El socialismo murciano, que existió / José Antonio Martínez-Abarca

Veo a la ex candidata del PSOE a alcaldesa de Murcia, simpatiquísima y demostrando un gran “encaje” profesional (lo digo porque no nos encontrábamos en persona desde “lo” de sus carteles electorales enseñando el canalillo, con lo que me ensañé) en lo de los cinco minutos de silencio por el último atentado de ETA y me dice que me ha visto “semidesnudo” en una foto publicada en una revista de sociedad. No cabe mejor síntesis de la crisis por la que atraviesa el socialismo murciano.

Porque en lugar de hablar de lo que está pasando en su partido, del liderazgo de Saura o de Miguel Navarro o de Ramón Ortiz (con quien tengo una deuda de respeto y afecto personal y pase lo que pase será siempre, a mi ver, el candidato más serio a enfrentar con Valcárcel desde la secretaría de su partido), hablamos de lo único importante que puede hablar una política del PSOE murciano para no hablar de ETA: mi posado en bañador al estilo de los de Ana Obregón, que en realidad no era posado, no como los de ella.

¿No hay temas más acuciantes que tratar con un cronista político para una ex candidata a alcaldesa por el PSOE? Pues realmente, no. El PSOE regional se debate entre la clandestinidad y la desaparición, o entre la desaparición y el exilio, y eso desde luego no es agradable ni para comentarlo. Lo que va de ayer a hoy. Ayer, o trasanteayer, mi colega de página Juan Redondo, experto en interioridades sociatas desde hace decenios, escribía en un extinto periódico en el que escribíamos, como titular: “Gran revuelta enana por el Guadalentín”. Hoy no se entenderá qué quería decir, pero por entonces, ya decimos que trasanteayer, los periódicos regionales sólo llevaban esos titulares, y todo el mundo sabía que se referían a la crisis interna del PSRM. Que ya les gustaría a los socialistas murcianos de ahora (que en realidad son casi los mismos de entonces: Saura y Ortíz ya estaban) pillar una crisis como aquella y darse con ella en los dientes.

La famosa crisis interna entre “colladistas”, “enanos”, “jumistas” o “mariantonianos”, de la que el PSRM-PSOE no se ha recuperado en quince años, era el balneario de Baden-Baden comparado con lo que les aqueja ahora. Porque entonces todavía tenían votos, partidas presupuestarias, sedes y ganas, y era impensable que, como me cuentan que ocurrió en las últimas o penúltimas elecciones, no tuvieran suficiente gente para rellenar las mesas electorales o a los mítines de un ministro (como le ha pasado al de Justicia, Bermejo, al que Valcárcel ha bautizado como “Bermejoras”) fuera siempre la misma “claque” de cincuenta tíos incondicionales repetida, estuviera en el pueblo, la pedanía o la diputación que fuese.

Hay crisis y crisis, y si aquello de hace quince o dieciocho años fue una crisis en el PSRM, lo de ahora es un “apocalypto” como el de Mel Gibson, y eso si nos levantamos bien de la siesta. ¡Y pensar que Pedro Saura, ahora tan zarandeado, era el “pequeño saltamontes” al que Ramón Ortiz siempre se llevaba a las comidas como su discípulo bienamado, en tiempos para su partido pésimos pero no catastróficos! ¡Quién se lo iba a decir a Ramón Ortiz, que su protegido no querría saltar andando el tiempo ni con agua caliente y usando su buena relación con Zapatero y que el tiempo me daría la razón cuando escribí tras su dimisión, la de Ortíz, por malos resultados electorales, que lo que le parecía malo a algunos nos terminaría pareciendo buenísimo, por comparación!

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