ROMA.- La secretaria de la Comisión de Recursos Genéticos de la
Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Irene
Hoffmann, sostiene que, además de las plantas cultivadas y la cría de
animales, hay toda una "biodiversidad asociada" poco conocida que
componen millones de microbios e invertebrados como polinizadores o
gusanos.
También están los corales, manglares y demás
hábitats esenciales para los peces, o los alimentos salvajes que
proporcionan hongos, animales sin domesticar y bosques, dentro de "todos
los organismos que dan servicios de ecosistemas de los que depende la
agricultura y que ofrecen resiliencia frente a los choques, incluido el
cambio climático", sostiene Hoffmann.
Un reciente
informe de la FAO revela que el 24 % de casi 4.000 especies silvestres
alimentarias en 91 países están disminuyendo en abundancia, sobre todo
entre crustáceos, peces, moluscos e insectos, aunque el declive podría
ser mayor porque el estado mundial de muchas especies no se conoce.
La
experta insiste en investigar más el vínculo entre la biodiversidad
asociada y su función en los ecosistemas, impulsando políticas que
influyan en los mercados locales para evitar la sobreexplotación de los
recursos.
Con ese fin se han establecido programas de
mejoramiento de abejas y corales, o bancos de microorganismos, desde los
que sirven para fermentar quesos a las bacterias del suelo, aunque
muchos solo puedan preservarse en su ambiente natural.
Igualmente
se recomiendan prácticas "amigables" con el medioambiente: agricultura
orgánica, manejo integrado de plagas, agroecología, gestión forestal
sostenible o acuicultura diversificada, entre otras.
"Algunos países las están empleando cada vez más, pero no lo suficiente para detener el declive", apunta Hoffmann.
Tras
la pérdida estimada del 75 % de la biodiversidad genética en favor de
variedades uniformes y de alto rendimiento hay procesos como la
deforestación, la agricultura intensiva o la urbanización.
Para
revertir esa tendencia, el Fondo para el Medioambiente Mundial (GEF) ha
lanzado un nuevo programa enfocado a la alimentación, el uso de las
tierras y su restauración, financiado con casi 500 millones de dólares
en los próximos cuatro años.
Una de las acciones que
apoyará será poner freno a la deforestación que causa el comercio
internacional de productos como la soja, el aceite de palma o la carne.
"Hay
que transformar el sector alimentario para lograr un desarrollo
sostenible sin degradar la salud del planeta", declaró en una reciente
presentación en Roma la presidenta del GEF, Naoko Ishii.
"Tendemos a centrarnos en los cultivos agrícolas, pero necesitamos
considerar más los ecosistemas", asegura la experta Mary Taylor, antigua responsable del banco de genes del Centro Forestal y de Cultivos del Pacífico, que lamenta la falta de
fondos y experiencia técnica para garantizar la biodiversidad en su
conjunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario