Dos personas que despachan con el equipo de Rajoy y Moragas, en
Presidencia y en la sede del PP, coinciden en el relato, con diferentes
expresiones: Rajoy tiene el ánimo subido, se ve cuatro años más en La
Moncloa, pero tiene dos temores. El primero, la posibilidad, real, lo
cual no significa que probable, de que se produzca un atentado yihadista
en territorio español o que afecte a soldados españoles en el exterior.
Pavor tiene, por lo que significaría por sí mismo, y por las
consecuencias que padecerían él y su partido. Y saben de lo que hablan. Y
la segunda, que en Cataluña estalle alguna espita no controlada que
genere un escenario no previsto que altere la anormal normalidad ante la
deriva secesionista de Mas y los que aún le siguen.
Ahora mismo con el ministro con el que más despacha, varias veces al
día, es con Jorge Fernández. Interior es una prioridad. Al margen de las
alertas lógicas, hay mucha presión sobre los profesionales para que se
extremen todas las cautelas. Y en el ámbito de la información, tres
cuartos de lo mismo. Y barra libre presupuestaria para la lucha
antiterrorista. Los expertos no disponen de dato alguno que permita
pensar que hay en marcha una acción terrorista yihadista en España, pero
no se descarta, y se manejan escenarios que también preocupan respecto a
la posibilidad de que el Daesh o alguna de sus filiales puedan efectuar
alguna acción asesina con víctimas españolas. El CNI maneja buena
información, y sabe dónde están los riesgos, por lo que tiene todas las
alertas desplegadas al máximo nivel.
Respecto a Cataluña, me cuentan, andan algo despistados en el PP. Han
fallado algunas terminales informativas del partido y al presidente le
preocupa. Mas está desnortado. La crisis interna en Convergencia, la
huida de algunos, los anuncios de futuro surrealistas y la necesidad de
alcanzar un acuerdo como sea con la CUP para evitar unas elecciones que
serían la tumba de CDC dibujan un escenario de alta sensibilidad
política.
Por eso el presidente Rajoy insiste en copar el máximo protagonismo,
minimizando las intervenciones públicas de sus ministros. Sabe que, bien
gestionadas, las crisis internacional y nacional, con el yihadismo y
Cataluña como principales preocupaciones, le están permitiendo remontar
en las encuestas. Y Rajoy sabe que si el 20 de diciembre el resultado de
las urnas no le permite seguir gobernando, el PP corre serio peligro de
deshacerse. Por debajo de 100 diputados es ya una debacle. Hasta 110
Rajoy está liquidado, pero el PP puede tener alguna esperanza. Y en los
125 está la línea de lo que puede permitir a Rajoy seguir en Moncloa,
aunque sea pactando con Ciudadanos, si es posible.
Nada está claro. Hay muchas dudas en el personal y la sociometría se
vuelve loca con la incertidumbre. Al PP le favorece la actual situación
de tensión nacional e internacional mientras no se les vaya de las
manos. Muchos ciudadanos tienen miedo a un cambio excesivo, en especial
los mayores de 60 años. Hay mucho indeciso y tenemos por delante un mes
en el que la lucha va a ser férrea, pero el escenario ha cambiado.
Rajoy sigue a lo suyo, escucha a pocos, y lo tiene claro. Es
inasequible al desaliento, y le resbalan las críticas. Se ha trazado su
camino y no hay quien le vaya a mover de ahí. Y en el PP nadie rechista.
Esperan al 20-D. Si hay batacazo, se abren las compuertas. Pero pudiera
ser que no, y si Rajoy sigue, pasará muchas facturas. Y el miedo cunde
por las sedes populares.
En Génova creen que el presidente se ha equivocado tirando la toalla
de la regeneración política en el programa y la campaña, y consideran
que, aún con el yihadismo y Cataluña en primer plano, regalarle a Rivera
y Ciudadanos esa bandera es una operación de alto riesgo. Coinciden de
nuevo mis dos interlocutores en que si le sale bien la jugada, a Rajoy
no hay quien le silbe en cuatro años, pero si le sale mal ya puede
preparar las maletas con rapidez.
Rajoy está convencido de que los
españoles el 20-D van a preferir malo conocido antes que bueno por
conocer. Veremos si acierta. Previsiblemente van a ser unas elecciones
con elevada participación, y ello hace aún más complicado el trabajo
demoscópico. La cosa está que arde, pero Rajoy sigue frío, convencido de
que una vez más se va a salir con la suya. Puede que sí. O quizá no,
que diría Mariano.
(*) Periodista
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