viernes, 28 de noviembre de 2008

¿Por qué no viene usted aquí? / Lola López Mondéjar*


Hace algunas semanas, coincidiendo con la cumbre del G20 en Washington, algunos cientos de personas (otros miles lo hacían en el resto del territorio español), acudimos a una manifestación convocada bajo el lema: "La crisis que la paguen ellos", para llamar la atención sobre el socorro que el estado presta a empresas y bancos enriquecidos durante el periodo de bonanza anterior, que ahora solicitan descaradamente su ayuda.


Mientras esperábamos a que se iniciara la marcha, una joven periodista de una televisión local nos preguntó, micrófono en mano: ¿Por qué ha venido usted aquí?

La pertinencia de la pregunta era, al menos en un primer momento, irreprochable, de modo que contestamos con rapidez para alejar de nuestro rostro la cámara que otro joven sostenía sobre su hombro, y volver a charlar animadamente con los amigos. Como siempre, tras las breves pinceladas expuestas a bote pronto, experimenté la incomodidad que los falsos extrovertidos sentimos tras hablar en público, me perdoné los errores para no sufrir inútilmente por los remordimientos, y pensé durante unos momentos en la pregunta que me habían formulado.

Nada más detenerme en ella, y mientras observaba a mi alrededor, supe que no era esa cuestión más interesante, sino que la joven periodista debería haberse dirigido, no a los allí reunidos, cuyos motivos de convocatoria estaban bien claros, sino a los paseantes que transitaban indiferentes, aquella tarde noche de un sábado cualquiera, por las aceras de la ciudad; detenerse en ellos para lanzarles amablemente, siempre bajo el foco de su cámara, la pregunta contraria:¿Por qué no viene usted aquí?, pues esta y no otra era la incógnita auténticamente indescifrable de aquel acontecimiento.

¿Por qué no vienen los recientes desempleados a consecuencia del desvanecimiento de la burbuja urbanística?, ¿Por qué tampoco lo hacen los pequeños empresarios agobiados por la crisis financiera que ha enriquecido a unos pocos, empobrecido a la mayoría, y que ahora todos hemos de pagar? ¿Por qué no la mayoría de mujeres, las primeras en ser despedidas o en ver reducida su jornada laboral? ¿ Por qué no vienen los padres y las madres de los adolescentes con fracaso escolar, deslumbrados por el dinero fácil y desmotivados frente a unos estudios que les procurarían un futuro ahora casi dramático? ¿Por qué no están aquí los jóvenes mileuristas que han sostenido con sus salarios de miseria el enriquecimiento de quienes ahora se declaran en bancarrota? ¿Por qué no han venido los inmigrantes?, y así sucesivamente.

Si todos los afectados por esta crisis de la avaricia hubieran acudido aquí, las proporciones alcanzadas por nuestra manifestación hubiesen sido apoteósicas.

¿Por qué, pues, ignoran unas protestas que son las suyas?

Hace tiempo que la desmovilización se convirtió en una de las lacras de la democracia; el ciudadano medio, poco o nada vinculado a organizaciones sociales o políticas de cualquier tipo, ha dejado de sentir que una queja que repite en privado, pueda ser hecha pública. La incertidumbre por el futuro y el malestar actuales se expresan en un incremento de malestares subjetivos y en el consecuente aumento de las demandas de salud mental y de servicios sociales; esto es, la queja se singulariza, a lo que contribuyen tanto los mecanismos psíquicos como sociales del poder, y se abandonan los lugares de socialización que harían nuestro malestar políticamente operativo.

La cultura individualista ha arrasado con las viejas concepciones grupales (familia, equipo de trabajo, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, clubes, etc.) y ha dejado al ciudadano – cuya conciencia ha sido moldeada por esta cultura- indefenso ante problemas cuya solución no es individual, o lo es apenas, sino política.

La ineficacia y la burocratización de los partidos y sindicatos para ilusionar a la población, convertidos en grupos sectarios alejados de los ciudadanos, no contribuye a mejorar este estado de cosas, y la psiquiatría, la psicología y los servicios sociales se han convertido en paliativos inadecuados, en un cajón de-sastre (como les llama Guillermo Rendueles), donde van a parar tanto el sufrimiento subjetivo como el social. Obviamente, estos mecanismos no pueden hacer demasiado por reducir ni el uno ni el otro, sino más bien, ejercer de poder regulador, neutralizador, normalizador, contrario a sus objetivos iniciales de cuidados. Una función que algunos ya se esfuerzan en denunciar. En el fondo se trata de reconocer que, como dice Ulrich Beck, no sirven las soluciones biográficas para las contradicciones sistémicas, si bien el imaginario social imperante se empeña en hacernos creer que puede ser así.

¿Cómo recuperar entonces la esperanza en lo colectivo, sin la cual nuestra propia vida individual queda mutilada? ¿Cómo devolver el poder transformador que siempre han tenido los fenómenos de socialización de la queja?

Los mecanismos implicados en esta derrota de lo social son demasiado complejos para pretender responder, aunque sólo fuese teóricamente, desde este modesto artículo. Sin embargo, es evidente que sólo en esa senda estará la solución de la apatía generalizada a la que asistimos (tal vez más acusada en nuestra región, por su déficit cultural y su tejido social particulares, que en otros lugares de España).

Sólo si cada uno de quienes compartimos estas premisas contribuimos, con herramientas de interrogación crítica, a movilizar los diferentes grupos en los que nos insertamos, podremos invertir la tendencia. Se trata de recuperar lo público como espacio de debate, de protesta, de movilización colectiva contra un malestar socialmente producido, y de eliminar de lo privado lo que no es más que la interiorización de sutiles mecanismos de poder, que nos instan a experimentar que nuestro malestar subjetivo (el del desempleado, el joven, el pequeño empresario, la mujer o el inmigrante a quienes aludíamos antes) es fruto de nuestra particular incompetencia, y no de la hostilidad de un sistema cada vez menos afín a las necesidades de la vida humana.

Retomemos ahora con más pertinencia la pregunta que motivó este comentario: ¿Por qué no viene usted aquí?

*Lola López Mondéjar es psicoanalista.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por que no? Porque todos tenemos la culpa de lo que está pasando, en mayor o menor medida, pero la crisis es responsabilidad de todos nosotros.
Logicamente, lo mas pueril es echarle la culpa a ZP (alguna tendrá, pero no toda).
Si nosotros mismos nos hemos desmadrado anteriormente, ¿Por que vamos a ir a la manifestación si la culpa es nuestra?
Si nosotros mismos hemos gastado el dinero que no teniamos, ¿a quien le pedimos la responsabilidad?
Si hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ¿ahora que?
Los bancos y cajas de ahorro que tenemos son los que nos merecemos.
Los politicos que tenemos son los que nos corresponden a nuestro nivel cultural.
¿Queda alguna solución?
Pues si, empezando por personas comprometidas y colectivos, pero son tan minoritarios......

Anónimo dijo...

Juan Marsé, Premio Cervantes 2008, hizo las siguientes declaraciones hace tan sólo unos días:

"Estoy hasta el gorro de la burricie y la ineficiencia de nuestros políticos".

Marsé lleva toda la razón, tenemos demasiados ejemplos de ello. Pensemos en Carlos Fabra, hoy mismo, tras arremeter contra los socialistas y llamarles ladrones, dice ante los periodistas:

“He comprado el 27931 (la lotería de Navidad), y si me toca me sacaré la pirula y me mearé en la sede de Izquierda Unida”

Los neofascistas, por si todavía no nos habíamos enterado, campan a sus anchas por la vieja Europa. Pongamos otro ejemplo, el del actual alcalde de Roma, heredero de los postulados del Partido Fascista italiano, imparte una conferencia en Madrid, prologado por Ruíz Gallardón, el "centrista".

Los italianos del fascio, por si no lo sabíamos, insultan alegremente a la izquierda llamándoles fighetti,la izquierda radical chic, los pijos de izquierdas.

Aquí, en Murcia, ya empezamos a escuchar y leer este tipo de mensajes; la versión española sería la de "los pijiprogres".

En muchos foros, seguro que los identificáis facilmente; especialmente arrementen contra la cultura de izquierdas en general. Cuando nos visitó Leo Bassi se presentaron con todas sus señas de identidad al igual que cuando condenan a los inmigrantes.

Afortunadamente, a estos nostálgicos de Partidos Fascistas, nadie les premia, no se les concede el Cervantes ni reciben el Premio Nacional de las Letras. Juan Goytisolo, sí lo ha recibido finalmente. Su reconocimiento ha tardado, pero eran "fabas contadas", una vez que en tantísimos países del mundo se han traducido sus obras en diferentes lenguas.

Trillo, para más INRI, en el XIV Congreso cartagenero del PP, vuelve a arremeter contra la justicia. Parecía que se habían olvidado los populares de este tipo de argumentaciones para justificar la corrupción en sus filas, pero no es así.

El ex ministro de Defensa
acusa a la Fiscalía General de "perseguir a alcaldes del PP en la Región por la que Bermejo es diputado".

Recordemos que Berlusconi dice lo mismo cuando se ve acorralado por la justicia.

Y para terminar, si Lola en su último artículo habla de "déficit cultural", agudizándose este fenómeno casi estructuralmente en Murcia; Pepa Bueno, periodista más que conocida por conducir el programa Los Desayunos de TVE e Informe Semanal, incide en la cultura del miedo y nos advierte en su blog de que estemos muy atentos:

"El miedo es un motor mas potente que la euforia. No lo digo yo, lo dice Alan Greenspan , el ex Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos. Pues si es asi, llevan años echandole gasolina al motor. Miedo al terrorismo, miedo al diferente, miedo a la crisis, miedo a que se firme un Plan de Choque para las bancos con el dinero de todos, miedo a que no se firme y se vaya todo al traste, miedo al miedo.

Vamos a tener que poner mucho de nuestra parte para levantar la cabeza, respirar, sacudirnos el vertigo y estar bien atentos. No sea que con tanto miedo nos den gato por liebre y ni nos enteremos".

Elena

Anónimo dijo...

El artículo es de Nobel. Los mismos tópicos de siempre para justificar lo mal que lo hacen los demás. Mientras, yo me sublimo dándole al ratón. La realidad es mucho más dura.Pero que no nos pidan explicaciones, claro, no vaya a ser que alguien nos pregunte: ¿dónde va usted después de la manifestación de turno?

Anónimo dijo...

No van porque esperan como agua de mayo que la situación vuelva a la senda de la burbuja y todo siga como antes. Ha pasado en otros momentos de la historia y ha costado por ello mucho tiempo en reaccionar. El personal no es consciente, todavía, del problema. Ha de sentirlo mucho más en sus carnes, lo que ocurrirá durante 2009 cuando se les acabe el paro y las indemnizaciones, les acosen los bancos y acreedores, y no haya lugar a donde emigarr ni con vuelos baratos.

Anónimo dijo...

El orgullo y la envidia son los pecados nacionales hispánicos. Últimamente, además, está mal visto trabajar demasiado, no ir a la playa o al bar, etc, etc. Quizás entre otras muchas razones no van (ni piensan ir) a estas manifestaciones porque las consideran fuera de su perfil político. Muchos de estos jóvenes engrosan la lista de los cachorros peperos más hooligans. El peor castigo de mucha gente es la humillación social ante su orgullo y prepotencia. De pasar de tener coche caro, casa cara, chico/a guapa en casa y dinero para los vicios, se puede pasar a tener que vender el coche y la casa, volver con los padres, divorcio exprés, y un botelleo barato con los amigos. Quizás algunos debieran hablar con su antiguo maestro y pedirle consejo. Pero otros van a ser irrecuperables y si tienen suerte acabarán trabajando por cuatro duros en la economía sumergida. Demasiado duro para ellos la agricultura, y demasiado poco ingreso, especialmente si practican vicios caros y prohibidos.