miércoles, 31 de enero de 2007

Alec Reid: "El Gobierno no cumplió con ETA"


El religioso redentorista irlandés Alec Reid lleva más de 40 años actuando como mediador en distintos conflictos para tratar de lograr la paz. Lo consiguió en Irlanda del Norte y desde hace cuatro años intenta hacer lo mismo en el País Vasco.

¿Dónde estaba y qué sintió al enterarse del atentado de ETA en la T-4 de Madrid?

Cuando estalló la bomba, acababa de llegar a Bilbao. Me llamó alguien del PSOE y me contó lo que había pasado. Inmediatamente, me acordé del atentado del IRA en 1996 en Irlanda, que también rompió el alto al fuego.

¿Por qué reaccionó así ETA?

Fundamentalmente, porque el Gobierno español no estaba cumpliendo lo que había prometido. Habían pasado nueve meses desde el alto al fuego y todavía no se había sentado a la mesa de partidos. Eso sí, estaba muy cerca de hacerlo.

¿En qué se equivocó el Gobierno?

El Ejecutivo cometió el error de no dar pasos. Creo que actuó así por miedo. O porque quizás las medidas que tenía que tomar hubieran comprometido su futuro electoral.

www.elmundo.es

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de 30 años de democracia, los ciudadan@s han aprendido las nefastas consecuencias del electoralismo más mezquino y burdo. Pronto llegarán las elecciones municipales y autonómicas... La ciudadanía, condenada al desencanto político, huye asustada de la manipulación partidista y de la presión de los poderes fácticos.

Elena

"Los jueces se ubican en el centro de la lucha política como en la crisis del 93. El lehendakari Ibarretxe declara hoy ante el Tribunal Superior del País Vasco.
31/01/2007
Enric Juliana

Con más prisas que pausas, en contra de lo que aconsejaba Torcuato Fernández Miranda allá en los años setenta, el poder judicial se está ubicando en el centro del campo de batalla. Volvemos a la crisis de 1993-96, trienio en el que los jueces trastocaron las astucias del tablero político, después de que el PSOE de Felipe González, cuesta abajo, perdiese la mayoría absoluta.

Los casos GAL, Filesa, Mariano Rubio, Roldán, Mario Conde y escuchas del Cesid, entre otros, colocaron una argolla de acero en el cuello del felipismo. Cuando ello ocurrió era muy reciente la experiencia italiana del proceso Mani Pulite:una fenomenal ofensiva de la magistratura contra la corrupción de los partidos, después de décadas de silencio, beatitud y condescendencia, es decir, de absoluta conformidad con el statu quo de la guerra fría. La caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética liberaron el precinto y se obró el milagro: los mansos de ayer se transformaron en fieros justicialistas, animados por el fiscal Di Pietro, tribuno de la plebe. Se llevaron por delante a más de media república. Italia aún no se ha recuperado del evento.

La fuerza propulsiva de Mani Pulite atravesó pronto el mar Tirreno y excitó los ánimos de la judicatura española, cautelosa y prudente durante la transición. El paseíllo judicial se puso de moda en los telediarios, ante el estupor de buena parte de la sociedad. Y el juez Baltasar Garzón devino rutilante estrella de la Vía Láctea. A su lado, el rústico Antonio Di Prieto es ahora un Plutón desclasificado.

Hoy habrá paseíllo en Bilbao. El presidente del Gobierno de Euskadi acudirá esta mañana a la sede del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco para prestar declaración en relación con la entrevista que mantuvo el pasado mes de abril con miembros de la ilegalizada Batasuna. A instancias de una denuncia presentada por el Foro de Ermua, incisiva plataforma antinacionalista, Ibarretxe podría ser acusado de cooperador necesario en la vulneración de la ley de Partidos. Es la primera vez que un presidente autonómico es llamado a prestar declaración en sede judicial. Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Catalunya, debió afrontar un trance similar durante la instrucción del caso Banca Catalana, pero en aquella ocasión, octubre de 1984, los fiscales acudieron a la Casa dels Canonges para escuchar al imputado.

La citación de Ibarretxe, como era de prever, ha reactivado la dialéctica insomne entre nacionalistas y constitucionalistas. Pese a las líneas discrepantes en el Euskadi Buru Batzar (buró político), y a la evidencia de un leve ostracismo de Ibarretxe, el Partido Nacionalista Vasco ha hecho piña alrededor del lehendakari, sacando a la calle a miles de personas en Bilbao. Eso fue el lunes. Ayer, el Consejo General del Poder Judicial emitió un duro comunicado de respuesta a la movilización nacionalista, en el que se exige el "cese inmediato de las campañas, manifestaciones y movilizaciones que hostigan y deslegitiman a la magistratura". La espiral está servida. Las ondas rugen y la política, evidentemente, no puede callar.

Gobierno y oposición, por tanto, se enzarzaron de nuevo. Mariano Rajoy no tardó en manifestar su total apoyo al documento del CPJC, mientras que el presidente del Gobierno reiniciaba sus ejercicios malabares. Tras dejar claro que "cada uno adopta la postura que considera conveniente", José Luis Rodríguez Zapatero defendió dos cosas: la independencia de la justicia, de acuerdo con lo establecido con la Constitución, y la libertad de expresión y de crítica, salvaguardadas por la misma Constitución. Habló Salomón y las ondas siguieron rugiendo.

Aun con los sondeos a favor tras el fatídico debate en el Congreso sobre el atentado de Barajas, Zapatero sigue enfrentado una perspectiva difícil, sino fatídica: Nadie sabe exactamente qué hará ETA en los próximos meses y las últimas detenciones policiales hacen temer malas noticias en la campaña de las elecciones municipales en mayo. Desea Zapatero cambiar de tema (de agenda) para aliviar a la opinión pública, pero la cuestión de ETA- su prioridad personal durante meses- es hoy un menhir megalítico clavado en el centro de los jardines de la Moncloa. Ansía preservar la entente cordial con el Partido Nacionalista Vasco - piedra de toque para salvar la legislatura-, pero los ardores de Bilbao no son nada buenos para el moderado de Josu Jon Imaz, cuyo liderazgo en el PNV no está plenamente asentado. Y quiere conducir al Partido Popular a una reunión desnatada del pacto antiterrorista, pero el hábil Alfredo Pérez Rubalcaba topó ayer en el Congreso con un escurridizo Eduardo Zaplana, posiblemente resignado al papel de "malo". Comienza a ser probable que esa reunión no tenga lugar. Ayer, en el Congreso, hubo agua de borrajas.

Otro dato preocupante; para el Gobierno, para la oposición y, seguramente, para el periodismo: la política, según el último barómetro del CIS, es lo último que hoy interesa a la sociedad española. Ganan, de largo, la familia, la salud, el trabajo y los amigos. La desconfianza crece.

Más madera antes de cambiar de profesión. La judicatura seguirá ocupando el centro del escenario después del paseíllo de hoy en Bilbao. El juicio por los atentados del 11-M, a mediados de febrero, promete fuertes tensiones. Y atención al Estatut. El Tribunal Constitucional está discutiendo la posible recusación del magistrado Pablo Pérez-Tremps, por haber redactado un informe por encargo de la Generalitat. Si el magistrado es recusado, el sector contrario a la sustancia del nuevo Estatut podría imponerse. En la calle Génova esperan prontas noticias. Y en Ferraz, también.

Publicado en "La Vanguardia"