lunes, 10 de marzo de 2008

Reflexiones / Ángel Martínez*

El crecimiento de la economía española ha sido muy importante en la última década. Los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística, relativos a la Contabilidad Regional de España, en base 2000, confirman el alto crecimiento de la economía murciana durante 2006, un 4,1% del PIB, ha vuelto a liderar, junto con Cantabria, Galicia y el País Vasco, el crecimiento del Producto Interior Bruto nacional que lo hacía en el 3,9%.

Si consideramos la media del crecimiento del PIB entre los años 2000 y 2006, España crecía el 3,36% frente al 3,99% de la región que lideró el crecimiento nacional. Según los datos anticipados del 2007, el crecimiento de la economía española se situaba en el 3,8% del PIB, un ejercicio en él que nuevamente la región crecía por encima de la media nacional con el 4%.

A pesar de estos excelentes datos de media anual, la información disponible confirma que la economía española mostraba ya sus primeros síntomas de desaceleración en el último trimestre de 2007. Los últimos datos vienen a ratificar una importante caída en el crecimiento de la economía española, pero además se advierte de la rapidez con que se esta produciendo, ya que el indicador adelantado de actividad ha pasado en un sólo año del 3,9% al 2,6%.

Por otra parte, la producción industrial, que comenzaba en 2007 con vigor ha cerrado el año en tasas negativas. El Banco de España constataba igualmente la ralentización de la economía, así como una menor inversión en bienes de equipo.

La reducción del crecimiento del Producto Interior Bruto confirma la desaceleración en que se encuentra la economía española, consecuencia, entre otros factores, de la crisis financiera mundial. Un hecho que cada día es mas palpable en la economía real de las familias, con la perdida de poder adquisitivo a causa de una inflación que supera el 4%.

El aumento de los precios de los productos básicos de la cesta de la compra y de los productos energéticos, junto con su alto endeudamiento, han reducido considerablemente la capacidad de consumo y de ahorro de las familias.

Un hecho que tiene importante trascendencia en la adquisición de nuevas viviendas aunque no es el único factor que ha influido en la reducción de la demanda de casas. La subida en el coste de los intereses de la hipoteca, también ha hecho más complicada su adquisición. Esta ralentización ha afectado las ventas de viviendas residenciales en sector turístico. Todo esto esta afectando a uno de los motores de uno de los ciclos económicos más importantes en el desarrollo social y económico de España, la construcción.

A todo ello, se suma la crisis financiera que tiene su origen en EE UU por las hipotecas de alto riesgo, con la consiguiente pérdida de confianza entre las entidades financieras. Una crisis que no tiene precedente en el pasado, y que esta afectando directamente a uno de los pilares de la economía, el crédito.

Esta pérdida de confianza ha llevado a la práctica desaparición del crédito interbancario y, consecuentemente, a la ausencia de oferta de dinero a medio y largo plazo. Dos hechos trascendentales que precisan de medidas extraordinarias para recuperar la confianza y el consumo.

España a pesar de su alto déficit exterior, que supera los 100.000 millones de euros, (en torno al 10% del PIB), ha financiado su crecimiento en los últimos años en torno al 30% de la inversión que se ha venido realizando, apelando al ahorro exterior, al crédito que se obtenía en otros países.

Una realidad que demuestra una clara debilidad de la economía española: la necesidad de apelar continuamente a los mercados exteriores para poder seguir financiando el desarrollo económico.

En este sentido si ahora se hace más difícil la compra de dinero, es evidente que los problemas derivados de esta situación se trasladen a la economía real.

Por todo ello es preciso que finalizado el proceso electoral, los dos grandes partidos, al menos, juntos al nuevo Gobierno de España, alcancen acuerdos que permitan afrontar con éxito la nueva situación planteada por la crisis financiera y las consecuencias de la desaceleración de la construcción.

Es necesario poner en marcha una serie de acciones que permitan aprovechar todos los puntos fuertes de la economía española, sobre todo en temas fundamentales como la fiscalidad, la energía, el agua, la unidad de mercado, la política exterior, la educación, la investigación y las nuevas tecnologías.

Es hora de afrontar los grandes retos que demanda la realidad de globalización que este siglo XXI conlleva.

* Vicepresidente de la CAM y secretario de Economía del PPRM

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