Uno es el de los secreteos, las
intrigas, las covachuelas, el juego sucio, las maniobras, las
zancadillas, las trampas, los comités, las votaciones trucadas, las
amañadas, la compra de voluntades, los enchufes, los chantajes, las
complicidades, la marrullería, los pactos sotto voce, los
infundios, los pelotas, las traiciones, los favoritismos, la ocultación,
las decisiones oligárquicas, la censura, el abuso, el silenciamiento de
la militancia, el interés de los viejos bonzos, la falsedad, la
mentira, la manipulación, el abuso de poder, la miseria moral, el miedo a
la competencia y la libre confrontación, los resultados falseados, la
protección de los poderosos.
Es
el estilo de Susana Díaz y quienes la han convencido de que, poniendo
todas las malas artes y chapucerías posibles tras un golpe de mano de
auténticos truhanes, puede ahora escalar la máxima responsabilidad del
PSOE y su máxima incompetencia.
El
otro es el estilo abierto, franco, sincero, democrático, dialogante,
íntegro, la palabra dada, los acuerdos, las decisiones consensuadas, el
reconocimiento de los errores, la modestia, el juego limpio, la asunción
de responsabilidades, el recurso a la militancia, la confianza en las
bases, la implicación personal, la lealtad, el respeto, el poder
compartido, la moralidad en la acción, el libre juego de la competencia,
el respeto a los resultados, el enfrentamiento con los intereses
creados, el desafío a los poderosos, el logro de la autonomía, la
originalidad de planteamientos, las decisiones compartidas, la asunción
de riesgos.
Es
el estilo de Pedro Sánchez y quienes, afrontando las decisiones
represivas de la junta de golpistas y los castigos arbitrarios así como
las campañas mediáticas movidas por los agentes del PP en el socialismo,
los incrustados en los medios a su servicio y los "intelectuales"
orgánicos, se han puesto a su lado para reconstruir el PSOE como un
partido de izquierdas, autónomo, socialdemócrata, radical, independiente
de la derecha y no rehén de ella.
Y,
de momento, en la primera confrontación, el resultado ha sido triunfo
para el sector renovador, democrático, apoyado por las bases de Sánchez.
Y una derrota humillante para los paniaguados del aparato del partido,
con ese espantajo al frente que es Susana Díaz, pertrechada por todos
los apoyos de los barones (aunque a distancia porque ya empiezan a
maliciarse que esto no terminará bien) y los mediáticos de la derecha.
Y, por supuesto, derrota de ese sector a la sombra de los veteranos del
PSOE, González, Bono, Rubalcaba, hoy convertidos en carcamales voceros
de la derecha.
Una
pequeña e irónica reflexión: ¿quién iba a decirle al decrépito Isidoro
que, andando el tiempo, él sería el reaccionario Llopis, defensor de un
PSOE desdentado, tratando de cerrar el paso a la renovación del proyecto
de una izquierda democrática y socialista? ¿Quién que el Isidoro de
entonces se llama hoy Pedro y la anquilosada y vieja guardia del exilio
de antaño es la media docena de submarinos peperos, los Rubalcaba,
Madina, Díaz, etc que tratan de impedir la renovación del único partido
de la izquierda democrática que ha hecho algo positivo y volverá a
hacerlo en España?
Por
supuesto, esta aventura de recuperación del PSOE para su militancia,
con un programa de izquierda sin tapujos ni temores puede frustrarse.
Puede que a Sánchez le falte constancia, iniciativa, tesón o no tenga
clara las ideas o fracase en el cálculo de sus apoyos, en cuyo caso
perderá y, con el, desaparecerá la última posibilidad de reconstrucción
del PSOE porque lo que aportan sus contrincantes no merece la pena ni la
consideración.
La
inmoralidad de sus adversarios, dentro y fuera del PSOE, puede hacer
descarrilar el proyecto. Pero algo ha quedado ya claro: todas las
mentiras de esta reata de burócratas acobardados, voces de sus amos,
enchufados y aprovechados al servicio de un sistema corrompido, han
quedado al descubierto. El tiempo pertenece al proyecto de Sánchez
quien, si mantiene el rumbo y el tesón, reconstruirá un partido
independiente de la derecha y hegemónico de la izquiera. Contará con la
lealtad de mucha otra gente que ahora conmenzará a sumarse a la empresa y
contará también con la deserción de todos los supuestos "aliados" de
Díaz que la abandonarán al ver el cariz que van tomando las cosas. A
saber cuántos barones -además de sus siervos extremeño y
castellano-machego- acuden al próximo llamado de esta impresentable
aspirante a un puesto para el que a todas luces no vale.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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