viernes, 12 de enero de 2007

El Ministerio de Medio Ambiente compra terrenos en el litoral murciano para evitar tanta especulación




El delegado del Gobierno en la Comunidad Autónoma, Angel González, se reunió hoy en Murcia con la jefa de la Demarcación de Costas del Estado, la aguileña Francisca Baraza, y con el delegado de Defensa, Vicente Basabe, para ultimar aspectos de la compra de terrenos del litoral de la Región por parte del Ministerio de Medio Ambiente al Ministerio de Defensa.

Francisca Baraza explicó que esta reunión permitirá establecer un plan de trabajo para determinar los proyectos que se van a llevar a cabo en estos terrenos, por los que el Ministerio ha pagado 8,5 millones de euros.


Se trata de unas 300 hectáreas de terreno que corresponden a baterías de costa de Cabo Tiñoso (Cartagena), La Chapa (La Unión) y Aguilones, Conejos y Cala Cortina, además de una batería denominada 'Posición X', todas ellas en el término de Cartagena.
(En las fotografías, el Cabo Tiñoso y la jefa de la Demarcación de Costas)

Antes de la reunión, la responsable de Costas recordó que, en virtud de un protocolo suscrito el pasado 6 de noviembre entre el Ministerio de Medio Ambiente y el de Defensa, una serie de terrenos desafectados por éste último departamento pasan a formar parte del patrimonio de la Dirección General de Costas.


Esta decisión permitirá garantizar un mejor tratamiento de los terrenos, así como su preservación y conservación. A partir del citado protocolo y de acuerdo con los planes establecidos, se analizará el estado de cada zona desafectada por Defensa y, en los casos en que se estime conveniente, se firmarán convenios con entidades culturales u organizaciones ecologistas para llevar a cabo la gestión compartida de estas áreas, con diversas finalidades.

Por otra parte, preguntada por la posibilidad de que el Ministerio compre terrenos para evitar su urbanización, como ha apuntado el Gobierno regional, Baraza señaló que esta medida entra dentro de las competencias de la Administración autonómica, que es la que debe preocuparse de la preservación del territorio.


No obstante, añadió, Costas compra determinadas zonas que considera que, en el marco de las competencias que corresponden al Ministerio de Medio Ambiente, debe preservar, aunque la competencia principal a estos efectos es de las administraciones autonómicas y "no se puede gestionar el territorio a base de compras". (Efe)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ultima hora: Parecer que el Gobierno regional va a comprar la Marina de Cope.

Anónimo dijo...

Ultima hora: Parece que el Gobierno regional ha comprado La Marina de Cope.

Anónimo dijo...

Creo que es un error muy grave que las administraciones públicas compren terrenos para evitar la especulación inmobiliaria porque entonces la administración pública entraría en la dinámica (en el juego) de la especulación e incluso la fomentaría.
Lo que se debería hacer es desincentivar la construcción con impuestos o facilitando otras iniciativas empresariales.

Anónimo dijo...

CEMENTO, SOL Y CHUSMA

Arturo Pérez-Reverte

Vaya por Dios. Los hoteles, los ayuntamientos, las consejerías
correspondientes y los ministerios se preocupan porque el turismo
popular de playa anda flojo. Como hay sobreoferta de plazas y la
cosa está chunga, acaban de aprobar una aportación pública de muchos
millones de mortadelos para darle cuartel al asunto mientras se
buscan nuevos mercados en China y en India; que por lo visto son los
únicos turistas que aún no han honrado nuestro litoral. Resumiendo:
languidece el chollo. Pese a nuestros denodados esfuerzos, los
españoles no logramos mantener el liderazgo del turismo chusma. Y es
que la chusma es muy veleta, se cansa enseguida, busca sitios más
baratos todavía, y es relevada por la infrachusma que, como el
sabio, pasa recogiendo las hierbas que la otra arrojó. Pero al
final, ni con eso. Ahora resulta que nuestra parafernalia turística
se va poquito a poco a tomar por saco, pues quienes llegan a España
de vacaciones tienen menos viruta que hace ocho o diez años. Que ya
es poco tener. Los únicos turistas forrados que siguen viniendo en
masa, por lo visto, son los de las mafias rusas, albanokosovares y
de por ahí. Pero ni siquiera en el este de Europa hay gánsters
suficientes para ocupar tanto piso playero y chalet adosado.

Y es que la cosa tiene su mandanga. Después de destrozar la costa
mediterránea y hacer con ella una pesadilla de cemento -enriqueciendo a mucho especulador, a mucho sinvergüenza y a mucho
ayuntamiento-, después de construir miles de urbanizaciones y
hoteles casi regalados para guiris con pocos céntimos en el
bolsillo, después de reconvertirlo todo -ministros o consejeros
autonómicos dirían apostar- para que el turismo popular, tiñalpa,
bajuno, nutrido con botella de agua y hamburguesa, se sienta a sus
anchas y traiga a sus parientes, amigos y conocidos a disfrutar del
veraneo bonito y barato, resulta que ese turismo cutre, en el que
estaban cifradas las esperanzas económicas nacionales, se siente
tentado por otros destinos que ofrecen la misma cutrez a precios más
irrisorios todavía. Quién lo hubiera sospechado.

Y es que los turistas son unos ingratos, unos desconsiderados y unos
marditos roedores. Para eso, se lamentan ayuntamientos, empresarios
y agencias turísticas, hemos hecho tanto sacrificio, construido
tanta urbanización que chupa luz del mismo enchufe, bebe agua del
mismo grifo, defeca en el mismo colector frente a la misma playa.
Para eso nos hemos cargado la ecología, el paisaje, la salubridad y
la vergüenza. Así agradecen esos guiris que hayamos democratizado el
turismo litoral, y que España sea el non plus ultra en materia de
paradisiacas vacaciones populares a bajo precio. Que hayamos
reconvertido, sin complejos, cada restaurante en merendero de
sangría y paella infame, cada tienda en chiringuito callejero de
bocatas y agua embotellada, a cada individuo en camarero o tendero
que traga lo que le echen, a cada guindilla municipal en asesor de
turismo con bicicleta, chichonera y calzón corto. Así agradecen el
esfuerzo cultural de las fiestas de espuma, los pases de modelos
topless, la música pumba-pumba en la calle hasta las tantas de la
madrugada. Así devuelven la gentileza de que a cualquiera se le
permita entrar sin camiseta, en chanclas y calzoncillos, donde le
salga de los cojones, o que se pueda orinar y vomitar cerveza en
cualquier esquina con la mayor impunidad del mundo. Así agradecen
que, exprimidas las vacas andaluza y levantina, con adosados hasta
en los cuernos, le hayamos echado ahora el ojo al cabo de Gata y a
la costa murciana desde Águilas al cabo de Palos, donde
constructores y políticos -cogiditos de la mano- se relamen de
gusto, pues el Estado federal verbenero que nos ocupa tiende a
inhibirse y liberalizar la cosa, y los espacios naturales protegidos
lo son cada vez menos; en aras, por supuesto, de la España
descentralizada, el bien común y el desarrollo del cebollo.

Pero ya ven. Todo ese esfuerzo desinteresado y ese buen rollito nos
lo agradecen los guiris yéndose ahora, por dos duros, al Caribe o a
Croacia con su mochila. Hay que ser malaje. Menos mal que guardamos
una carta en la manga; una baza infalible para atraer, ahora sí, el
turismo de élite, el de verdad. El millonetis. Me refiero a los
ciento sesenta campos de golf abiertos en los últimos cinco años y a
los ciento cincuenta que esperan turno, y que caerán tan seguro como
yo me quedé sin abuela. Ahora que nos sobra el agua.
(De "El Semanal")