martes, 4 de noviembre de 2008

Las fusiones y lo políticamente correcto / Cruz Sierra

El asunto este de la fusión de las cajas de ahorro, especialmente de las valencianas, aparece y desaparece periódicamente dejándonos plenos de confusión. En estos momentos arrecian todo tipo de comentarios, apoyos y manifestaciones universales sobre la independencia de las entidades a la hora de tomar tan vital decisión. Quien más quien menos tiene una opinión sobre la cuestión y la suelta sin pudor a la mínima.

Sin embargo, más parecería que los que tienen que hablar, las mismas cajas de ahorro, no lo hacen o ya lo han hecho hace tiempo y no piensan volver a repetirlo. Conservadoras donde las haya, las entidades financieras repudian hablar de cambios significativos en su seno.

Lo ha hecho por ellas el conseller de Economía, Gerardo Camps, quien alineado con la tradicional, y exquisita, postura del Consell de Francisco Camps, señaló que «no corresponde al Gobierno alentar ni desalentar ninguna acción sino a los órganos de administración [de las cajas], que contarán con el respeto de la Generalitat», Tan políticamente correcta respuesta no «corresponde», no obstante, a la realidad.

Le corresponderle perfectamente al Consell o a las Cortes opinar sobre el rumbo correcto que deban tomar las cajas. Al fin y al cabo, sus órganos de gobierno son propuestos prácticamente en su mayoría vía parlamentaria y/o municipal. Por tanto, debe la Generalitat dentro de sus prerrogativas alentar, o desalentar (si así toca), la fusión entre las cajas regionales.

El día anterior había sido el presidente de la Cámara de Comercio, Arturo Virosque, quien, reacio a complicarse la vida más de lo necesario, ofreció su apoyo «incondicional» a las cajas hicieran lo que hicieran. Mayor criterio mostró el de la Cámara de Alicante, Fernández Valenzuela quien, siempre atento al fomento del poder alicantino, dio públicamente su apoyo a una hipotética fusión de la CAM, aunque no con Bancaja.

Los alicantinos, ya se sabe, han sufrido históricamente cierto complejo de segundones y temen perder autonomía si no dominan absolutamente la CAM, lo cual no deja de tener su lógica. Es obvio que la tendencia natural de la CAM sería la de llevar a cabo una fusión (¿por absorción?) con Cajamurcia cuando su poderoso director, Carlos Egea Krauel, o su ausencia por jubilación, lo permitiera. Faltaría por ver entonces la actitud del gobierno murciano, igual de celoso hacia su herramienta financiera regional.

O con la Caja de Castilla La Mancha antes de que la devore Cajamadrid, quien lleva ya tiempo afilando sus colmillos para rescatar a la sufrida entidad manchega. Cualquier cosa antes que arrejuntarse con Bancaja (hace años, con Juan Antonio Gisbert, ya hubo movimientos de acercamiento hacia Ibercaja, llegándose incluso a barajar una hipotética ubicación de la sede conjunta en Alcañiz).

Se fusionan las cajas vascas logrando superar en algunos renglones a Bancaja y a la CAM; negocian su fusión las castellano-leonesas; lo intentan las andaluzas y al menos lo discuten las catalanas, y hasta Luis Ángel Rojo, Solbes y MAFO hablan de ellas, recomendándolas. Por si fuera poco, propone Juan Ramón Quintás, presidente de la CECA (la patronal de cajas), la cuadratura del círculo al plantear una fusión pero sin fusión.

«Una fusión virtual», como él mismo define, consistente en la fusión de las cajas y de sus cuentas, pero no la de sus marcas, órganos rectores ni obras sociales. Quintás inventa así una nueva fórmula: 1 + 1 igual a tres. Se mantienen los órganos rectores de las cajas y sus dirigentes y se crea uno nuevo para dirigir el nuevo grupo surgido... (a esto se le llama adaptación al terreno).

Pero Quintás sabe lo que se dice. El asunto tiene enjundia porque, ojo, con los órganos rectores hemos topado. Y con las obras sociales. En el fondo uno diría que ambos representan el quid de la cuestión en unos hipotéticos procesos de fusión. Porque, a ver, ¿cómo resolver pacífica y voluntariamente la autoinmolación de consejos de administración, asambleas, fundaciones (y reparto, claro) de obra social, empleo para las vacas sagradas de los partidos, sindicatos y otros lobbies sociales, por no hablar de la de un presidente, un director general y otro financiero por cada dos cajas que se fusionen? ¿y del -esto son palabras mayores-, cierre de oficinas y reducción de plantillas?

Realmente difícil y peligroso. Para ello hace falta visión clara de la situación y mucho valor, arrojo, capacidad de negociación y de compromiso. Y un punto de encuentro con el partido de la oposición, sin el cual no se llegaría lejos en ese camino plagado de minas.

Sin embargo, de lo que no se habla, como si fuera incorrecto hacerlo, es de lo más importante, de por qué la fusión Bancaja/CAM sería beneficiosa económica, social y financieramente, de cuáles serían sus cifras, ratios y dimensiones, de hasta qué punto es importante el tamaño (que lo es, especialmente en estos difíciles momentos para la industria financiera), y del recorte de gastos y costes, de sinergias y economías de escala que una fusión aporta. Y por supuesto, del trauma social y laboral que representaría.

Cojamos papel y lápiz, hagamos cuentas y resolvamos con los datos en la mano y de una vez por todas este discurso errante sobre fusiones. Lo demás es paripé.

www.levante-emv.com

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