MADRID.- La tecnología ha avanzado, pero la esencia sigue siendo la misma: un submarino propulsado por baterías eléctricas capaz de lanzar misiles (torpedos) mientras está sumergido. Esta es la idea que tuvo a finales del siglo XIX, el teniente de navío Isaac Peral y Caballero.
Aprovechando que el nuevo submarino S-81 lleva su nombre, es necesario
hacer una inmersión en la vida de este marino para conocer en
profundidad los éxitos, pero también las desgracias porque murió a los
44 años, del precursor de la flota submarina española, invita El Debate.
El marino nació el 1 de junio de 1851 en Cartagena, en Murcia, pero pronto toda la familia se trasladó a San Fernando. En Cádiz ingresó en el Colegio Naval Militar y posteriormente en la Real Compañía de Guardiamarinas
para formarse como oficial de la Armada, donde recibió formación
científica.
Durante sus años como guardiamarina realizó su primer viaje a
Filipinas, también embarcó en la corbeta Villa de Bilbao, las fragatas Almansa (que fue buque-escuela) y Victoria, además de la urca Santa María, una embarcación parecida a las fragatas.
Tiempo después navegó a bordo de la fragata Numancia,
que fue la encargada de traer a España al nuevo Rey Amadeo I de Saboya,
que abdicó dos años después de iniciar su reinado.
En 1872, cuando
Isaac Peral ascendió a alférez de navío, fue enviado a Cuba, donde combatió en varias batallas por las que fue condecorado. Su carrera continuó dos años después en España con su participación en la Guerra Carlista en el mar Cantábrico.
En
1882, Peral solicitó una plaza en la Escuela de Ampliación de Estudios
de la Armada, donde ingresó y realizó varias misiones hidrográficas para
levantar nuevos planos en Filipinas, y ascendió a teniente de navío.
Además, fue profesor de física, química y alemán, ya que era un idioma que dominaba. Su vocación por las ciencias y la docencia lo convirtieron en uno de los marinos más completos de la época.
«Proyecto de torpedero-submarino»
Con
este nombre tan explicativo tituló Isaac Peral su proyecto de
construcción de un buque sumergible capaz de lanzar torpedos bajo el
agua. Ayudado por su maestro, José Luis Diez, diseñó y propuso su
innovador invento al Ministerio de Marina, que en un principio no
mostró demasiado entusiasmo. Eso cambió gracias al apoyo del ministro de
Marina, el almirante Manuel de la Pezuela que impulsó la tramitación del proyecto.
Al final, la Reina regente María Cristina emitió Real Orden para financiar su construcción. Con un presupuesto inicial de 5.000 pesetas,
el submarino Peral empezó a construirse en el dique número uno del
Arsenal de La Carraca de Cádiz.
Por supuesto, era un proyecto
clasificado como alto secreto, aunque varios países lo descubrieron e
intentaron retrasar su construcción porque, como advirtió después el
almirante estadounidense George Dewey, «si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral, yo no hubiese podido sostener el bloqueo ni 24 horas», en relación con la guerra de 1898 iniciada en Cuba entre España y Estados Unidos.
A nivel
técnico la nave «dispondrá de dos cámaras de inundar para sumergirse a
voluntad a la profundidad que se desee y cuando se quiera hacer flotar
se expelerá el agua de dichas cámaras a favor de la fuerza expansiva del
gas comprimido, sin seguir pensando en más detalles que ya no podrán
ser insuperables, el problema queda reducido a ver si se puede obtener
por medio de los gases fuerza y oxígeno como para dos o tres horas
y, si esto es posible como creo, el problema está resuelto. Desde ahora
me propongo estudiarlo», afirmaba Isaac Peral en su defensa del
proyecto.
Esa no era su principal dificultad, el propio marino viajó por toda Europa para encontrar los materiales adecuados para la construcción, que por entonces no existían en España.
El 8 de septiembre de 1888 se realizó la botadura en una ceremonia
multitudinaria, que pasó a la historia de la construcción naval
española, al igual que lo hará la fecha del 29 de noviembre de 2023 por
la entrega del S-81 a la Armada.
El
primer submarino Peral tenía un casco de acero de 22 metros de eslora y
casi tres metros de manga. En la parte central estaba la torreta con las
escotillas de entrada y el periscopio. El nuevo Peral demostró que
operaba con facilidad durante las pruebas de inmersión en las que navegó nueve kilómetros sumergidos y consiguió lanzar un torpedo a un objetivo fijo a más de 300 metros de distancia.
A pesar del éxito del proyecto de Isaac Peral no se aprobó la construcción de nuevos submarinos. Es más, Peral sufrió una campaña de desprestigio
por parte de oscuros intereses y enemigos que hicieron su vida
imposible.
Debido a esta persecución el inventor solicitó la baja
voluntaria como miembro de la Real Armada y empezó una nueva vida. Como
civil se alió con el marqués de Salinas y fundó en Ciudad Real la
Compañía Termoeléctrica de Manzanares, pero un nuevo problema cambió su
vida.
En 1895 los médicos le detectaron un cáncer de piel e Isaac Peral viajó a Berlín para operarse. Aunque la operación salió bien, contrajo meningitis días después de la intervención y murió el 22 de mayo de ese año.
Fue enterrado en el cementerio madrileño de La Almudena hasta que en
1911 sus familiares decidieron trasladarlo al cementerio de Los Remedios,
en Cartagena, su ciudad natal.
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