martes, 22 de julio de 2008

Democracia insana / Santiago Delgado

En una democracia sana, se juzga lo que han hecho los políticos salientes. Y se determina el voto según lo acaecido. Y, por eso, se cambia de gobierno. Hay alternativa. España es una democracia insana.

No se vota por esto que acabo de decir, sino por lo que te pide esa esclavitud de fidelidad que, otrora, llevara a las banderías y facciones de una y otra índole. Y de ellas, al monte, con el trabuco. Muy pocos españoles piensan y votan según la coyuntura, que no es según la contingencia o circunstancia.

En una democracia, si no hay alternancia de poder, no hay buena democracia. El poder corrompe. Y el que es reincidéntemente votado se cree un dios, al que todos deben obedecer. Y al que nadie dice nada contrario a sus designios. El que es votado siempre no escucha nada a su alrededor que le contraríe. Nada. Sólo escucha adulación. Es muy difícil renovarse si no se pierde el poder.

De ahí que lo más sano en democracia sea esa alternancia irregular de que hablo. Votamos en este país por herencia, casi. Con los míos, a muerte. Nadie analiza, ni nadie compara. Y se repiten votaciones legislatura tras legislatura. Y, por eso, políticas que requieren de continuidad ocho o más años, se olvidan. Somos esclavos de las elecciones.

En el resto de Europa, esto se salva por los pactos de Estado, pero en España, el partido en el gobierno llama pactos de estado a la realización de sus propias políticas, sustentadas por la mayoría precaria, absoluta con apoyos, pero precaria.

Una mayoría, que, en el caso actual, cree que es derecho suyo poner a su política como de Estado. Y, claro, no es eso. Pactar con visión de Estado en otra cosa.

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