La suerte está echada. Esta noche sabremos si las encuestas estaban
en lo cierto, y terminaremos la jornada electoral por primera vez en la
democracia sin saber quien formará Gobierno, o si la sociometría no ha
acertado y algún partido obtiene una mayoría suficiente. Hoy tendremos
que estar atentos a la diferencia entre la lista más votada y el resto,
sí, pero también a los escaños que puedan sumar unos y otros, afines o
menos afines, para conformar una mayoría. Lo que no se discute es que es
la noche electoral más apasionante de la democracia.
Ya nos contaba ayer Pablo Sebastián, nuestro director, los diez
posibles pactos post electorales. Cuatro partidos pelean el voto, y la
victoria o la derrota va a tener una significación muy diferente para
unos y otros. Podemos y Ciudadanos no se presentaron a las últimas
generales, por lo que el resultado de ambas formaciones va a ser bueno.
PP y PSOE pueden afrontar desde esta noche, si los resultados son malos
para ellos, severas crisis internas. Todo apunta que a partir de mañana
comenzarán semanas de mucha intriga y negociación secreta entre
partidos, para poder investir al presidente del Gobierno y para poder
armar una legislatura gobernable. El resultado de las elecciones se
ventilará después en los despachos y en los reservados de los
restaurantes, y ojito que a esto es a lo que dicen no los ciudadanos.
Si se confirman los pronósticos, el resultado de estas elecciones
será que los españoles le dan un mandato a los partidos para hacer las
cosas de otra forma, para que la política cambie. O sea, un mensaje de
hastío de la vieja política, de mayorías absolutas o pactos con
nacionalistas a cambio de dinero.
Yo, qué quieren que les diga, presto menos atención al fulanismo, a
qué mayorías puedan conformarse. Y tengo dudas de que vaya a ser posible
afrontar a fondo la regeneración que necesita España urgentemente. Que
es acabar con este régimen en el que unos pocos políticos y empresarios
de fuste deciden sobre nuestra vida y nuestra hacienda al margen del
Parlamento. Renacer la división de poderes. Acabar con el control
político del Poder Judicial. Establecer un sistema de contrapesos y
controles que impida el despotismo del Ejecutivo y sus cuates. Colocar
en la Administración a funcionarios que trabajen para el Estado por su
méritos, no al servicio del Gobierno que toque. Reformar la ley
electoral, el reglamento del Congreso, la ley de financiación de los
partidos. Establecer controles y sanciones severas para los corruptos
después de elaborar planes preventivos contra ellos. Resolver el
problema territorial con sentido común y valentía. Elaborar una ley de
educación que acabe con el desastre del sistema fracasado tras tantos
años de gobiernos de PP y PSOE. Una Hacienda Pública que salga del
agujero en el que la ha colocado Montoro y con funcionarios que cumplan
con su obligación sin que los políticos la utilicen como arma contra el
adversario y los discrepantes. Una sanidad pública que vuelva a ser una
de las mejores de la Unión Europea.
Esta campaña electoral tan mediática no la han aprovechado los
partidos para decirnos que España quieren construir. Cada debate, cada
mitin ha estado centrado más en el reproche al adversario que en la
exposición de un proyecto para nuestro país. PP y PSOE han estado
centrados en el “y tú más” y Ciudadanos y Podemos han pecado quizá de
inexperiencia mirando más hacia atrás que hacia delante.
Veremos que sucede. La suerte está echada, pero no sabemos con que
resultado. La experiencia me dice que caben las sorpresas, y las hemos
vivido ya. Por lo tanto, esperemos unas horas, no vaya a ser que los
pronósticos no sirvan para nada.
(*) Periodista
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