miércoles, 4 de mayo de 2016

Llámenlo como quieran, pero háganlo / Ramón Cotarelo *

Lo que estamos vislumbrando en este nuevo período electoral es otra de esas estupideces históricas que perpetra habitualmente la izquierda española. Es una historia vieja, cansina y produce hastío recordarla pero no queda otro remedio. Aunque los tarugos al frente de las organizaciones izquierdistas lo ignoren, el resultado de la consulta del 26 de junio va a afectar a mucha, muchísima gente que no tenemos culpa de nada y mucho menos de padecer estos descerebrados de dirigentes.

La izquierda a la izquierda del PSOE quiere unirse. Al margen de que lo consiga o no, esa unión deja fuera expresamente al PSOE. Como sabemos, el argumento que quiere justificar este dislate es que el PSOE no es "verdaderamente" de izquierda o algo así. Una actitud cuya obstinación en el error muestra bien a las claras la mala fe de la que parte. Ese diagnóstico de que el PSOE no es "verdaderamente" de izquierdas parte de una supuesta "verdadera" izquierda, el PCE, disfrazado de IU, que se autodesigna "izquierda transformadora" pero que desde que nació, hace treinta años, no ha transformado literalmente nada y no ha hecho nada salvo hablar sin parar. 
 
A ese profundo análisis se suma ahora Podemos con la misma mala fe; o peor. Se renueva así el viejo cainismo de las izquierdas españolas, que se remonta a sus orígenes y ha dejado episodios tan vergonzosos como la masacre de mayo de 1937 en Barcelona, el episodio de la entrega de Madrid por Casado en 1939, la pinza del PSOE y la UCD contra el PCE en 1977-79 y la del PP e IU/PCE contra el PSOE en los años noventa.

Frente a esos fainéants verbosos, el PSOE, con veintiún años de gobierno a las espaldas, ha hecho mucho y de todo: bueno, regular y malo. Como siempre en la vida. Y entre personas normales habrá discrepancias acerca de si prima lo malo sobre lo bueno o a la inversa; lo que no suele darse, insisto, entre personas normales, es hablar de algo complejo -el PSOE en este caso- ocultando lo bueno y contando solo lo malo. Eso es un juicio de obvia mala fe. Así, el discurso de la cal viva de Pablo Iglesias -aventajado discípulo de Anguita- quedará como ejemplo de su ruindad moral y su inopia mental. 
 
El caso es que, además, no cabe responderle con un clásico "y tú más" porque este manojo de supuestos izquierdistas transformadores no ha hecho nunca nada, no se ha estrenado; ni meter la pata ha podido. Su posición consiste en atacar con juego sucio al otro partido de la izquierda y hacer creer que si, por casualidad, alguna vez llegaran a gobernar, ellos no harían nada mal, serían perfectos.

Esa alianza que se traen entre manos, que más parece contra el PSOE que contra el PP, no conseguirá ganar las elecciones, pero sí que no las gane aquel que, en el fondo, es lo que muchos de estos narcisistas pretenden. Y por eso mismo serán responsables de otros cuatro años de esta derecha ladrona, antipopular, ultrarreaccionaria y catalanófoba. A ellos no parece importarles porque se darán por satisfechos si consiguen unos votos más que el PSOE y, además, tendrán sus escaños, bien por una, bien por la otra formación y podrán seguir haciendo lo único que hacen y sin mucha soltura: hablar.

Pero la gente lo vamos a pasar muy mal con un gobierno del PP con otra probable mayoría absoluta. Realmente mal a manos de esta banda de malhechores.

Por eso y porque la responsabilidad por la desunión de la izquierda toca a todos, ¿que tal si nos dejamos de miserias, envidias, rencores, egolatrías, sectarismos y oportunismos y formamos ya un frente popular de toda la izquierda, desde el PSOE hasta IU con referéndum incluido que permita que voten a su favor los independentistas catalanes? ¿Que da miedo el nombre de Frente Popular? Pónganle el nombre que quieran pero vayan todos juntos a las elecciones con un programa común que será ganador, como siempre que la izquierda ha conseguido esta unidad. 
 
Ya tendrán tiempo más tarde de dirimir la estupidez esa del sorpasso, pero no dividan a la izquierda por enésima vez. No le entreguen el poder a la derecha entre engoladas frases revolucionarias. Y lo mismo para el PSOE: deje de hacer el juego a la derecha, recupere su esencia socialdemócrata, entérese de que vive en el siglo XXI, organice un referéndum en Cataluña como han hecho en el Canadá y en Escocia sin que se hunda el mundo. Un frente unido de toda la izquierda es lo único que garantiza punto final al gobierno de la derecha.

Pierdan unos el rencor y otros el miedo y entiendan que están al servicio de la gente, que no quiere otro gobierno de la banda de ladrones.
 
 
Elecciones españolas a la vista
 
Las elecciones nuevas en España son una buena piedra de toque en Cataluña por dos motivos. En primer lugar, sirven para calibrar la posibilidad de algún grado de acuerdo con los partidos españoles en lo referente a Cataluña. Es un análisis pasada la fiesta, pero muy ilustrativo. El fracaso a la hora de llegar a un pacto de gobierno deja una experiencia: la oposición de los partidos dinásticos al referéndum catalán llega al extremo de renunciar al gobierno a cambio de que no se produzca. Si el PSOE hubiera aceptado negociar un referéndum en Cataluña, la combinación PSOE, Podemos, IU hubiera obtenido la investidura con los votos de ERC y DiL. 
 
Pero los socialistas prefirieron ir a nuevas elecciones antes que buscar una fórmula de acuerdo con el independentismo catalán. La derecha nacional-española no se lo agradecerá y la decisión del PSOE parece apuntar en la dirección de su progresivo hundimiento. Algo previsible en el cuadro de la decrepitud del sistema de la tercera restauración y que demuestra por enésima vez que no hay diferencias entre los partidos españoles en referencia a Cataluña.

En segundo lugar, las elecciones plantean una cuestión específicamente catalana. Vuelve a hablarse de la “vía Claver” y sin duda alguien recordará que, en el momento de tomar posesión de sus actas tras las elecciones del 20 de diciembre pasado, algún diputado catalán independentista dijo que sería la última vez que participarían en unas elecciones españolas. Parece que no será el caso. La misma dificultad que había en 2015 para abstenerse o boicotear las elecciones al Congreso de los Diputados la hay en 2016. 
 
Mientras las decisiones que se adopten en ese Congreso afecten a Cataluña, abstenerse equivale a hacer dejación de responsabilidad. Si, además, la hipotética vía Claver solo es seguida por unos partidos pero no por otros, la dejación de responsabilidad se convierte en un acto de hostilidad hacia el proceso independentista porque aumentará la representación catalana unionista en el Congreso con las consecuencias que cabe suponer.

De momento la vía Claver es impracticable y hasta la propia CUP quizá hiciera bien replanteándose su política de abstencionismo en las elecciones españolas. Estando en el Parlamento de la Comunidad Autónoma, se echa de menos su voz en el Congreso. La cuestión es siempre la misma con la vía Claver: o todos o ninguno, porque si solo la practican algunos, otros, los unionistas, hablarán en nombre de todos

Una vez aceptado el hecho de que, de momento, hay que seguir participando en las elecciones españolas, la cuestión siguiente para el independentismo fue si hacerlo en una sola lista o en más. Tras algún tira y afloja, CDC parece haber aceptado que no habrá lista única. A primera vista puede considerarse un retroceso o una debilidad pero, si bien se ve, la lista única tiene ventajas e inconvenientes que deben sopesarse, según hacia dónde se mire. 
 
Si se mira hacia el Estado español, presenta la ventaja de un frente único que condiciona cualesquiera posibles negociaciones que puedan entablarse ya que los distintos partidos saben que lo que tendrán enfrente será un bloque y no una alianza más o menos quebradiza. Lo que sucede es que, para que eso se dé, no hace falta lista única; basta con que las dos formaciones de Junts pel Sí mantengan unidad de acción en el Congreso en todo lo relativo a Cataluña.

Si se mira hacia Cataluña, la lista única tiene la desventaja de que desdibuja las naturales diferencias y matices entre los aliados de Junts pel Si y deja un campo muy amplio al voto de izquierda, tanto independentista como no independentista. Por no suscribir las posiciones de la derecha neoliberal, este voto basculará hacia la oferta que finalmente cuaje en torno a En común-Podem, una opción de una ambigüedad bien clara en cuanto al proceso independentista que aumentará su presencia en Madrid.

A pesar de lo que repiten todos los aparatos de agitación y propaganda de todos los partidos españoles sin excepción, las elecciones de junio son la prueba del naufragio de un sistema en crisis y sin alternativas. Y el territorio principal en que se manifiesta esta crisis es precisamente el único en el que se ha articulado una oposición seria al régimen oligárquico español: Cataluña. Los españoles tienen que volver a las urnas porque sus partidos políticos son incapaces de encontrar una respuesta al proceso catalán.

Y en junio descubrirán que siguen sin encontrarla porque, si no se reconoce el derecho de autodeterminación de Cataluña, no la hay. 
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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