un
viaje papal a España en 2021 (se celebra Año Xacobeo y los 500 años de
la conversión de San Ignacio de Loyola)
¿Quién será el nuevo Nuncio?
Aunque
algunos de sus consejeros han sugerido a Francisco un nombramiento
simbólico – un laico como el fundador de la Comunidad de Sant
Egidio, Andrea Riccardi– para España, lo cierto es que, a día de hoy,
tres hombres aparecen en la terna de favoritos para el futuro embajador
de la Santa Sede.
El mejor colocado, según distintas
fuentes, es el filipino Bernardito Auza, actual Observador Permanente de
la Santa Sede en la ONU y un experto en relaciones internacionales. Los
otros dos, son el actual nuncio en Egipto, Bruno Musaró; o el embajador
vaticano en Canadá, Luigi Bonazzi.
Los tres cuentan con los tres
requisitos que el Papa persigue para ocupar el palacio de la Avenida de
Pío XII: experiencia en resolución de conflictos, capacidad de diálogo, y
la seguridad de que serán la voz del Papa en España, algo que no
sucedía en el caso de Fratini que era un hombre de Benedicto XVI y del
cardenal español Rouco Varela.
Sea como fuere, en Roma
hablan de dos posibles fechas: una, de forma inmediata (como muy tarde,
en agosto), para cerrar de una manera definitiva la crisis con el
Gobierno de España.
La otra, más factible teniendo en cuenta la realidad
política, cuando se conforme el nuevo Ejecutivo y, si es posible, con
la sentencia sobre la exhumación de Franco –que tantos contratiempos
está trayendo a la Iglesia española– publicada por el Tribunal Supremo.
Controlar los candidatos, controlar la Conferencia
El
elegido vendrá con una tarea impostergable: desmontar el frente ultra
de muchos obispos españoles, que seis años después de la llegada de
Francisco todavía siguen viviendo, pensando y opinando como si este
pontificado fuera algo pasajero, una tormenta de verano y fuera a
regresar la restauración reaccionaria a Roma.
De
hecho, de los 84 obispos en activo (entre titulares y auxiliares), sólo
22 han sido nombrados por Francisco. 26 fueron designados por Benedicto
XVI y la mayoría, 36, son obispos gracias a la decisión de Juan Pablo
II. Muchos de estos últimos son, precisamente, la avanzadilla de los
movimientos más conservadores.
En ese grupo están,
entre otros, Reig Pla (Alcalá de Henares), Fidel Herráez (Burgos),
Cañizares (Valencia), Demetrio Fernández (Córdoba), Braulio Rodríguez
(Toledo), Javier Martínez (Granada), Juan José Asenjo (Sevilla) o el
considerado por muchos como sucesor natural del cardenal Rouco Varela
como líder del frente conservador, Jesús Sanz, de Oviedo.
Por
contra, Juan Pablo II también nombró a algunos de los prelados que sí
han asumido los cambios planteados por Francisco, como Julián Barrio
(Santiago), Ricardo Blázquez (Valladolid y actual presidente de la CEE),
Carlos Osoro (Madrid) o Juan José Omella.
Con todo,
la renovación que habrá de abordar el nuevo Nuncio se centrará en los 13
arzobispados donde la mayoría de cuyos líderes ya han cumplido, o están
a punto de hacerlo, los 75 años, edad en la que deben presentar su
renuncia y jubilación.
Y es que la principal tarea de
un Nuncio es la de elaborar las famosas ternas de candidatos de las que
salen los futuros obispos. Para ello, habrá de revisar el funcionamiento
de los seminarios, y el comportamiento de los 18.000 curas de nuestro
país.
Porque, como ocurriera en tiempos de Pablo VI y Tarancón, sin
obispos renovadores es imposible llevar a cabo una renovación. Una vez
conformada la nueva nómina de obispos se elegirá a su cúpula el próximo
marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario