martes, 14 de agosto de 2007

Falleció en EEUU Irene Morgan, pionera de los derechos cíviles


WASHINGTON.- Irene Morgan, una mujer negra que en 1944 se negó a ceder su asiento a un blanco en un autobus y cuyo gesto ayudó a cambiar la historia, falleció el viernes a los 90 años.

Detenida y condenada a una multa de 100 dólares, su caso llegó hasta el Tribunal Supremo que, en 1946, le dio la razón a Morgan, convertida luego en Irene Morgan Kirkaldy, nombre de su segundo esposo.

Los Estados segregacionistas del sur de Estados Unidos ignoraron no obstante el veredicto del Tribunal Supremo y hubo que esperar hasta principios de los años 60 para que el movimiento de los derechos civiles, movilizado para defender a Rosa Parks, una mujer negra que en 1955 también se negó a ceder su lugar a un blanco en un bus, lograra obtener el fin de la segregación en todo Estados Unidos.

El incidente protagonizado por Morgan ocurrió en julio de 1944. La joven, entonces de 27 años, volvía a su casa en Baltimore (Maryland, este) tras visitar a su madre en Virginia. En esa época, la segregación racial todavía estaba en vigor en ese Estado vecino a Washington.

Morgan había pagado su billete y encontró un lugar sentada en la parte reservada a los negros, pero tras media hora de trayecto, una pareja de blancos subió al bus y el conductor pidió a la mujer que cediera su lugar. Ante su negativa, el conductor se dirigió a una prisión local, donde un sherif detuvo sin miramientos a la joven negra.

"Cuando algo es anormal, es anormal. Hay que corregirlo", explicó más tarde Morgan.

En 2000, el condado de Gloucester, donde se produjo el incidente racista, rindió un homenaje oficial a Morgan y en 2001 el presidente Bill Clinton le otorgó la 'Presidential Citizen Medal', una de las condecoraciones civiles más prestigiosa de Estados Unidos.- (AFP)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Junto a Irene Morgan, otras mujeres no tan reconocidas, pertenecientes a la familia negra americana, construyen y rompen murallas. Es el caso de Delia Mc donald Woolery, personaje que cuando construye una muralla, toma lo que está al alcance de su mano: culebras de Chipre, gallos de Amighetti y algunos trozos de Hemingway. Sin embargo, sus poemas no son sólo eso, sino el planeta, el vudú y algunos otros fragmentos de su linaje. Pues su poesía se eleva desde la cotidianeidad subyacente, hasta el mito desentrañado; desde la fuerza ya no telúrica a lo urbano, llegando al germen del humus...

Elena

DE PEQUEÑA
madres y abuelas
desataban rituales
de muerte,
orden
y castidad, y mientras murmuraban
lenguas jamaicanas
-lenguas antiguas
de honor y respeto-
recetan el rice and beans.
Tías y primas
limpian la tierra de partos
y encienden semillas
congregadas en tierra,
con profecías de ruido
y tristeza.

De pequeña,
me acostumbré al simbolismo de esferas:
colores marcados con sol
y muchas veces,
la canción solo fue
una memoria errante.

De pequeña,
recé:
Señor,
si es que tanto me amas,
aparta este cáliz amargo
de mí...
y la profecía
sigue transmigrando.

Delia Mc donald Woolery