En una nueva maniobra que los críticos pensaban que, al final, no se
iba a atrever a llevar a cabo, el secretario general del PSOE, Pedro
Sánchez, ha propuesto que el Comité Federal del partido, el máximo
órgano entre congresos, que se celebrará el próximo sábado día 1 de
octubre, debata la celebración el 39º Congreso Federal del Partido los
días 2 3 y 4 de diciembre, que se había aplazado hasta que, según
propuso en su momento la actual Ejecutiva, no hubiese Gobierno.
Previamente, se convocarían unas primarias para elegir secretario
general del partido, primarías a las que se presentaría Pedro Sánchez,
convencido de que sigue contando con el favor de la militancia, tal como
ocurrió en el verano de 2014.
Para Sánchez y su entorno más cercano
está sería la única solución para salir de la grave crisis por la que
atraviesa el partido, agravada, por el enfrentamiento de los críticos
con Sánchez y su equipo. Sabedor de que hay un intento de liquidarle
como sea, Sánchez, según los que le conocen no va a ceder en su
estrategia y según los que le conocen, está dispuesto a morir matando.
La lectura que Sánchez ha hecho de los malos resultados del domingo
en Galicia y Euskadi, según él, sería consecuencia de la pelea de los
críticos contra el aparato en plena campaña electoral, aunque, la
realidad, es que ésta es la sexta derrota que ha tenido el PSOE, desde
que Sánchez se hizo cargo del partido en el verano de 2014 frente
Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias. Tras conocerse el plan de
Sánchez, que en cierto modo ya lo había filtrado el día de la jornada de
reflexión de las elecciones vascas y gallegas, la casi totalidad de los
barones han calificado la propuesta como “irresponsable”.
El ruido mediático que ha provocado la pelea de los barones
regionales con Sánchez y el debate, a veces descalificador, que hasta el
mismo domingo se ha desarrollado en las redes sociales, como si los
intervinientes fuesen militantes de Podemos y de PP, disfrazadas de
socialistas, han creado un ambiente irrespirable, algo que nunca ha
sucedido en un partido que tiene 137 años de historia.
Por su parte,
Susana Díaz que pensaba competir con Sánchez en caso de que el Congreso
se celebrase, tal como se había decidido a propuesta de Sánchez, después
de la formación del Gobierno, que debería ser la prioridad para evitar
unas terceras elecciones, ve la situación del partido tan mal que es
partidaria de un Congreso para la refundación, algo parecido a la
reacción que se produjo en el partido cuando Felipe Gonzales decidió
renunciar al marxismo, la mayor crisis que ha sufrido el PSOE desde el
Congreso, también fundacional de Suresnes (Francia), de 1976.
Ni siquiera en ese Congreso en el que se produjo un auténtico golpe
de estado contra la vieja dirigencia socialista que vivía en el exilio
al mando del histórico Rodolfo Llapas, se alcanzó tal grado de
enfrentamiento como ahora, y eso que de la dirección del partido salió
toda una generación que hizo la guerra y fue substituida por otra, la de
Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Javier Solana y Pablo
Castellanos, que vivían en el interior y tenía experiencia de lo que
era luchar contra la dictadura del general Franco.
Ahora la falta total
de sintonía entre la vieja guardia y los barones territoriales con
Sánchez, al que le han hecho la vida imposible desde muy pronto de
acceder al cargo, han convertido las relaciones entre todos en una
guerra campal. Es verdad que Sánchez ha roto todos los puentes de
comunicación con los barones, algunos de ellos con la responsabilidad de
gobernar en sus respectivas Autonomías y también es verdad que, después
de seis derrotas, y los vergonzosos resultados en Galicia y Euskadi, en
los que, como siempre, no se quieren asumir ningún tipo de
responsabilidad política, han elevado las relaciones al grado de
conflicto permanente y de enfrentamiento que ha traspasado todos los
límites. Pero también es verdad que como dice el refrán, puede pasar que
“entre todos la mataron y ella sólo se murió”.
Por último, con la atención puesta en ese próximo Congreso, se ha
olvidado esa propuesta de Sánchez de intentar una nueva investidura con
Podemos y Ciudadanos, y si fuese posible con los nacionalistas. Sin
embargo, la primera reacción de Podemos antes de empezar cualquier tipo
de contacto ha sido romper el pacto de investidura en Castilla-La Mancha
con García Page, una prueba del interés que tiene el partido morado de
apoyar a Pedro Sánchez en un llamado “Gobierno de Cambio”, algo que se
ha planteado en la reunión de la permanente de la ejecutiva socialista
reunida este lunes en Madrid, para preparar el decisivo Comité Federal
del partido del 1 de octubre.
La explicación dada por Podemos, en forma, han aclarado, de “discurso
fúnebre” es que ” el Gobierno de Emiliano García-Page, ha estado
actuando espontánea y unilateralmente durante más de un año. Más ocupado
en anuncios que en obras. Más ocupado en lo que se mueve en Ferraz que
en lo que debe pasar entre las Cortes regionales y Fuensalida. Más
pendiente de decapitar a Sánchez que de dar vida a Castilla-La Mancha”.
Un buen comienzo para la formación de ese Gobierno que intenta formar el
líder socialista, entre un partido en crisis como el suyo y otro que lo
intenta, Podemos. Y, además, sin fiarse uno de otro… Más confusión a
añadir a la existente.
(*) Periodista y economista
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